Críticas
A Europa con amor
Rifkin’s Festival
Woody Allen. EUA, 2020.
Hay excepciones, por supuesto, pero muy lejos queda ya aquel Woody Allen ingenioso y perspicaz que, acumulando éxito tras éxito, se asentaba en la cima del arte cinematográfico como uno de los directores más creativos y personales, que explotaría artísticamente en los setenta junto a directores de la talla de Martin Scorsese o Francis Ford Coppola. Pese a que en la última década hay obras destacables como: Match Point (2005), Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011) o Blue Jasmine (2013), lo cierto es que su última etapa parece estar compuesta por una cierta desgana, falta de ingenio y una rutina que le obliga a pasarse seis meses recluido en una realidad ficticia, lo cual, dejando aparte su clarinete, creo que aún le satisface. Así que a estas alturas de la película a nadie le sorprenderá ver Rifkin’s Festival y pensar que Allen ha jugado con los reservas. Tacharla de “obra menor” es caer en una evidente redundancia, y aunque esta obra pueda mejorarse en muchos aspectos, su intención principal es la de homenajear la herencia cinéfila de un director enamorado del cine de autor europeo.
Mort Rifkin (Wallace Shawn) decide acompañar a Sue (Gina Gershon), su mujer, al festival de cine de San Sebastián porque sospecha que ella tiene algo más que una simple relación de cordialidad con Philip (Louis Garrel), un joven director de cine francés que ha viajado hasta la ciudad española para presentar su nueva obra; un filme de género bélico con pretensiones comerciales. No tardamos demasiado en darnos cuenta de que las sospechas de Mort tienen su razón de ser, incluso peca de iluso dado los flechazos de tonteo y miradas felinas que se lanzan el uno al otro en su presencia. Sue es la publicista y asesora de Philipe, así que entre paseos, entrevistas y largas cenas, los dos dan rienda suelta a su aventura. Todo lo que resulta accesorio a un festival de cine aburre a Mort, por lo que decide visitar la maravillosa ciudad a solas mientras la maquinaria de su cabeza no deja de pensar en su matrimonio y en profundas cuestiones: ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué ocurrirá después de todo esto? ¿Eso es un infarto de miocardio? Cuestiones que delatan la identidad neurótica de un autor que durante toda su carrera ha estado creando variaciones sobre los mismos temas. A medida que los acontecimientos suceden, Mort, con su imaginación de escritor frustrado y antiguo profesor de cine, recurre a su fantasía e inconsciente para rememorar las grandes películas del cine europeo de todos los tiempos. Entre sueños y desvaríos varios acontecemos a escenas que rememoran a Fellini, Bergman, Godard, Truffaut o Buñuel, entre otros. El director acoge estas escenas con sumo cariño y respeto y las lleva a la trama del filme acoplando una visión cómica de los sucesos.
Entretanto la cámara se recrea lentamente por las playas y los paseos costeros de la ciudad, el pasional amorío de Sue y su admirado y pedante director francés se dispara en pulsaciones. Mort, aconsejado por un amigo, decide acudir al médico también por un tema de pulsaciones, pero esta vez, como a la vieja usanza, parece ser más un tema de hipocondría crónica que algo realmente serio. En la consulta conoce a Jo Rojas (Elena Anaya), una adorable y joven doctora estancada en un matrimonio con un artista alcohólico y mujeriego. Mort se enamora de Jo, y ella encuentra cierto cariño y bondad en él, así que deciden verse para charlar sobre las relaciones que no funcionan mientras pasean por los parques y plazas de la ciudad.
En las últimas obras de Allen hemos visto una tendencia más declinada a la tragedia, en Rifkin’s Festival la comedia acumula un porcentaje más alto, y ello resulta un alivio, porque la trama no es lo suficientemente fuerte como para aguantar un peso de magnitudes trágicas. Lo cómico funciona gracias a esa acidez del director en sus imperativas afirmaciones y sobretodo a la presencia de Wallace Shawn, que encarna el alter ego del director a la perfección y lleva sus chistes, así como sus gestos marca de la casa a una gracia realmente acertada. El festival de San Sebastián no solo sirve como escaparte turístico de la ciudad, sino también para reafirmar con ferocidad los desbarajustes del cine comercial y la presuntuosidad y petulancia con la que intentan imponerse. El verdadero festival de cine está en las ensoñaciones de Mort, empeñado en filtrar sus divagaciones cinéfilas por las rendijas de la vida. Fuera de su mente no hay más que periodistas, carteles publicitarios y directores con un aire intelectual que da grima. Con todo esto Allen crea una película leve, agradable a la vista y algo autocomplaciente. Los mayores devotos pasaremos su liviandad y falta de profundidad por alto, los que no tengan gran admiración por el director o por el cine de autor les parecerá un pasatiempo más que cuestionable.
Mi amor por Allen es excesivo. Nunca me canso de que me lleve por los mismos senderos desde hace décadas. Adoro tanto su neurosis como sus obsesiones, y todo ello me hace sentir, año tras año, como volver a casa. Mucho me temo que ya le queda poca gasolina en el depósito a este incansable autor que tanto nos ha dado. Faltaba una película homenaje a todos aquellos maestros europeos del cine que han hecho que Woody Allen coja forma y crezca como director. Con Rifkin’s Festival seguramente estemos ya en los últimos suspiros de su carrera cinematográfica.
Ficha técnica:
Rifkin’s Festival , EUA, 2020.Dirección: Woody Allen
Duración: 92 minutos
Guion: Woody Allen
Producción: Coproducción Estados Unidos-España-Italia; Gravier Productions, Mediapro, Wildside
Fotografía: Vittorio Storaro
Música: Stephane Wrembel
Reparto: Wallace Shawn, Gina Gershon, Elena Anaya, Louis Garrel, Christoph Waltz, Sergi López, Richard Kind, Nathalie Poza, Douglas McGrath, Steve Guttenberg, Enrique Arce, Tammy Blanchard, Damian Chapa, Georgina Amorós, Yan Tual, Bobby Slayton, Andrea Trepat, Ben Temple, Luz Cipriota, Karina Kolokolchykova, Elena Sanz, Carmen Salta, Manu Fullola, Isabel García Lorca, Ken Appledorn, Rick Zingale, Godeliv Van den Brandt, Natalia Dicenta, Stephanie Figueira, Nick Devlin, Yuri D. Brown, John Sehil
Me encanta esta reseña, siento lo mismo, Woody Allen nos esta dando ya sus últimos cartuchos de creatividad, pero siempre entusiasmada de saber que nos traerá pronto.
Gracias por leerme, Carla. Un abrazo.
Comparto tu amor excesivo por W.Allen y me identifico plenamente con lo que sientes al ver sus peliculas aunque no creo que a Woody le quede poca gasolina. Tener 85 años no es un impedimento para que nos siga regalando mas pelis muy disfrutables. Es mas, espero que viva y escriba guiones y filme por muchos años mas como lo pudo hacer Manoel de Oliveira!
Me gusto mucho leerte, Daniel! Saludos cordiales!
Hola, María. Creo que fue Kurosawa quien dijo aquello de que las mejores obras se hacían en una edad avanzada, por el tema de amplitud de miras y sabiduría, sin embargo creo que Allen era mucho más prolífico e ingenioso en sus etapas más tempranas que a día de hoy. Sus últimas películas son más ligeras y menos trascendentes, bajo mi punto de vista. Pero subrayo lo que dices y ojalá nos siga regalando una cita anual en el cine sea cual sea el resultado. Yo estaré encantado.
Muchas gracias por leerme y escribir tu comentario. ¡Un abrazo!