Críticas

Lonesome Bouncer

Roadhouse

Otros títulos: El duro.

Roadhouse. Doug Liman. EUA, 2024.

Los westerns son un género bastante bien definido. Se basan en una masculinidad que muchas veces abre paso a la cuestión de lo natural y de lo artificial: por un lado, lo salvaje, por el otro, la sociedad humana. Los westerns son, efectivamente, un lienzo sobre el cual se pinta la lucha entre el bien y el mal, entre un mundo que está lleno de peligros y un conjunto de personas inocentes que necesitan a alguien que los proteja. No es una cuestión de encontrar al héroe perfecto, sino a la representación del perro capaz de alejar a los lobos del rebaño. Una visión bastante clara que permite, efectivamente, la introducción de diferentes elementos de carácter normalmente, repetimos, masculino. Quizás sea correcto decir que los westerns representan una catarsis para parte de la humanidad, la que se identifica en el personaje principal y que siente en sus huesos la dificultad de elegir entre la libertad de las praderías y las constricciones de la ciudad (o pueblo o aldea, lo que sea), llevando a la superficie la insatisfacción sempiterna que se esconde detrás de las comunidades humanas. O, quizás, los westerns sean simplemente sueños para hombres que no van más allá del simple “si yo así pudiera ser”, algo que nos recuerda a aquellos ridículos cowboys de los cigarrillos Marlboro.

Esta visión típicamente masculina es la que se extrae de este reimagining de Roadhouse, película de los ochenta (la década de Reagan, la de Rambo et similia) que aquí se ve reinterpretada y adaptada para estos años veinte del segundo milenio (o mucho más, si vamos a ver la edad real de la tierra). Una masculinidad que funda su base en la cuestión abierta por los westerns, en los que un hombre llega a un lugar cualquiera para salvar a los que allí viven. Se nota, efectivamente, una estructura muy sencilla que se reverbera en la presencia de un malo malo y de un bueno bueno, una división bastante clara que permite saber, desde los primeros minutos, quién tiene que sufrir y quién tiene que ganar. Algo sencillo, por supuesto, si bien nos tropezamos con otro tópico de la masculinidad como puede ser el hecho de tener nuestro héroe un pasado del cual parece querer escapar. Es el héroe que no quiere ser héroe, ya que algo que está dentro de él lo sitúa fuera de la aceptación de la sociedad, una mancha de carácter ontológico, la presencia de cierta alma violenta que lo puede llevar al borde de lo salvaje.

La película de 2024 supone también cierta pizca de autoironía y logra jugar con el hecho de darse cuenta de ser un producto de serie B (o hasta Z). Se puebla así de ciertos momentos que rozan la absurdidad y remarca aquella sensación de machismo pulp típico de estos productos. Sin embargo, la película no logra abrazar completamente su versión más divertida y puede, en algunos momentos, resultar poco irónica y demasiado seria. No hay, efectivamente, un balance correcto y algunas de las escenas y de los diálogos se presentan como cargadas de tropos que se desarrollan dentro de una seriedad de carácter ridículo. Es una obra que tiene muchos altibajos y que, para el espectador, resulta difícil de clasificar. Demasiadas cosas interesantes así como demasiados problemas en la tonalidad general del trayecto narrativo, lo cual lleva a estar delante de un producto que no sabe darse una forma precisa, un valor claro dentro de sus bordes cinematográficos.

Hay cuestiones serias, entonces, en lo que a la posibilidad de disfrutar el filme se refiere. Efectivamente, se puede decir que sí, el producto resulta divertido, sin embargo el resultado general puede ser también decepcionante. Si el cuento es, de por sí, obvio (ya sabemos cómo va a terminar, más o menos), algunas de las decisiones narrativas y de dirección le otorgan a la estructura final cierta sensación de guilty pleasure, lo cual, lamentablemente, puede que para algunos espectadores se vea limitado por cierta falta de ligereza. La mezcla final no puede ser, entonces, más que impar, un pastiche que no sabe exactamente qué hace de sus posibilidades. Es un western moderno, por supuesto, con una estructura típica de este género y adaptada para el público contemporáneo, bastante diferente para ser más que un simple remake, con unos actores que intentan hacer lo que pueden, pero que, al fin y al cabo, no puede sino ser algo para ver durante los momentos en los que no tenemos nada mejor que hacer.

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Ficha técnica:

Roadhouse  / El duro (Roadhouse),  EUA, 2024.

Dirección: Doug Liman
Duración: 121 minutos
Guion: Anthony Bagarozzi, Charles Mondry
Producción: Joel Silver
Fotografía: Henry Braham
Música: Christophe Beck
Reparto: Jake Gyllenhaal, Daniela Melchior, Billy Magnussen, Jessica Williams, Joaquim de Almeida, Conor McGregor

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