Críticas
Un último baile
Robot Dreams
Pablo Berger. España, 2023.
El cambio es una fuerza poderosa. En ocasiones (la mayoría de las veces) nos arrastra y descompone, porque no hemos pedido que nuestra vida dé uno de esos giros dramáticos que ponen todo patas arriba. Por supuesto, nos adaptamos, y continuamos con nuestras existencias, aunque eso no quita que los arañazos de los vaivenes nos dejen alguna cicatriz. De esas invisibles, que se quedan por dentro, y a veces sangran en forma de nostalgia, de recuerdo inesperado, de corazón acelerado por la sensación plomiza de finales no cerrados; de historias en el tintero, de los fastidiosos universos paralelos conformados por lo que pudo ser.
El cine, nuestro refugio, tiene viajes para todos los gustos, y nos conduce de cuando en cuando a estos sentimientos. Emociones universales, que forman parte indeleble de la condición humana, claro, pero que cada uno vestimos con la propia experiencia; con los relatos que conforman quienes somos, quizá no demasiado originales en el maremágnum de historias, pero nuestros al fin y al cabo.
Robot Dreams (Pablo Berger, 2023) es de esas películas que nos llevan a esos parajes interiores. Viaje delicado pero no exento de capacidad de ataque a la línea de flotación del espectador, la aventura animada de Pablo Berger es de esa clase de películas que juega inteligente en las fronteras del ritmo clásico con ingredientes rabiosamente modernos. Los equilibrios funcionan gracias a este director astuto, dotando con enorme ternura de fábula del siglo XXI a Robot Dreams. La amistad, la pérdida, la soledad, lo prisioneros que podemos ser de nuestras propias vidas, la eterna búsqueda de la felicidad, las pequeñas cosas de lo cotidiano… el paisaje emocional alrededor de la propuesta de Berger (basado en la maravillosa novela gráfica de Sara Varon) es cálido como los abrazos, como el chocolate caliente en las tardes de invierno. Como las despedidas en las que se desea que se queden en un hasta luego.
Berger se adentra en los terrenos de la animación por primera vez en su carrera. Lo cierto es que la filmografía de este director no es precisamente extensa, pero con un puñado de películas a sus espaldas ha dejado patente su particular forma de entender el medio. Tiene una asombrosa capacidad de adaptación y, al mismo tiempo, personalidad marcada que da el toque de autoría al conjunto de su obra. Robot Dreams proporciona al espectador otra faceta de Berger, quizá más amable y luminosa que en otras ocasiones, en las que el juego entre lo trágico y lo cómico roza lo tenebroso.
Robot Dreams es la toma constante de decisiones arriesgadas, de piezas que acaban conectando aunque resulten contradictorias en términos. Es una película animada, que bebe de cierto espíritu del cine indie y urbano. Al mismo tiempo es una celebración del colorido imaginario ochentero. Destinada para todos los públicos, el fantástico rediseño de los personajes de Varon es ideal en el contexto de aventura animada, pero el contenido emocional de la película, aunque es muy orgánico y se presenta con exquisita sensibilidad, resultará algo plomizo para los más peques.
En lo narrativo, Berger abandona el recurso del lenguaje hablado y centra todo su esfuerzo en la creación de realidades consistentes para construir a sus personajes, perfectamente entendibles en su contexto. El juego con la paleta de colores acentúa el tránsito emocional de los protagonistas, apoyado también en el uso inteligente de la banda sonora en momentos clave. A pesar de esa ausencia de diálogos, la claridad con la que se cuentan las cosas en Robot Dreams es dinamismo, peripecia, un montón de cosas que ocurren a ritmo perfectamente medido que consiguen empatía inmediata con la cercanía, con el planteamiento de las soledades, encuentros y desencuentros de los animales, tan humanos, que pululan por la pantalla.
La ciudad de Berger es viva, repleta de pequeños detalles, de realidad tras la capa fantástica de fábula de cemento y cristal. El entorno transmite energía, transformado en un personaje más, como si la historia que nos cuentan no pudiese ocurrir en ningún otro lugar.
Si en Blancanieves (2012) Berger aprovechaba la falta de lenguaje para rendir homenaje al cine mudo de luces y sombras, también, con aires de cuento, en Robot Dreams cambia de influencias, pero no de intenciones. La parte onírica de la película, esos sueños a los que hace alusión el título, son parte primordial del resultado. Las pequeñas historias dentro de historias que nos regalan las incursiones en lo onírico se adentran en los anhelos, los miedos, las esperanzas de dos protagonistas que viven su pequeña tragedia de lo cotidiano, tan lejos y tan cerca. Episodios usados para experimentar con la identidad fantástica de la película, rompiendo del todo con la normalidad urbanita de la realidad palpable, Berger se recrea en las piezas de ensoñación, esencia de la propia película.
Pero son precisamente, desde mi punto de vista, las partes que desnivelan la balanza, a pesar de la belleza y los riesgos asumidos. Los momentos oníricos se me hacen largos, un tanto repetitivos en el mensaje, y algo anticlimáticos en ciertos momentos en los que pides avance en la narración. Quizá la aventura solicite ligereza en las soluciones y, puede ser, unos minutos menos. No puedo decir que Robot Dreams se me hiciese larga, porque el maravilloso broche final de la película disculpa cualquier exceso, pero el tramo central de la película me pareció algo reiterativo.
Pero qué final. Qué precioso broche para un este viaje tan personal y pequeño. La mezcla de sensaciones es abrumadora, y Robot Dreams es de esas películas que logran, al mismo tiempo, una enorme sonrisa dibujada en tu cara mientras intentas aguantar la lágrima traicionera que, inevitablemente, se escurrirá por tu mejilla.
Porque todos nos merecemos el último baile, todos queremos ese trocito de felicidad, la increíble sensación de cierre, de que todo está bien. De que las cosas, a pesar de todo, están donde tienen que estar. Con todo lo que eso duele, con todo lo que eso sana.
Robot Dreams consigue halagos y aplausos por donde pasa, y con la nominación a los Oscar la cosecha continúa. Merecidamente, claro. A pesar de esos altibajos (porque no es una película perfecta y nadie se lo exige) el conjunto es genial. Pedacito de luz en la realidad gris, no me queda otro remedio que dar gracias por la energía positiva en medio de los nubarrones del día a día.
Vamos todos entonces a por ese último baile.
Tráiler:
Ficha técnica:
Robot Dreams , España, 2023.Dirección: Pablo Berger
Duración: 102 minutos
Guion: Pablo Berger basado en la novela gráfica de Sara Varon
Producción: Arcadia Motion Pictures, Noodles Production, Les Films du Worso, RTVE, Movistar Plus+
Música: Alfonso de Villalonga