Críticas
Un interesante coctel entre indie y blockbuster
Rush
Ron Howard. EUA, 2013.
No siendo una generalidad, es común encontrar rivalidades en numerosas películas de deportes. Dos personajes luchan por la misma meta: uno de ellos resulta incomprendido y rechazado por sus métodos, mientras que el otro, a pesar de atravesar por períodos donde su moralidad y determinación es puesta a prueba, logra su cometido gracias a una hollywoodense justicia divina, donde “el bueno” triunfa sobre “el malo”. Una vez derrotado, “el malo” aliviana sus egos y le da la mano a su enemigo, cimentando positivamente un mensaje de respeto y competitividad, un vínculo que solo el deporte es capaz de ofrecer. Es una perspectiva cínica sobre un género bastante amplio, pero encaja a la perfección con los clichés a los cuales la industria cinematográfica norteamericana actual tiene acostumbrado al espectador.
Tratándose de Ron Howard, el camaleónico y complaciente director cuyos éxitos han sido llevados al ostracismo por parte de la crítica a pesar de varios taquillazos en su filmografía, como lo fueron Apolo 13 (Apolo 13, 1995), Código DaVinci (The DaVinci Code, 2006) o Ángeles y Demonios (Angels & Demons, 2009), el resultado final podía ser cualquiera. Es posible que la carencia de un estilo definible con mayor facilidad en sus filmes haya evitado que Howard sea apreciado como un autor entre los miembros de su generación, a pesar de haber ganado el Premio de la Academia hace una década con Una mente maravillosa (A Beautiful Mind, 2001). Aun así, eso no minimiza sus dotes como realizador, y Rush se incorpora a su filmografía entre los puestos más altos. No es solo una intensa experiencia que rebosa adrenalina gracias a un acabado visual impecable; es también la historia de dos fuerzas opuestas que chocan, dos mitades de dos mundos diferentes: ni buenos, ni malos.
Rush relata la historia real de la rivalidad que mantuvieron en la temporada automovilística de 1976 el británico James Hunt y el austriaco Niki Lauda, corredores de la Fórmula 1. Hunt es un playboy, mujeriego, apuesto y amante del alcohol; Lauda es correcto, reservado, estricto y arrogante. A través de las vivencias de ambos, tanto dentro como fuera de la pista, Howard aprovecha para esbozar los trazos de una relación que escapa de las convenciones del género, desarrollando las experiencias de dos personajes que poseen, en igual medida, rasgos positivos y negativos. Por supuesto, este grado de tridimensionalidad es lo mínimo que se le puede exigir a un buen guion, pero el interesante añadido de Rush radica en su perfecto balance respecto al desarrollo de los protagonistas y su renuencia a tomar lados, más aun tratándose de una historia que lidia con la rivalidad. El enfoque es similar al adoptado por Christopher Nolan en El Gran Truco (The Prestige, 2006), por lo menos en el aspecto narrativo, aunque en la propuesta de Howard ambas fuerzas se complementan la una a la otra, lo contrario al filme de Nolan.
Uno de los grandes aciertos es el guion del oscarizado Peter Morgan y su fidelidad histórica a los eventos en los cuales está inspirada la trama. Manteniendo el balance entre las secuencias de la Fórmula 1 y la intimidad de sus protagonistas, hay una tensión rebosante que se deja sentir desde la primera imagen, apoyada por la cuidada fotografía de Anthony Dod Mantle, que deja atrás su etapa Dogma 95 y crea un interesante híbrido entre los planos estáticos y los movimientos bruscos de cámara. Cabe destacar las vigorosas secuencias en Nürburgring y en el Gran Prix de Japón, ambas desarrolladas bajo nubes grisáceas y lluvia, donde la cámara viaja desde el asiento del piloto, espera al espectador desde un lateral de la pista, lo ubica en contexto a través de cenitales o intenta aumentar su tensión, colocándole a pocos centímetros de las vibrantes llantas. El trabajo en conjunto de estas dos secuencias, gracias a la fotografía, dirección, edición y, por supuesto, la banda sonora de Hans Zimmer, construida a base de violonchelos, da como resultado un intenso e impecable festín cinematográfico.
Pero si el empaque de Rush es la técnica, el corazón lo conforman Chris Hemsworth, que demuestra ser más que un mero valor de producción, y Daniel Brühl. El trabajo de ambos actores es sobresaliente y basta con ver en cualquier portal de videos entrevistas a James Hunt o Niki Lauda (los verdaderos, por supuesto) para percatarse de todos los ademanes físicos y expresiones adoptadas por los actores. No obstante, Brühl alcanza una profundidad superior, dejando entrever su facilidad con los idiomas y acentos, manejando con cuidado los matices emocionales de un personaje complejo que poco deja entrever lo que en realidad piensa, sumido en un patetismo romántico que denota empatía a pesar de sus cerradas manifestaciones emocionales.
Otro elemento destacable es la capacidad del equipo técnico en transmitir la velocidad con la que se vive en una pista de carreras, y el nerviosismo que representa estar al borde de la muerte. Un piloto da vueltas una y otra vez a través de un circuito que conoce y que teme, aspecto reflejado de igual forma en las vidas personales de ambos protagonistas, en especial la del personaje de Hemsworth, atrapado entre los excesos cotidianos y la determinación por superarse a sí mismo. Se pretende que el espectador no entre únicamente en un mundo de autos y riesgos, sino también en la del ser humano que se encuentra bajo el casco, aspecto olvidado en filmes como la franquicia Rápido y Furioso (Fast & Furious).
Podría argumentarse, pero Rush es la mejor película de Ron Howard desde El Desafío: Frost contra Nixon (Frost/Nixon, 2008). No solo posee el factor entretenimiento que caracteriza a los blockbusters estadounidenses, sino el desarrollo emocional característico de la mayor parte del cine indie. Es un interesante coctel que toma elementos de muchos lugares y los hace propios, manteniendo siempre la neutralidad con respecto a la ideología de los personajes principales, a pesar de tan contrarios pensamientos. Hunt opina que el éxito no sirve de nada si no puedes disfrutarlo. Lauda cree que la felicidad es el enemigo, pues te debilita. Son dos mitades de una misma pasión que no llegan a mimetizarse literalmente, pero que construyen una metáfora acerca del valor innato que representan los adversarios. No será vanguardista, pero Rush está bien concebida y realizada.
Los que esperen una película atestada de carreras y accidentes espectaculares sufrirán una decepción, pero los que busquen un retrato honesto de la época dorada de la Fórmula 1 tienen garantizadas dos horas de amena reflexión y entretenimiento. Howard demuestra que sigue en forma y habrá que ver si sigue transmitiendo esta misma energía y vitalidad en sus próximos proyectos.
Trailer:
Ficha técnica:
Rush , EUA, 2013.Dirección: Ron Howard
Guion: Peter Morgan
Producción: Universal Pictures / Exclusive Media Group / Cross Creek Pictures / Imagine Entertainment
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Música: Hans Zimmer
Reparto: Chris Hemsworth, Daniel Brühl, Alexandra Maria Lara, Olivia Wilde, Pierfrancesco Favino, Natalie Dormer, Christian McKay, Stephen Mangan, David Calder, Alistair Petrie, Julian Rhind-Tutt, Colin Stinton, Joséphine de La Baume
Coincido con esa mezcla de «tanque» hollywoodense y película indie. La intensidad es constante, las actuaciones sobresalientes y la fotografía deslumbrante. Desconfiaba de Howard pero me cerró la boca. Aplausos.
como se llama la cancion que sono cuando se conocieron niki y su esposa en un auto