Críticas
Welles y Chandler, dos hombres a la sombra de la ley
Sangre en el rancho
Man in the shadow. Jack Arnold. EUA, 1957.
En un pueblo sin ley, cercano a la fronteriza Ciudad de Juárez, se encuentra la plantación de Virgil Renchler, un déspota terrateniente que trata a sus empleados con métodos poco ortodoxos. Una noche, mientras un grupo de trabajadores juegan a las cartas y descansan en los barracones de la Hacienda Golden, su capataz Ed Yates y un cómplice Chet Huneker entran en busca del joven Juan Martin. Lo arrastran hacia el granero y le propinan una brutal paliza. Solo Jesús Cisneros, un anciano que considera a Juan como a un hijo, tiene el valor de salir a ver lo que sucede.
Teniendo como protagonista a Orson Welles, en la figura del despótico Virgil, Sangre en el rancho (1957) es un western dirigido por Jack Arnold, cuya aura sórdida y maligna trama responde en cierta medida a la presencia que el imponente actor y director repartió por toda su filmografía. No en vano le adjudicaron filmes que no dirigió, pero que se encontraban plagados de su estética y su potencia arrolladora. Por su parte, Jack Arnold, quien realizaría unos pocos westerns durante su carrera, se centraría en temáticas un tanto divergentes como en Boss Niger (1975) sobre dos cazarrecompensas negros en un pueblo de blancos o esta singular pieza, formalmente marcada por el cine negro, que toca la situación de los ¨espaldas mojadas¨, inmigrantes mexicanos en las zonas fronterizas entre Estados Unidos y México, que durante el siglo XX y aun hoy viven en condiciones de semiesclavitud.
Narra la historia de Ben Sadler, un recién elegido sheriff del condado de Spurline, a quien el anciano Jesús Cisneros busca con muy pocas esperanzas, para contarle lo que ha visto la noche anterior. Nadie la da crédito, y menos ante la posibilidad de inculpar al capataz del hombre más poderoso de la región. En la pequeña ciudad, las leyes las hace Virgil Renchler, quien extorsiona a todos los que dependen de los enormes beneficios que aporta su plantación. Todos conminan al sheriff a no creer a Jesús y dar por terminado el asunto, pero la abierta prepotencia del hacendado y sus matones, que manejan el pueblo a sus anchas, hacen mella en el espíritu justiciero y el coraje de Ben.
Establecido a medio camino entre el western y el cine negro, el filme se ubica en una aislada e inhóspita ciudad donde hace tanto calor que nadie se queda por mucho tiempo. Sus personajes construidos sobre arquetipos representan el bien y el mal, enlazando en lo escabroso y oscuro con el cine negro, aunque de una forma bastante simple. La cuidada fotografía, la iluminación, las largas sombras de los personajes y la sensación claustrofóbica que trasmite la situación del sheriff convertido en justiciero solitario frente al poder ilimitado de Virgil Renchler, son también parte de la estética noir que se encuentra en todo el filme. Por otro lado, aunque no tenemos indios, son en este caso los inmigrantes ilegales mexicanos las víctimas desamparadas ante el abuso de poder y el descontrol que viven los habitantes de este filme, que algunos han adjudicado al Hollywood más liberal. Arnold elabora una contenida pero contundente denuncia social, reforzada en el alegato final de Ben Sadler. Pocos filmes tocan la temática de los espaldas mojadas en Hollywood, menos para ponerse del lado de las víctimas y abogar desde la ficción por los desposeídos del mundo.
Sangre en el rancho trasmite además ese miedo sicológico que comparten ambos géneros y que se ve reflejado en pequeños detalles. La prepotencia de Virgil Renchler, la continua actitud avasalladora de Ed, incluso con la joven y virginal Skippy Renchler, hija del terrateniente y, en resumidas cuentas, el motivo para eliminar a Juan; el perro pastor alemán que guarda feroz la entrada de la Hacienda y la actitud wellesiana hacia la maldad que, en este caso, se encuentra contenida entre un hierático justiciero, encarnado por Chandler, la exagerada maldad de sus matones y la excesiva inocencia de Skippy. Aunque casi todo el pueblo se opone, excepto un modesto barbero, Ben se dispone a realizar una investigación que, desde el primer momento, se ve amenazada abiertamente. La violencia creciente y el llamado de Ben a sus compañeros de justicia no es suficiente para aquellos. Solo cuando los matones de Renchler se atreven a golpear y arrastrar al sheriff atado a la parte trasera de un camión, dejarán de observar sus propios intereses para defender el pueblo.
Sangre en el rancho es un filme discreto y contenido, con una buena realización. Una de las películas más liberales de un Jack Arnold, que con el alegato final de Ben, increpa , quizás, un Hollywood totalmente despreocupado por estas cuestiones. «Vosotros, la gente decente ¿se sienten atónitos? Por Dios bendito, ¿por qué? ¿Porque me llamo Ben Sadler, en vez de Juan Martín? ¿Porque soy un contribuyente en vez de un vagabundo? Por fin se sienten atónitos. ¿Qué hace falta para que se inmuten? El asesinato no es suficiente». Una dura réplica de un sheriff solo ante una potente injusticia. Producida por la Universal y el arriesgado productor Albert Zugsmith, el filme tiene el mérito, según refieren algunos críticos, de haber dado el primer impulso e inspirado el tema para el clásico Sed de mal (1958).
Ficha técnica:
Sangre en el rancho (Man in the shadow), EUA, 1957.Dirección: Jack Arnold
Duración: 80 minutos
Guion: Gene L. Coon
Producción: Universal International Pictures
Fotografía: Arthur E. Arling (B&W)
Música: Hans J. Salter y Herman Stein
Reparto: Jeff Chandler, Orson Welles, Colleen Miller, Ben Alexander, Barbara Lawrence, John Larch, James Gleason, Royal Dano y Paul Fix