Críticas
“Este mundo es tan pequeño como este apartamento…”
No sé si cortarme las venas o dejármelas largas
Manolo Caro. México, 2013.
Ante la brutalidad de la realidad que acosa a México, de pronto se agradece un descanso lúdico-cinematográfico. Durante años las comedias que se han producido allí dejan mucho que desear, no sólo en sus historias y guiones, sino también en su ejecución y producción. No fue sino hasta Nosotros los Nobles (Gary Alazraki, 2013), y un par de excepciones más como Pastorela (Emilio Portes, 2011), que de pronto en la taquilla mexicana hubo un boom por una comedia que no ofrece el más simple entretenimiento.
No pasó mucho tiempo para que se estrenara No sé si cortarme las venas o dejármelas largas, posiblemente aprovechando ya el impulso creado por Nosotros los Nobles. Si bien el título es rimbombante, refleja qué es lo que se puede esperar de la cinta: un melodrama que trata sobre conflictos de pareja y la aceptación de la realidad, y cuya tensión se va rompiendo al encontrarse con situaciones cómicas y enredos que rompen el drama.
La película de Manolo Caro originalmente fue una obra de teatro, y su elenco casi íntegro ha permanecido para la versión fílmica. Quizá por ello hay momentos en que los personajes lucen un poco exagerados, tal como si de puesta teatral se tratase. No obstante, para la finalidad de la cinta (que repito, es entretener) son adecuados y ayuda a reforzar la exageración palpable de la historia.
No sé si cortarme las venas… trata de los vecinos de un edificio: una pareja de recién casados, sus vecinos judíos, el nuevo inquilino y la poco social vecina española. Todos comparten el piso en sus distintos apartamentos, pero en general están distanciados y cruzan escasamente la palabra. Todos viven en sus propios microuniversos que se limitan a las paredes de sus departamentos, en donde todo y nada sucede, día a día.
Caro ha limitado la cantidad de espacios en los que se desarrolla la historia: los apartamentos (si acaso la sala, el comedor y la recámara), el patio y el pasillo, que son áreas comunes para todos. Así, cada núcleo de personajes se desenvuelve en su hábitat, pero en ocasiones deben interactuar con los otros en los espacios que han sido destinados para ello. Sin embargo, habrá momentos en los que deben abrir las puertas de su hogar y convivir en lugares que no han sido definidos para ello, lo que los llena de incomodidad. El director ha logrado dejar claro este desequilibrio en su perspectiva visual, mientras algún comentario sarcástico rompe con el silencio incómodo y produce la risa en la sala.
Un tercer lugar es integrado a la historia. A manera de relato paralelo (como en flashback), todos los personajes son interrogados por un agente del Ministerio Público en una oficina oscura, cuyo color es más bien sucio y «cafesoso», lo que remite a un lugar lúgubre y asfixiante. Estos momentos gozan de una forma muy distinta al del resto de la cinta, con primeros planos, cámara en mano y un aire de documental, en el que los personajes –a manera de monólogo- revelan sus más profundos pensamientos. Cada uno tiene la posibilidad de tener cinco minutos para conocerlos con un poco más de detalle, lo que no hace avanzar la historia, pero sí otorga mayor volumen a los personajes.
Hay varios momentos en la cinta que denotan una mano inspirada en el estilo de Pedro Almodóvar. Escenas como la charla con Lola (la vecina española), en donde el gazpacho, la mesa, los colores y la disposición de los personajes no hacen más que recordarnos célebres escenas de varias de sus primeras películas. Lejos de comparar a Caro con el director manchego, simplemente es reflexionar sobre la inspiración y que –quizá como el español- sus filmes eventualmente vayan creciendo hasta convertirse en propuestas cinematográficas más complejas.
Aún pese a la simpleza de sus encuadres y la narrativa, y a que sus escenografías (excepto la de la comisaría) son bastante utilitarias, el filme de Caro respira un dejo de nostalgia. Nostalgia por lo que no se tiene, por lo que se esconde, por los secretos, por la añoranza del pasado, por los deseos, por los anhelos. Nostalgia que obliga a los personajes a cuestionarse. Hasta la música evoca este sentimiento, con canciones conocidas del pasado próximo, que son revisionadas y trabajadas a manera de cover, con sonidos más bien menores, entristecidos y electrónicos. Todo esto en medio de un crimen (que pasa a ser lo menos importante, pero la excusa perfecta) que le da, de pronto, un formato más de “¿Quién es el culpable?”.
La línea que divide esta película entre ser una cinta entretenida y convertirse en algo parecido a un largometraje telenovelero regular es muy delgada. No obstante logra salir bien librada, quizá por el cuidado de los detalles que ha puesto el director, observando desde distintos ángulos la historia, pese a que algunos textos del diálogo rayan ligeramente en lugares comunes (que no se ayudan con algunas de las actuaciones), pero que al no resultar desconocidos para el público, son mucho mejor asimilados, aceptados y hasta aplaudidos.
Han pasado ya más de diez años desde que vió la luz Sexo, Pudor y Lágrimas (Antonio Serrano, 1999), pero la cinta de Caro remite ligeramente a ésta, dados los personajes y las inquietudes de las relaciones de pareja entre los veinticinco y cuarenta años, las que con la aparición de un agente externo se ven trastornadas y transformadas, sólo que en 2013 las preocupaciones son otras, aunque los sentimientos son los mismos.
Definitivamente No sé si cortarme las venas o dejármelas largas no es una película que pueda aspirar a un galardón y tampoco es la más inteligente, pero sí es de las que han sido bien acogidas en la taquilla, y que el público disfruta.Tal vez es hora de que la industria mexicana de cine se reactive con obras que alejan un poco de la realidad al público.
Tráiler:
Ficha técnica:
No sé si cortarme las venas o dejármelas largas , México, 2013.Dirección: Manolo Caro
Guion: Manolo Caro
Producción: Alex García, Rafael Ley
Fotografía: Daniel Jacobs
Reparto: Ludwika Paleta, Luis Gerardo Méndez, Luis Ernesto Franco, Raúl Méndez, Zuria Vega
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