Series de TV
Secret Level
Hay que subrayar, si fuera necesario, que el problema de los videojuegos, desde un punto de vista narrativo, se instaura en la falta de cierta profundidad y de cierta capacidad de hablarle a su público como si de personas adultas (psicológicamente, culturalmente, académicamente) se tratara. Se vislumbra, efectivamente, cierta falta de madurez en lo que a la propuesta del “contar algo” se refiere ya que, a lo mejor, la gran extensión del público y la supuesta necesidad de seguir siendo niños o adolescentes lleva a que los productos sean bastante ridículos, en su mayoría, y por nada capaces de hacer pensar, analizar el mundo, crecer en cuanto seres humanos (y, seamos honestos, los videojuegos, en su mayoría, no tienen como objetivo enseñarnos lecciones para que podamos entrar en el mundo de las responsabilidades). Quizás se deba a otra cuestión también, el hecho de querer que juguemos y que nos relajemos, que olvidemos el mundo que está allí fuera y nos sumerjamos en otro más liviano, donde la muerte solo es la necesidad de cargar otro partido.
Nos lleva, esta consideración sobre la falta (en su mayoría, lo cual implica que hay algunas obras que logran ir más allá) de una madurez narrativa a tener que darnos cuenta de que el hecho de llevar los juegos a la pantalla de quienes solo ven y no participan activamente no puede sino ser un problema a la hora de querer proponer algo con cierta pizca de profundidad. Y es así que buena parte de los filmes o de las series basados en videojuegos fracasa rotunda y obviamente, ya que no hay bastantes elementos originarios para construir una obra que sea interesante. Lo único, a lo mejor, podría ser el hecho de abrazar el andamiaje pop, o sea reconocer que no podemos llegar a grandes cimas y contentarnos con cierto necesario juego de citaciones que solo los que jugamos podemos captar (el “jugamos” quizás ayude a quien lee a entender que quien escribe sí jugó, juega y va a jugar, lo cual implica que la crítica no nace del vacío de quienes no saben, sino del hundimiento racional de quienes ven la falta de material maduro, que Guybrush nos salve).
Se recomienda, entonces, la visión de Secret Level, serie antológica, un descarado conjunto de advertisements hijo de una obvia voluntad de marketing (nótese el uso del inglés detrás del cual se esconde un más sencillo ánimo de lucro), capaz, una vez aceptada su estructura, de darnos algunos episodios que logran subir hasta niveles decentes de narración, y con cierta no secundaria fuerza de entretenimiento. Sí, los hay, si bien pocos, que nos hacen gritar por qué (¿por qué los hicieron?, ¿por qué los escribieron tan mal?, ¿por qué me han querido robar unos diez minutos de mi vida?), sin embargo la mayoría funciona ya que logra juntar un guión bien estructurado con una dirección acertada. Y se llega, en algunos casos, quizás no a la madurez pero sí al reconocer que los espectadores merecen un producto serio, de aquella seriedad que no se traduce en una estoica cuestión de no poder reír (los estoicos, de todas formas, sí reían), sino de reconocer los límites y abrazar lo pop sin caer en la trampa de lo kitsch, de los clichés y del aburrimiento.