Septiembre 5

1972. Munich, Alemania. La primera vez que la cadena americana ABC transmite los Juegos Olímpicos en vivo y en directo. Unos disparos en la madrugada del 5 de septiembre alertan al equipo técnico y periodístico de deportes que se prepara para los eventos del día. Sin quererlo, se convierten en el único equipo que muestra en vivo y en directo lo que está sucediendo: el grupo terrorista «Septiembre Negro» tiene a varios atletas israelitas como rehenes y matará uno cada hora si no liberan los 200 árabes prisioneros que ellos han solicitado. El equipo de Noticias, desde Estados Unidos, quiere tomar el control de todo, pero los de Deportes quieren enfrentarse a este monstruo tan difícil de manejar. Esta fabulosa premisa es la base de Septiembre 5 (September 5, Tim Fehlbaum, 2024), una de las más emocionantes cintas del año pasado que solo obtuvo una nominación al Oscar a Mejor Guion Original, cuando debería haber recibido más reconocimiento que la detestable Emilia Pérez (Jacques Audiard, 2024), por citar solo un ejemplo.

Esta cinta funciona como un complemento perfecto para la obra de Steven Spielberg que habla del mismo evento, Munich (2005), una gran cinta que narra los mismos eventos, pero desde otro punto de vista. Y esta sí logra varias nominaciones a los Premios Oscar y alabada por todo el mundo. ¿Tendrá que ver el apellido del director? Claramente. Mientras Spielberg tiene una larga y prolífica carrera cinematográfica, esta ha sido la mejor cinta de Fehlbaum en una carrera de pocos años, con otras dos películas en su haber poco reconocidas o exitosas.

Seguramente también influye que el reparto no sea el más el más reconocido, el más famoso puede ser Peter Sarsgaard, un excelente actor elogiado en el círculo de cine independiente. Y todo esto me suenan a excusas baratas, porque la cinta se sostiene por sí sola, porque a pesar de narrar un evento histórico del que todos ya conocemos el desenlace, se logra crear una historia altamente interesante, que genera una tensión efectiva por la forma en la que se cuenta, pues vemos y escuchamos toda la historia desde otro lado, lo que lo hace interesante y diferente.

Septiembre 5 se desarrolla, en su mayoría, en el encierro del máster de televisión de la cadena ABC en Munich, esta es la sala desde donde se manejan las cámaras y todo lo relacionado a un programa en vivo y en directo, desde donde se dan las instrucciones y se controla todo lo que sucede frente a las cámaras, un trabajo muy complejo y delicado de hacer en la televisión. Predominan las sombras y la oscuridad en la imagen, que a veces juegan en contra de la cinta y a veces alimentan ese misterio y esa tensión que logran transmitir.

La cámara es intrusiva y en constante movimiento, se va a los detalles y metiendo el zoom sin miedo, haciendo acercamientos que sostienen el drama y la tensión de forma adecuada, y a l vez refleja la inmediatez y confusión de un máster de televisión, esto es en vivo y en directo, además de tener una situación de rehenes que sucede ante los ojos del mundo entero, y con el deseo de ser quienes se lo informen al mundo. Preparar el equipo humano y técnico, alistar cámaras, conseguir a toda la gente y meterse de cabeza a informar algo que está sucediendo y que nadie tiene idea cómo va a resultar. Esa es la emoción del periodismo, que a veces raya con el amarillismo y el morbo, pero que el público ama, porque al fin y al cabo todos los seres humanos somos iguales, nos encanta saber más de lo que debemos y el chisme es nuestro placer culposo. ¿O no?

Esta cinta tiene, adicionalmente, tiene una belleza audiovisual para los que amamos o trabajamos en este negocio, pues podemos ver todos esos equipos viejos de transmisión, la cintas, los casetes, las cámaras y cómo se hacían las cosas antes del internet y la tecnología audiovisual que cambió al mundo. Es casi una clase de historia de la televisión ver cómo se hacían los créditos, la cámara lenta y las transmisiones en una época en que los canales compartían un solo satélite y tenían horarios específicos de transmisión que había que negociar, no como ahora que hay infinidad de opciones y la vida no alcanza para verlas todas. Tampoco es que todas valgan la pena…

Pero esta cinta sí que vale la pena el tiempo que se le dedica. Es muy “de nicho”, como dicen por ahí, por enfocar todo en la transmisión, y desde el guion son conscientes de eso, porque se explica sin ser obvios cómo funcionan las cosas, con actuaciones tremendas y tensión al extremo. Además, el material que se observa es el original de archivo, estamos viendo imágenes reales de hace más de 50 años mezcladas de forma inteligente y verosímil con un estudio que recrea la tecnología de la época.

A pesar de que no conocemos los personajes a fondo ni logramos una gran empatía con ellos, los podemos entender y sentimos sus miedos, nos transmiten una gran cantidad de emociones en sus caras, sus actitudes y sus acciones. Tienen los ojos del mundo sobre ellos, el peso de reportar una noticia que no saben cómo puede terminar, la necesidad de comunicarle al mundo y el miedo constante de equivocarse, porque eso significaría el final de la carrera de más de uno.

A veces, la cinta se siente como una radionovela, como un programa de radio donde los personajes y el espectador estamos pendientes de lo que nos van informando a través de los radioteléfonos que manejan, lo que ayuda a incrementar esa deliciosa tensión que hace reacomodarse en la silla para enfocar la tensión y meterse con todos los personajes en ese incómodo, caluroso y estresante espacio del máster de televisión.

Esta fue la primera vez que un acto terrorista fue transmitido al mundo entero y cerca de 900 millones de personas estaban viendo, esto fue un hecho histórico y hasta ahora se habla de esto. Yo, que estudié televisión y vídeo, jamás escuché o aprendí de este crucial momento en la historia de los medios audiovisuales. Y necesitamos más historias así, bien narradas y con otros puntos de vista diferentes a los tradicionales, que nos enfrenten a realidades olvidadas que nos cuestionen y nos sacudan. El arte es para eso.

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