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Sergio Leone y los 900 días del sitio de Leningrado
Casi llegando al inesperado final de su vida, el director que le dio estilo al spaghetti western, buscaba inspiración para realizar un filme de guerra. Luego de entrar en contacto con la potente historia de Harrison Salisbury sobre Los 900 días: el sitio de Leningrado, Sergio Leone encontró lo que andaba buscando en el llamado Apocalipsis de Leningrado. En enero de 1989, el director anunciaba a la prensa en Moscú: «Uno de mis sueños más queridos se hará realidad; por fin voy a poder dirigir una película sobre el cerco de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial»(1). Había logrado un acuerdo para realizar una coproducción ítalo-soviética con Sovexportfilm y el apoyo de los autoridades de la Unión Soviética.
El sitio de Leningrado fue otro de los tantos hechos horrendos de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, es uno de los menos conocidos. Mientras el cine ha dedicado innumerables producciones al exterminio nazi en sus diversas vertientes y ubicaciones, poco o nada se ha hecho y dicho sobre una historia tan truculenta como ésta. En 2009, se estrenó Ataque sobre Leningrado, un filme con más penas que glorias, de Aleksandr Buravsky, de los primeros -sino el único- que intenta llevar a la gran pantalla este suceso que duró cerca de tres años.
La invasión de Leningrado era uno de los propósitos que tenía la Operación Barbarroja, emprendida el 22 de junio de 1941 por orden de Hitler y bajo la responsabilidad de Wilhelm Ritter von Leeb, mariscal de campo alemán. Además, debía controlar toda el área del Mar Báltico, destruyendo las unidades terrestres y las bases navales soviéticas que hubiera en la zona. Al llegar a las cercanías de Leningrado, las tropas alemanas encontraron a una población reticente que había desplegado un complejo sistema de defensa alrededor de la ciudad, disfrazando los perfiles arquitectónicos más reconocibles y se disponían, incluso, a volarla con explosivos colocados por todo el subsuelo, en caso de entrada de enemigo. Ante este panorama y la posibilidad de tener que sustentar a más de 3.000.000 de habitantes de una población enemiga, Hitler ordenó que se les bloqueara y dejara morir de hambre y frío. El sitio duró cerca de 900 días, desde 1941 hasta 1944, y ha constituido una de los eventos más escalofriantes de la historia soviética.
En 1989, Sergio Leone, considerado ya un director reputado, comienza a gestionar el proyecto de este filme bélico. Una historia de una complejidad inmensa, debido a la magnitud de los hechos que debía poner en pantalla y de los requerimientos de una producción de este tipo. Según cuenta su biógrafo, Christopher Frayling, no tenía nada escrito y su estado de salud amenazaba seriamente el proyecto. No obstante, el director comenzó a gestionar los fondos, llevando como garantía su prestigio, la descripción de una secuencia inicial y el deseo de utilizar a Robert de Niro como el personaje protagónico. Leone describía el inicio del filme como un largo plano secuencia que comenzaba en un salón de conciertos, donde ensayaban unos músicos. Uno de ellos guarda el instrumento y se apresta a salir a la calle. Camina por una ciudad destruida, toma un tranvía que pasa, hasta que llega a su estación. Sigue caminando y llega a un edificio. Sube a uno de los pisos, donde lo recibe una mujer, que lo abraza. La cámara se aleja de la pareja, para terminar en una vista desde la ventana, donde la observan 1500 tanques alemanes apostados en la orilla de un río. El personaje que daría inicio al filme era un músico, quizás una referencia a la vida de Dmitri Shostakóvich, músico ruso atrapado por breve tiempo en el cerco, donde compuso su 7a. Sinfonía, llamada Leningrado, que se convertiría, posteriormente, en el símbolo de la resistencia soviética. Conociendo el gusto del director y la importancia que le otorgaba a la música, quizás no sea precipitado imaginar que Leone debe haber pensado en esta magnífica pieza de Shostakóvich para utilizarla en la banda sonora, que como siempre, iba a estar a cargo de su eterno colaborador, Ennio Morricone. El protagonista sería un fotógrafo, interpretado por Robert de Niro, que queda atrapado en el cerco y debe sobrevivir, como lo hicieron los ciudadanos rusos y extranjeros que quedaron en Leningrado aquel fatídico 15 de septiembre de 1941, cuando la ciudad terminó de ser completamente cercada.
La resistencia soviética durante esos años fue extrema. El hambre y la falta de combustible para combatir el duro invierno ruso convirtieron a la ciudad en un infierno. Más de un millón de personas murieron y escritos encontrados con posterioridad narran eventos que superan con creces cualquier ficción. Testimonios como los de Valentina Rothmann, Vera Rogova o Maria Ivanova, recogidos en el libro de Michel Jones, dan cuenta del tamaño del horror. El propio autor, en una entrevista con el diario El País, comentaba que «La Unión Soviética suprimió deliberadamente toda la información sobre el particular. Archivos de la policía secreta que han salido recientemente a la luz muestran que más de 1.400 personas fueron arrestadas, acusadas de canibalismo, y más de 300, ejecutadas«(2).
De hecho, aún siguen develándose fuentes clasificadas, como las que hace dos años, el gobierno ruso, en conmemoración del 70º aniversario de la retirada del sitio de Leningrado, sacó a la luz. Varios diarios de personas que vivieron y murieron en este evento, como Elena Skriábina, una profesora de literatura rusa que el 3 de octubre de 1941 escribía: «Ración de pan: 125 gramos para empleados y dependientes, 250 gramos para los obreros. Nuestra ración (125 gramos) es una pequeña rebanada como para un bocadillo. Ahora hemos empezado a repartir nuestro pan con todos los vecinos, todos quieren compartir su ración. Por ejemplo, mi madre intenta partir su mendrugo en tres partes. Yo me como mi ración entera por la mañana con el café: por lo menos, para tener algo de fuerza al comienzo del día e ir a hacer cola o conseguir algo, intentando cambiar alguna cosa. En la segunda mitad del día, ya me quedo completamente sin fuerzas, sólo puedo quedarme tumbada en la cama»(3). Un atisbo de la situación que llevaría la degradación humana al nivel de la antropofagia, el asesinato y la locura.
Sergio Leone vendría a hacerse cargo de una historia que ni siquiera el propio cine ruso había abordado hasta ese momento. Una historia difícil de emprender y de la que no queda nada escrito. Solo hay espacio para elucubrar en términos cinematográficos cómo se hubiera manifestado la estética Leone en este caso. Sin dudas, creo que hubiera engendrado una obra de intensa hechura y significación. Sus primerísimos primeros planos, sus descripciones de personajes y situaciones, a través de numerosos y creativos planos detalles, la construcción de la tensión, a través del duelo de miradas, del crescendo actitudinal al clímax apoteósico, el ritmo acompasado y tirante, guiado por la música, o el preciosismo estilizado y sarcástico de su manera de representar la violencia le hubieran ayudado a construir una pieza maestra. Hacía ya cinco años que había hecho Érase una vez en América (1984), primer y único filme en el que renuncia a su marco narrativo favorito y que quizás sea la forma más a cercana a lo que pudo haber sido 900 días: Sitio de Leningrado, de Sergio Leone.
(1) 13 de enero 1989. Sergio Leone rodará un filme sobre el cerco de Leningrado. El País
(2)3 de octubre de 2008. Descenso al infierno de Leningrado.
(3) 27 de enero de 2014. Las voces de la guerra: el sitio de Leningrado. Rusia hoy.
Es bueno tener información de la segunda guerra mundial que no provenga de medios «gringos».
Este proyecto, ¿fue continuado por el alemán Joseph Vilsmaier, tras la muerte de Leone? Si es así, es un dato importante que merecía ser incluido.
Los amantes del cine y del arte, nos perdimos de una obra maestra. La genialidad de Sergio Leone contando a su estilo una historia intensa y dramática llena de humanidad.