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Sesenta años de Ánimas Trujano (El hombre importante)
La película que reunió a tres grandes del cine: Ismael Rodríguez, Toshiro Mifune y Gabriel Figueroa
Cuentan que apenas aterrizó en México, Toshiro Mifune declaró que ya se había aprendido de memoria todos sus diálogos en español. El samurái Mifune, el actor japonés de fama internacional, estaba listo para interpretar a un indígena del estado de Oaxaca al suroeste de México: Ánimas Trujano.
Semejante propuesta estuvo a cargo del director de la cinta, Ismael Rodríguez. Uno de los cineastas más prolíficos y sólidos del cine mexicano, quien crearía a través de más de una decena de películas la imagen del ídolo Pedro Infante. Rodríguez, consciente del fin de la era de oro del cine mexicano, decidió darle a la industria, a la institución y al oficio, que envuelve una carrera de más de sesenta años, un impulso a escala internacional. Logrando no solo el primer premio en el 5to festival de cine de San Francisco, celebrado en 1961, sino también las nominaciones como mejor película extranjera en los premios Oscar y Golden Globe, en 1962.
Rodríguez, también conocido como el “director del pueblo”, dedicó toda su vida al cine. Estudió fotografía, fue operador de sonido, trabajó como actor, fue asistente de dirección y tiene una vasta filmografía como director, productor y guionista, en la que se registran algunas de las películas que alcanzaran mayor popularidad en la historia del cine mexicano, como la trilogía formada por Nosotros los pobres (1947), Ustedes los ricos (1948) y Pepe “El Toro” (1953), en la que Pedro Infante desarrolla el personaje más entrañable de su carrera, el carpintero Pepe el toro, un hombre bueno, trabajador y fiel. En esta lista vale recordar también a Tizoc: Amor indio (1957), ganadora del Golden Globe como mejor película extranjera, que cuenta una trágica historia de amor, protagonizada por María Félix y Pedro Infante, quién ganó el premio como mejor actor en el festival de cine de Berlín, el mismo año de su trágica muerte.
Tizoc: Amor indio y Ánimas Trujano son las películas de Rodríguez que alcanzaron mayor reconocimiento internacional y entre las cuales podrían establecerse algunos puntos de encuentro. Ambas se alejan del drama urbano, en el que se ubica el personaje más popular del cine de Rodríguez, para desplazarse a un ambiente rural y para traer al centro de la representación al indígena mexicano, en los dos casos de la región de Oaxaca. En las películas, el protagonista es un indígena que no encaja en el mundo del cual forma parte. En el caso de Tizoc, el problema es su bondad, que no va en concordancia con el ambiente hostil que le rodea, opuesto al sentido del bien y que contrasta con la nobleza y la ingenuidad que él encarna. Ánimas, por su parte, tampoco es aceptado, por no ajustarse a los principios éticos y morales que le harían funcionar dentro de su comunidad y que le proporcionarían una mejor vida a él y a los suyos.
Ánimas Trujano ofrece mucho de lo que ya el cine de Rodríguez estaba acostumbrado a brindarle al gran público mexicano, como el juego constante con elementos del melodrama y la comedia, la imagen de sus actores más queridos y la factura impecable de una obra que se exhibe en gran formato.
Ánimas nos recuerda algunos rasgos del bandido de Rashomon (Akira Kurosowa, 1950), es vulgar, primitivo y salvaje. El filme se permite por momentos regodearse en sus gestos grotescos con cierto aire de comicidad, vemos a Ánimas echado, rascándose el pecho desnudo, mojar sus dedos en la boca y luego jugar con los pelos del pecho, mientras al fondo escuchamos una música incidental con ribetes graciosos. El personaje a veces parece tonto o ingenuo, a ratos totalmente trágico, se pasea por todos estos tonos con libertad y grandeza, sin complejos. En su formato panorámico, en cinemascope, un formato de lujo que exige un trabajo intenso de fotografía, la maestría de Gabriel Figueroa, quien ya había trabajo con Rodríguez en La cucharacha (1959), se expresa a sus anchas. El sello de uno de los fotógrafos más grande de la historia del cine nos seduce con su grandilocuencia en el trabajo de los claroscuros en esta cinta en blanco y negro, la exaltación de los primeros planos de los actores y los maravillosos paisajes que también son protagonistas de la historia que hacen de Ánimas Trujano, también, una película bella. Es imposible dejar de admirar esos primeros planos de Columba Domínguez y Flor Silvestre, qué mujeres tan hermosas, demasiado bellas para ser reales. La película se permite mostrar las marcas de un autor que se puede quedar con una toma más tiempo del necesario para su lectura, regocijándose con los gestos de Ánimas y en la imagen pulcra, casi impoluta de la madre sacrificada, de la mujer que hace todo para defender su idea de familia: Juana (Columba Domínguez).
Ánimas Trujano es una película singular en el cine de Rodríguez, no solo por el hecho de recrear al indígena mexicano a partir de la figura del japonés Mifune, deslastrándolo del referente, de su imagen vinculada a la obra del maestro Akira Kurosawa, llevando al espectador a aceptar lo inaudito como verosímil (gracias también al doblaje del actor Narciso Busquets), cosa muy propia del cine. Sino también porque presenta un drama existencial que trasciende los límites geográficos y culturales que el filme recrea como fundamento de la historia que se nos narra y es por ello que hoy, después de sesenta años, logra cautivarnos y conmovernos. Cuando en la secuencia final el hijo de Ánimas le pregunta al compadre, ¿qué busca mi tata?, el compadre responde, él busca a Ánimas Trujano.