Críticas
La guerra es la guerra (War is War)
Sin novedad en el frente
All Quiet on the Western Front. Lewis Milestone. EUA, 1930.
La película comienza en un aula de enseñanza de Alemania, repleta de jóvenes. Apenas dieciocho años. El profesor les arenga para comprometerse con la patria, para alistarse en el ejército y participar en la guerra que acaba de estallar, para dar el paso de entrada a la gloria. Estamos en 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial, esa contienda bélica que acalló a demasiado iluso y llevó a la tumba a una ingente cantidad de seres humanos, muchos de los cuales iniciaron confiados el camino que conducía hacia la nada.
El profesor y su hedionda proclama es el arranque de otro espeluznante filme sobre la masacre sinsentido producida por la Gran Guerra. Los alumnos son inocentes, crédulos, manipulables, y todos y cada uno de ellos acudirán a la conflagración como si fueran a pasear al parque, a navegar por el río o a recorrer la feria de su ciudad. Pero el universo militar, con posterioridad el bélico, no se acerca en absoluto a lo imaginado por esa juventud aleccionada para edificar nuevos esplendores con los que honrar a su amado país. El director estadounidense Lewis Milestone realizó una extraordinaria película con Sin novedad en el frente. Autor de una extensa filmografía en la que recurre a géneros diversos, probablemente nos encontremos ante uno de sus mejores filmes y además, uno de los mayores alegatos antibélicos de toda la historia cinematográfica.
En este largometraje realmente se llega a comprender la calificación de la Primera Guerra Mundial como “de trincheras”: adelantar 100 metros, retroceder lo avanzado a fuerza de explosivos, avanzar de nuevo para desandar lo conquistado…Y así durante meses y meses, días eternos con hambre, en la suciedad, bajo el bramido de las bombas, en permanente exposición a una desaparición fulminante. El filme, magnífico de principio a fin, hasta se permite el lujo de volver a casa. Aunque sea fugazmente. Un retorno cuyas escenas se encuentran entre lo más imponente del largometraje, sin necesidad de explosivos o trincheras.
La película está basada en una obra literaria del escritor alemán Erich Maria Remarque. Luchó con las tropas alemanas en el frente francés en la Gran Guerra y sus memorias, publicadas en 1929, se volcaron en un libro que no ahorró ninguno de los horrores que vivió. La novela estuvo entre las elegidas por el régimen nazi para su “quema pública”. Afortunadamente, Remarque ya había huido de su país en 1932. El director del filme, Lewis Milestone, apenas unos meses después de su publicación, empezó a trabajar en una adaptación de la novela para el cine, en una época de crisis económica mundial, con el ascenso de fascismos en diversos países y un Hollywood muy interesado por largometrajes de terror, acordes con la sensación de pánico y la miseria reinante. Así, por estos años se produjeron El doctor Frankenstein, de James Whale (Frankenstein, 1931), Drácula, de Tod Browning (Dracula, 1931), o La momia, de Karl Freund (The Mummy, 1932). Milestone, por su parte, intentó y consiguió el mayor realismo para Sin novedad en el frente. Sin banda sonora de encargo, con soldados alemanes (aunque de habla inglesa), con actores desconocidos, sin romances, sin ahorro alguno de detalles cruentos o morbosos. Al respecto, basta con destacar la imagen de las manos agarradas a la alambrada.
El director estadounidense se lanza a la aventura en tiempos en los que el cine sonoro, a pesar de estar en los inicios de su recorrido, había detenido su evolución ante la dificultad técnica que suponía la movilidad de los enormes equipos de sonido. A pesar de ello, Lewis Milestone consigue saltarse dichas dificultades y elaborar una obra que destaca por su dinamismo, por sus constantes movimientos de cámara, ya en forma de panorámicas o desplazamientos frontales o laterales. Aún así, tuvo que soportar críticas que consideraban al filme como un alegato contra la autoridad y el ejército o como provocador de razas juveniles de “cobardes, gandules y traidores” (en palabras del Mayor Frank Pease, presidente del Instituto de Directores de Hollywood). El filme fue prohibido en Alemania por Goebbels, por Mussolini en Italia y no fue visto en Francia hasta 1962. Ganó el Oscar a la mejor película y a la mejor dirección el año de su estreno.
Se intenta en el largometraje una caracterización de los rasgos de personalidad de los intervinientes: el listo, el literato, el miedoso (o prudente) arrastrado al alistamiento en medio de la euforia general; el militar con cargo que resulta un miserable en cualquier ámbito; otro miembro del ejército, también con cargo irrelevante, siempre atento al bienestar de sus compañeros. La obra acierta igualmente en no centrarse exclusivamente y en todo momento en su protagonista, en Paul, interpretado por Lew Ayres. Su actuación le causó gran popularidad, hasta que se le hizo el vacío cuando en la Segunda Guerra Mundial se declaró objetor de conciencia. Será el soldado que en el filme se convierta en el conductor que nos hará transitar entre tanto destrozo, incomprensión y estupidez. Paul es un joven inteligente y práctico. No tardará en entender que lo único importante es la supervivencia con camaradería. Impagable su retorno al hogar, con esos adultos jugando a la guerra en un mapa, la madre enferma y preocupada, la hermana atenta y dedicada a labores domésticas. Y ese profesor que sigue allí, tres años después, con las mismas arengas tras tantos cadáveres, carnicerías y horrores.
Ratas, muchas ratas. Y animales podridos. Y mugre. Y piojos. Navegamos entre unos exteriores apocalípticos que vemos siempre en marrón, nunca en blanco y negro. Un pardo de lodo, barro, detritus y sangre. Mientras tanto, hay que lanzarse a por el alimento (primordial), soñar despierto con aquello que jamás será igual, si es que hay ocasión y sobre todo, continuar adelante en ese recorrido hacia la nada, en esa travesía que alguien ha decidido que hay que vadear. ¿Quién o quiénes son esos “alguien”? Como uno de los protagonistas, Katczinski, reflexiona, “en la próxima guerra, dejad a todos los káisers, presidentes, generales y diplomáticos que vayan a un gran campo de batalla y que luchen entre ellos. Esto nos mantendrá contentos y en casa”. Las conversaciones entre los soldados acerca de razones, causas, motivos o intereses del conflicto no tienen desperdicio.
El director, en cuanto encuentra la oportunidad, coloca su cámara al fondo de las estancias, mientras por las ventanas o esbozos de puertas se vislumbra el transcurso de la vida. Desfiles, paso de trenes, de vehículos o de tropas. Un acierto que en ocasiones sirve para intensificar la soledad que acompaña a los desgraciados protagonistas. Ya lo hemos dicho, nuestros pretendidos “héroes” son alemanes, aunque no hablen ese idioma. Jamás han visto a un inglés, apenas a algún francés. Nada tienen contra ellos. Y lógicamente, se interrogan sobre los porqués de ese baile de muerte. Las guerras no respetan cementerios ni ataúdes. Tampoco dejan margen para espacio alguno que pueda reportar cierta sensación de aire fresco, de belleza, de naturaleza en libertad. No lo hace, no, y dejarse llevar por el instinto puede costar demasiado caro. Ningún resquicio deja esta película para la esperanza. Y esa es su mayor grandeza.
Tráiler:
Ficha técnica:
Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front), EUA, 1930.Dirección: Lewis Milestone
Duración: 133 minutos
Guion: George Abbott, Del Andrews, Maxwell Anderson (Novela: Erich Maria Remarque)
Producción: Universal Pictures
Fotografía: Arthur Edeson
Música: David Broekman
Reparto: Lew Ayres, Louis Wolheim, John Wray, Arnold Lucy, Ben Alexander, Scott Kolk, Owen Davis Jr., Walter Browne Rogers, Slim Summerville, Russell Gleason, William Bakewell, Richard Alexander, Harold Goodwin, Pat Collins
El film, hoy analizado con todo el desastre creado por la especie humana, en su lucha contra si mismo, adquiere una vigencia profunda y nítida de lo que hemos creado a través de las generaciones. Un magnifico libro y una pelicula excepcional del director Milestone.