Críticas

Preadolescencia, pobreza y confusión

Softie

Petite nature. Samuel Theis. Francia, 2021.

SoftieCartelEl actor, guionista y realizador Samuel Theis se inició detrás de las cámaras, en largometrajes, con la codirección de Mil noches y una  boda (Party Girl, 2014), junto a Marie Amachoukeli-Barsacq y Claire Burger. Con la obra obtuvo, en el Festival de Cannes, la Cámara de Oro. En esta ocasión, nos ofrece en solitario la elaboración de un filme que igualmente ha sido presentado en varios certámenes, también con reconocimiento. Softie se centra en la vida de un chico de diez años llamado Johnny, en los momentos en que empieza a tomar conciencia de sus anhelos personales e inclinaciones sexuales. Johnny tiene dos hermanos, uno mayor y otra pequeña. De esta última debe ocuparse ante la constante ausencia de la madre. Johnny, además de cuidar de su hermana, va al colegio. Es un niño despierto e inteligente y conecta inmediatamente con su nuevo profesor. Crece en un contexto social deprimido y de clase obrera en una población de la región de Lorena. Una zona cuyas herramientas de trabajo han desaparecido por la deslocalización, dejando a sus habitantes con pocas oportunidades para salir adelante. 

Los niños y niñas no han faltado en el cine desde su origen, desde las primeras proyecciones de los hermanos Lumière. Podemos nombrar como pionera, en la presentación de una historia desde la mirada infantil, a la directora Alice Guy-Blaché con su cortometraje Fallen Leaves (1912). Así, nos introducimos en una nueva perspectiva que enfoca el mundo sin los condicionamientos propios de los adultos, lo que lleva a interpretar la existencia de forma inocente y confusa. Desde entonces, nunca se ha dejado de rodar con menores, a pesar de la legendaria frase atribuida a Alfred Hitchcock, en la que aconsejaba no trabajar nunca con niños, con animales ni con Charles Laughton. En Softie, desde una focalización centrada en el pequeño, pero sin dejar de lado la realidad exterior, Theis nos introduce en el proceso de descubrimiento de la vida por parte de un preadolescente en proceso de madurez. Johnny está interpretado por Aliocha Reinert. Desarrolla una actuación destacada por su ambigüedad, inocencia y evolución. Nos recuerda, inevitablemente, con su hermosura y destello angelical, al joven Tadzio encarnado por Björn Andrésen en Muerte en Venecia de Luchino Visconti (Morte a Venezia, 1971). Precisamente, cincuenta años después, hemos tenido oportunidad de acercarnos al documental biográfico sobre la trayectoria de Andrésen tras su éxito internacional. Nos referimos a El chico más bello del mundo, dirigido por Kristina Lindström y Kristian Petri (The Most Beautiful Boy in the World, 2021).  

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El tratamiento del mundo infantil en la ficción lleva al espectador a visitar de nuevo su propia niñez. Entraríamos en la estética de la recepción en las actividades artísticas protagonizadas por un niño; en especial, las que se centran en el descubrimiento de la propia sexualidad y en el choque con la moral adulta. Así, las claves para la interpretación de una obra no se limitan a las circunstancias o al universo fabricado por su creador, sino que también se tiene en cuenta al receptor. Todo espectador ha experimentado una infancia y se juega la baza de una mayor identificación por parte del mismo; por mucho que las experiencias propias con las contenidas en la obra resulten ajenas a lo vivido por cada adulto, la identificación con similares características emocionales llevan a una conmoción e implicación mayor. La infancia, como sostenía Rilke, transformada en la verdadera patria. El director francés se ha basado con el largometraje en experiencias propias que también pueden proyectarse en la reconstrucción del mundo por el receptor. La infancia, erigida en un lugar privilegiado desde el que contar historias. 

La única objeción que pondríamos a Softie es la sensación que nos ha dejado de ya vista en otras obras notables . Al respecto, nos acordamos de Jack, del director alemán Edward Berger (2014), Los demonios, del canadiense Philippe Lesage (Les dēmons, 2015), o Rara, filme chileno de Pepa San Martín (2016). Y si buscamos referentes, no podemos olvidarnos de los hermanos Dardenne y  sus propuestas desde el compromiso social. Y si de conexiones hablamos, Softie podría interpretarse como la otra cara de la película El camino, basada en la novela homónima de Miguel Delibes y llevada al cine por Ana Mariscal en 1963. En ella, Daniel, un chiquillo de once años, debe trasladarse a la ciudad para estudiar y poder progresar en el futuro por decisión de sus padres. Un destino impuesto que, en el caso de Johnny, asemeja una utopía. 

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Nos ha interesado especialmente en el filme de Theis la mirada hacia aquellos progenitores egoístas, que únicamente piensan en su propio interés y resultan incapaces de atender o, al menos, escuchar los anhelos y necesidades de sus pequeños; aunque la experiencia propia de los mayores señale directamente a una existencia abocada a ocupaciones de pura subsistencia que no satisfacen. En palabras del protagonista, parece que es lo que actualmente se compara con trabajar en un McDonald’s. También ha despertado nuestro interés el enfoque de la desprotección actual en la que se encuentran los docentes frente a denuncias infundadas de sus alumnos, principalmente las que atañen a la violencia o a la sexualidad. El “no cierres la puerta” se convierte así en una necesaria medida de precaución. Evocamos en este asunto a La calumnia, de William Wyler (The Children’s Hour, 1961), o La caza de Thomas Vinterberg (Jagten, 2012). Sorprende, así mismo, el poco interés parental que se exhibe en la película de Theis frente a la salud psíquica de los hijos. Importa más el qué dirán que el propio bienestar de los menores. 

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Por otra parte, nos admira que en la actualidad el regalo de un libro alegre la existencia de un chico y que, además, lo lea. Recordamos que la semana pasada, estando en una librería, un padre le dijo a su hija: “coge lo que quieras, pero solo una cosa”. ¿Y qué hizo la niña? La elección consistió en un muñeco cuyo nombre desconocemos. ¿Y cómo reaccionó el padre? Pues ratificando que esa era su decisión. Cambiando de tercio, y volviendo al largometraje, nos sumergimos en un ambiente social en el que la comida basura y la pereza ante cualquier desafío físico o intelectual se imponen. Sentimientos de vergüenza, incomprensión y desamparo brotan, magníficamente retratados, en la escena en la que nos sumergimos en un plano secuencia, mientras se cambia de domicilio. Una estampa desoladora y patética, con todos los trastos al hombro, incluso con los peces introducidos en bolsas de agua para que resistan el traslado.

¿Puedo ir al museo? ¿Me permitís solicitar una beca para poder estudiar? ¿Seríais capaces al menos de prestar atención a mis esperanzas sobre el futuro? “Islas que no pisaremos. Islas en las que nunca desembarcaremos. Islas cubiertas de vegetación. Islas camufladas como jaguares. Islas mudas. Islas inmóviles. Islas memorables y sin nombre”. Un poema de Blaise Cendrars, que simboliza las características de la pequeña población obrera reflejada en la película. Un lugar como muchos otros, en los que el contexto social desfavorecido hace muy difícil escapar. Desigualdades socioeconómicas de la Europa actual observadas como una jaula, desde una puesta en escena potente y plena de sensibilidad.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Softie (Petite nature),  Francia, 2021.

Dirección: Samuel Theis
Duración: 95 minutos
Guion: Samuel Theis
Producción: Avenue B Productions, France 3 Cinéma, CNC, Région Grand Est, Cinécap 3, Cinéventure, Canal+, Ciné+, France Télévision
Fotografía: Jacques Girault
Música: Ulysse Klotz
Reparto: Aliocha Reinert, Melissa Olexa, Antoine Reinartz, Ilario Gallo, Izia Higelin, Jade Schwartz, Samuel Theis, Abdel Benchendikh, Jonathan Zito

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