Críticas
Masculinidades por tradición
Solo nos queda bailar
Otros títulos: And Then We Danced.
Da cven vicekvet. Levan Akin. Suecia, 2019.
En Solo nos queda bailar, el realizador sueco Levan Akin dibuja un panorama actual de un estado, Georgia, en el que todavía mandan tradiciones ancestrales, a pesar de un pujante movimiento de la juventud para fomentar cambios sociales. Se trata del tercer largometraje de Akin, tras Certain People (Katinkas kalas, 2011) y The Circle (Cirkeln, 2015). De raíces georgianas, el realizador estuvo tres años preparando el filme, mientras se enfrentaba a la intransigencia y el fanatismo de la Iglesia ortodoxa, esta última en su empeño de demonización ante cualquier proceso evolutivo.
Georgia es un país situado en la costa del mar Negro, entre los límites de Europa Oriental y Asia Occidental. Además, fue miembro de la URSS, tras una historia plagada de invasiones. Quizá por ello, las fuerzas locales, las viejas guardias, intentan por todos los medios preservar sus tradiciones. Aunque sean machistas y homófobas. Estamos ante una sociedad patriarcal muy acusada que persigue con odio y violencia cualquier desvío de los géneros que ha considerado como únicos. La conservación de la identidad cultural se presenta como objetivo básico. El idioma, el alfabeto antiguo, la cocina, la viticultura, el canto y también la danza entrarían en el elenco de protección máxima.
Merab, nuestro protagonista, es un bailarín aprendiz de la Compañía Nacional de Danza. Forma pareja con su compañera Mary y tiene aspiraciones de formar parte del equipo titular. Se trata de un joven que baila, trabaja en un restaurante y se divierte. Pero sus aspiraciones entrarán en conflicto con las de Irakli, otro bailarín, atractivo y confiado, que accede a la escuela con similares pretensiones. El baile, la comida y el humo se hacen omnipresentes e impregnan las escenas a lo largo de toda la película.
El director Levan Akin nos transmite una imagen muy costumbrista del país de sus ascendientes. Colorido y con gran peso del seno familiar. Padres, madres, abuelas, hermanos…; a pesar de rencillas diversas, sus miembros siempre están ahí, protegiendo, avisando, aconsejando. En la realización destaca una intensa profundidad cromática y la agilidad de las tomas con cambios de ambientes sin descanso. Variaciones con escenarios que se repiten insistentemente: el centro de danza, los hogares, la discoteca, la calle como lugar de diversión, el autobús para trasladarse…
En Georgia, entre las costumbres nacionales que no se quieren perder, como queda comentado, se encuentra el baile local. Una danza que se caracteriza por barreras que separan tajantemente los géneros masculinos y femeninos. Está basada en rasgos muy definidos según el sexo y si son los hombres los aficionados o profesionales que lo practican, deben hacer hincapié en lo que se considera rasgos varoniles, en la contundencia de los movimientos. Lo inequívoco en los gestos emerge como regla inviolable. Un ejercicio artístico que no deja hueco para la debilidad y en el que la rigidez y la firmeza se imponen. El realizador Akin refleja en su filme, de manera profusa pero con gran tino, el carácter y los atributos que impregnan este apartado identitario en el país. No obstante, los jóvenes, entre ellos la mayoría de nuestros personajes, han crecido con la influencia de la cultural occidental, del norte de Europa o estadounidense. Y las confusiones entre saltarse las normas o continuar en el redil aprovechándose de ellas se dirime con vacilaciones.
Merab está interpretado de forma notable por el actor Levan Gelbakhiani. Sabe reflejar en su caracterización la evolución que experimenta el joven protagonista desde que conoce a su nuevo compañero en la Compañía Nacional de Danza, a Irakli. Y brotarán las dudas sobre su identidad sexual, sobre el fondo real de sus aficiones, acerca de sus limitaciones…A todo lo citado se une una situación económica precaria y el atisbo de cierto desprecio sobre sus habilidades frente a las de su hermano. Entre cigarrillo y cigarrillo, local o importado, y entre copa y copa, el personaje va a evolucionar, de la mano de un guion correcto, aunque un tanto reiterativo. Merab progresa en su trayectoria de búsqueda sobre la propia identidad en un viaje emocional que se posiciona entre los mejores elementos de la película.
Dentro del filme y de su extraordinaria coreografía, se erige como escena más destacable la del baile final. En la misma, el protagonista se adueña de la tradición de la ruda danza natal para convertirla en algo suyo. Una apropiación de la norma para, jugando con sus roles, golpearla con intensidad hasta vaciarla de contenido. La desobediencia desde el acatamiento. Un ejercicio de gran belleza y fuerza expresiva que explota empujado por todas las tensiones acumuladas.
Solo nos queda bailar se presentó en la Sección Oficial de Largometrajes del pasado Festival de cine de Valladolid. Precisamente, Levan Gelbakhiani consiguió el premio a la mejor interpretación masculina por su caracterización de Merab. Pues bien, en esa última edición de la SEMINCI Georgia participó como país invitado. Entre la veintena de títulos proyectados, realizados en su mayoría en las dos últimas décadas, y en lo que aquí concierne, destacamos el cortometraje Prisionero de la sociedad (Sociumis patimari, 2018). Se trata de la lucha de una joven transgénero, encarcelada entre las concepciones retrógradas de sus mayores y sus propios deseos y esperanzas. Otro reflejo de las tensiones que se están viviendo en el país ante el avance de los movimientos LGBTI.
Estamos ante una denuncia valiente sobre la existencia de homofobias execrables que personalmente desconocíamos y que están sucediendo en unos lugares no tan distantes. Sirva como ejemplo que el rodaje, realizado en Tiflis, hubo de abordarse en secreto y con protección. Algunos bailarines no se atrevieron a participar por miedo. Ningún apoyo se encontró entre los grupos de danzas más importantes del país, que fueron advertidos por autoridades que “la homosexualidad no existía en el baile georgiano”. Y no se andaban con amenazas vacuas: resulta un motivo de expulsión, por lo que el secretismo se impone para intentar salir adelante. Mucho sufrimiento que quizás, como se sospecha y se aconseja, de momento únicamente puede sortearse en tierras lejanas.
Tráiler:
Ficha técnica:
Solo nos queda bailar / And Then We Danced (Da cven vicekvet), Suecia, 2019.Dirección: Levan Akin
Duración: 106 minutos
Guion: Levan Akin
Producción: Coproducción Suecia-Georgia; AMA Productions / RMV Film / Inland Film / French Quarter Film / Takes Film
Fotografía: Lisabi Fridell
Música: Zviad Mgebry, Ben Wheeler
Reparto: Levan Gelbakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvili, Giorgi Tsereteli, Tamar Bukhnikashvili, Marika Gogichaishvili, Kakha Gogidze, Levan Gabrava, Ana Makharadze, Nino Gabisonia, Mate Khidasheli, Aleko Begalishvili, Nia Gvatua, Lucas Hesling, Ketie Danelia, Giorgi Aladashvili
Una gran película, con interpretaciones muy destacables, una dirección extraordinaria y un guión valiente.