Críticas

Swung

Spider-Man 3

Otros títulos: El Hombre Araña 3.

Sam Raimi. EUA, 2007.

Hay obras que no son apreciadas por el público. Es como si algo faltara y, después de unos buenos momentos iniciales, el resultado final cayera en una cueva de la que nunca podrá salir. No se habla tanto de odio, sino de decepción, de aquella falta de amor que los productos cinematográficos requieren para que el disfrute sea completo. O, quizás, más que amor sería correcto hablar de permitirles a los espectadores pasar unas horas con cierta tranquilidad, siguiendo las aventuras de los protagonistas y así olvidar, tan solo por un diminuto rato, los problemas de la vida real. Y, efectivamente, habría que preguntarse por qué seguimos viendo lo que el mundo de las imágenes en movimiento nos propone, ya que la estrategia narrativa de la mayoría de los productos sigue siendo la misma: ¿acaso nos gusta revivir las mismas estructuras, los mismos desafíos, las mismas conclusiones? Por supuesto que si se produce algo dentro de un género muy conservador es verdad también que las posibilidades de cambio radical son casi nulas, lo cual implica que es posible ver un derrumbe de la calidad de lo que fue, antes, algo que nos había fascinado.

Quizás sea esta, entonces, la causa de que la tercera entrega de la trilogía de Raimi sea la menos amada, injustamente (por lo menos, así diremos). Una cuestión que se basa en la dificultad de crear un producto dentro de una arquitectura, la comiquera de los superhéroes de Marvel, que muy poco espacio le permite a la idea de variar los elementos narrativos y que, como muchos ya se habrán dado cuenta, deja poca posibilidad a un camino narrativo real. Y esto porque, efectivamente, lo que se les pide a los superhéroes es que queden siempre iguales, que nada cambie, que todo siga siendo lo mismo; una necesidad, esta, que a lo mejor poco que ver tiene con las reales exigencias del público (quien muchas veces pide estos cambios y una visión narrativa real) y mucho con la cuestión de presentar el mismo producto por cuestiones comerciales. Un problema, entonces, de decisiones por parte de productores que poco o nada de artístico tienen, y que se interesan por reproducir y repetir un esquema que ya había funcionado (if it ain’t broke, don’t fix it).

Se dice que las ideas de Raimi para el tercer capítulo habrían sido no tanto descartadas, sino “re”, o sea re-elaboradas, re-estructuradas, re-escritas. Y esto quizás se nota, ya que la presencia del antagonista negro (el Venom de Eddie Brock) parece no encajar plenamente con el mundo del hombre araña de Raimi, más de carácter clásico (los años sesenta y setenta de Lee, Romita y sobre todo del increíble maestro Steve Ditko). Venom, de hecho, es un producto de los años ochenta y, sobre todo, noventa, un personaje cuya dimensión fílmica en esta trilogía resulta ser malograda, si bien no completamente. Lo mismo se puede decir de Gwen Stacy, quien se convierte en un personaje tan secundario que al final resulta olvidable. Y no, si bien estas palabras podrían haber parecido un poco negativas, no significa esto que el resultado final sea pésimo o desechable. El tercer capítulo de Raimi se deja ver y no es tan horrible, ya que el Diablo muchas veces es menos feo de como lo pintamos.

Se podría intentar afirmar que la primera película había sido una apuesta y que Raimi se había acercado a su deber de director con cierto miedo (no psicológico, por supuesto, sino de carácter “laboral”). Si el filme hubiera salido bien se habría sentado la base para seguir adelante, pero, para que esto tuviera lugar, solo se podía crear un producto que osara poco. La segunda película, mientras tanto, había sido una explosión autoral, en la que Raimi y sus colaboradores habían tenido más libertad gracias al éxito de la primera. Allí se nota, entonces, un carácter más bien preciso, la huella de un director que sabe cómo mover la cámara. La tercera película sería entonces la concreción de la voluntad de los productores, de quienes deciden qué hacer para vender más (vender es sacrosanto, vender más a toda costa es, quizás, algo falaz), a menoscabo de la voluntad autoral, o sea la artística. Hay que notar que las películas de superhéroes no son obras de arte de primera calidad. Nacen como productos muy sencillos, sin una gran profundidad en su mayoría (las hay que fingen ser más de lo que son). Resulta así, a lo mejor, poco correcto hablar de sacrilegio ante esta tercera entrega, que bien se apoya en las limitaciones de su género. Tiene una forma poco precisa, por supuesto, a veces muestra sus imperfecciones, y la narración puede volverse muy compleja (de aquella complejidad innecesaria), pero, sí, como punto final de una narración como la del Peter Parker de Raimi funciona y, si bien no es excepcional, merece la pena ser vista.

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Ficha técnica:

Spider-Man 3  / El Hombre Araña 3 ,  EUA, 2007.

Dirección: Sam Raimi
Duración: 139 minutos
Guion: Sam Raimi, Ivan Raimi, Alvin Sargent
Producción: Laura Ziskin, Avi Arad, Grant Curtis
Fotografía: Bill Pope
Música: Christopher Young
Reparto: Tobey Maguire, Kirsten Dunst, James Franco, Thomas Haden Church, Topher Grace, Bryce Dallas Howard, James Cromwell, Rosemary Harris

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