Críticas

El evidente principio de un legado

Stereo

David Cronenberg. Canadá, 1969.

La inagotable exploración de la multidimensionalidad humana ha llevado a científicos de todas las épocas y disciplinas, a profundizar en el conocimiento de la biología y la psicología hasta los linderos del microcosmos tisular y el macrocosmos emocional, sin embargo, los vasos comunicantes que alimentan recíprocamente la esfera psíquica y la biológica, han quedado en el terreno de los filósofos y los artistas. En este terreno en particular, el caso de David Cronenberg encarna al artista-científico, que, sin reserva alguna, abre la caja de Pandora hacia una exploración libre de las dimensiones biológica y psicológica y de la fuerza que las amalgama, la energía sexual.

Es el Cronenberg científico quien, en un afán de montar extremos experimentos controlados, lleva a sus personajes a límites apenas tolerables por los tejidos, las células y los cuerpos que los encarnan, mientras sus mentes y esferas emocionales, son también expuestas a experiencias límite que transitan en el terreno de lo intolerable. Al mismo tiempo, y en una mirada dual, el Cronenberg artista es quien retrata el experimento buscando los detalles más incómodos para sensibilizar al espectador hasta lograr despertar en él, a través, primero, del morbo y luego, de la empatía, una comprensión del resultado del experimento que logre ampliar el panorama del estudio de la humanidad multidimensional.

En Stereo (1969), la primera película del director canadiense, éste se presenta en un falso documental como el científico que es, mucho antes de su primera Crimes of the Future (1970), de Shivers (1975) o Rage (1976), pero con elementos claramente sólidos tanto narrativos como estéticos, que mantendrá con una exquisita constancia durante toda su filmografía. El experimento que parece iniciar en esta obra en blanco y negro mantiene tan admirable continuidad a través de los años, que perfectamente puede leerse entrelíneas en su más reciente Crimes of the Future de este 2022.

La película muestra, en un formato tipo documental, los experimentos más recientes de la llamada “Academia Canadiense de Investigación Erótica”. En ellos, se busca probar la teoría del Dr Stringfellow, que revelaría las ilimitadas posibilidades para experimentar placer sexual, más allá de la esfera física y de la pulsión sexual convencional. Para conseguirlo, se revela que a un grupo de jóvenes se les ha practicado una cirugía cerebral, que haciéndoles perder el lenguaje hablado, les ha permitido desarrollar capacidades de comunicación telepática. Los experimentos consisten en someter a los chicos a diferentes ambientes de exploración sexual individual y grupal. Sin embargo, habiendo probado que las formas de expresión del placer sexual abarcan un polimorfismo casi infinito, la transformación de la personalidad en los individuos expuestos a la telepatía, llevó al fracaso emocional y físico, transformando las pulsiones afectivas en violencia e incluso el suicidio.

El filme es de una extrema sencillez formal que consigue integrar al espectador como si de una conferencia magistral se tratara, esto gracias a su formato en blanco y negro con un montaje más demostrativo que artístico, y la a voz en off que relata el contexto del experimento, aunado a la despreocupada actuación de los protagonistas, que son perseguidos por una cámara más ansiosa de documentar los resultados del experimento, que de mostrar un encuadre académico. La obra, lineal en su narrativa, pero circular en su presentación, abre y cierra con un extravagante personaje que se encarga de desorientar en la dimensión de la temporalidad al espectador, ni presente ni futuro, es el tiempo de Cronenberg, esto libera al espectador de cualquier responsabilidad de cuestionar la verosimilitud de la ciencia presentada en el proyecto, y será también un elemento constante en el autor.

El artista-científico expone ante la pantalla, no solo el resultado de un experimento psicosexual, sino su propia elaboración conceptual del ser humano, como un masa de tejidos sometido a la energía liberada por el choque encontrado de la fuerza mental contra la fuerza sexual. Sus personajes no temen ser captados cediendo ante el deseo, así como tampoco muestran reparo en dejar su desnudez erótica ante la cámara. En su desenvolvimiento suprahumano, movidos por la telepatía y la sexualidad polifacética, la telepatía deja a la luz lo desdibujado de los límites y las fronteras entre lo masculino y lo femenino, y entre la sexualidad reproductiva y la erótica explosiva. Cronenberg abre al espectador aquello que late en el cuerpo humano y de lo que poco se habla. El carácter académico del filme deja espacio para justificar el proceso de evolución desde el morbo a la empatía.

El filme Stereo es una suerte de carta de presentación de un ideario cronenberguiano que se mantendrá constante, pero en evolución. Los personajes de Stereo, aun siendo humanos, son despersonalizados y migrados a una zona transhumana, donde se sufre por ser diferente, donde la violencia aflora de entre la carne y donde lo grotesco dará pie a una belleza no convencional. Esta despersonalización física y mental del ser humano es un fenómeno que no dejará de verse en la obra posterior, por ejemplo la nodriza y los niños mutantes en Cromosoma 3 (1979), el científico mutante de La mosca (1986) o el artista de la evolución en la reciente Crimes of the Future (2022), por mencionar solo algunos entre una miríada.

A pesar de la extrema sensibilidad de la transmutación humana, tema constante en la obra del canadiense, su visión estética del fenómeno consiste en despertar la repulsión del hombre común, para sensibilizarlo con su personaje y que el morbo despierte poco a poco empatía con quien sufre, no solo el protagonista, sino aquellos que lo rodean y que sufren también los efectos de esta transformación. Podemos situar a las chicas de Stereo como prototipos de seres que por sus capacidades transhumanas son elevados por encima del hombre común, pero que luego caen bajo el peso de su propia transformación, tal como los zombis hipersexuales de Shivers (1975), los buscadores de Scanners (1981) o los hermanos Mantle de Inseparables (1988).

Es evidente que Stereo, en su sencillez formal y su complejidad narrativa, es una pieza clave para entender cómo es que el artista-científico consigue que el espectador supere la nauseosa repulsión de ver al ser humano disecado y expuesto en su anatomía y su psicología, para congraciar con su sufrimiento.

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Ficha técnica:

Stereo ,  Canadá, 1969.

Dirección: David Cronenberg
Duración: 63 minutos
Guion: David Cronenberg
Producción: David Cronenberg
Fotografía: David Cronenberg
Reparto: Ronald Mlodzik, Jack Messinger, Iain Ewing, Clara Mayer, Paul Mulholland, Arlene Mlodzik, Glenn McCauley

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