Críticas
Proscrita
System Crasher
Systemsprenger. Nora Fingscheidt. Alemania, 2019.
Benni es una niña de nueve años. Tiene madre y dos hermanos, pero casi toda su existencia ha transcurrido con familias de acogida o en centros de internamiento de menores. La película se desarrolla en Alemania, en época actual. A la protagonista, a Benni, ya desde la primera escena la vemos como una cría muy conflictiva, peleona, mal hablada, arisca, chillona, violenta… Vamos, una delicia de criatura. Tampoco está precisamente rodeada de mayores que le muestren un afecto o atención más allá del profesional, del educativo, asistencial o médico. System Crasher es el primer largometraje de ficción de la realizadora alemana Nora Fingscheidt, una mujer que cuenta con una larga trayectoria en cortometrajes. La obra se presentó con aclamación de crítica y recibió varios premios en el Festival de Berlín en 2019.
El filme de Nora Fingscheidt impacta. Su desgarro y dureza no pueden dejar indiferentes y cuanto menos, además del sufrimiento que se experimenta como espectadores ante la jaula de hierro que sucesivamente va estrechándose sobre Benni, además de ello, ofrece muchos interrogantes de complicadas soluciones. Mientras seguimos a la niña entre ataques de histeria, actos violentos y sosiegos momentáneos, la problemática de la situación vital de la cría nos será presentada con diversos puntos de vista. Tendremos la oportunidad de contemplarla tanto desde el prisma de la propia afectada como el de asistentes sociales, educadores, médicos o familiares. Todos y todas tendrán la oportunidad de mostrar inquietudes, soluciones o imposibilidades.
Entre los mayores aciertos del largometraje, además de su guion, autoría de la propia directora, se encuentran el gran manejo en el encuadre y el montaje. La cámara va modificando su amplitud sin perder el protagonismo de la menor. Y juega en distancias para acercarse sin piedad a Benni cuando pierde el control o alejarse y alejarse hasta mostrarla en lo más profundo de su soledad, con grandes planos, quizás intentando enseñarnos el único cobijo que puede encontrar en este mundo: la naturaleza, amable en ocasiones pero también en muchas otras inhóspita y despiadada. Y en el primer caso, esto es, aquellos en que los gritos, los golpes o incluso la sangre se apoderan de la imagen, los cortes bruscos se adueñan de la situación para provocar de manera efectiva descontrol, además de pánico.
Al acierto en la puesta en escena contribuye de manera decisiva la interpretación de Helena Zengel como Benni. Su actuación se rodó cuando solo contaba siete años. Resulta espectacular la calidad de registros que puede acumular, sin que chirríe ninguno de ellos. Ya sea berreando, con lloros, con inquina, mostrando cariño, sonriendo o atacando física o verbalmente. No importa, puede con ello. Y ante todo, frente a ese oscuro laberinto en el que se encuentra sumido su personaje, sabe resaltar el verdadero requerimiento de su alma: la necesidad de recibir amor. Porque Benni está sola y probablemente enferma, con traumas que debe superar. Y es recogida por distintos servicios asistenciales, porque en algún sitio tiene que estar, sin entusiasmo, también sin esperanza; pero Benni, por desgracia, intenta agarrarse a aquellos clavos que no pueden sustentarla, por mucho que ella lo desee. Y como medida de supervivencia, no puede más que aparcar e intentar olvidar los sucesivos rechazos que va acumulando.
Ya se habrán dado cuenta que Benni no es una niña cualquiera. Como adelanta el título del filme, se la podría calificar como “rompesistema”. Sus inestabilidades y trastornos son evidentes. Ingrata, indisciplinada, prácticamente sin escolarizar por negativa propia… Una menor que, paradójicamente, ya lo verán, tiene como único objetivo en su existencia regresar con su madre, una verdadera bruja que parece estar convencida de que la placenta debe expulsar a bebés educados. Un mal bicho que no solo es capaz de desprenderse de su hija; además, está ampliamente capacitada para intentar evitar cualquier contacto. Entre las escenas más desgarradoras no se encuentran las violentas, sino en las que Benni se queda esperando, sin éxito, la llegada o la llamada de su progenitora.
Estamos en Alemania, en uno de los países más desarrollados del planeta y su sistema asistencial va a procurar que la chiquilla no se quede sola en el camino, esperando a una madre que no está dispuesta a ocuparse de su hija. Y Benni encontrará otros sustentos en su trayectoria, aunque no sabrá interpretarlos de manera adecuada. En el país germano hay padres de acogida, centros de asistencia, educadores, internados para mayores de doce años, incluso guardaespaldas (llamados escoltas), que no sabemos si están para proteger a la interesada de los que la rodean, o viceversa. Y tampoco hay que olvidarse de estancias hospitalarias o de tratamientos de choque o experimentales. Con estos últimos, en sus alojamientos, no faltarán ataduras, mientras se mira por el cristal, esperando con tristeza la visita que nunca llega.
System Crasher nos ha hecho rescatar del recuerdo otra magnífica película alemana de 2014. Nos referimos a Jack, del realizador Edward Berger. Con Benni, su protagonista comparte una edad similar y también se encuentra a la búsqueda de su madre. Otra mujer irresponsable y siniestra que igualmente despierta el rechazo y desprecio del espectador. Pero hay una diferencia entre Benni y Jack: mientras la primera mantiene una actitud de extrema rebeldía frente a la sociedad, el segundo asume su situación con valentía y arrojo. En cualquier caso, dos pequeños abandonados por el egoísmo e ineptitud de sus progenitoras, incapaces de distinguir aquello que es prioritario frente a cualquier cosa o persona.
¿Qué se puede hacer con los menores que se niegan, por las circunstancias que sean, a socializarse mínimamente para dejar de ser un peligro para ellos mismos y para los demás? Probablemente, ni los países con mejores recursos son capaces de asumir en su seno a seres totalmente inadaptados y que ya han agotado todas las posibilidades del sistema. A Benni únicamente le importa volver junto con su madre. No tiene ningún interés adicional que le haga reflexionar para modificar su comportamiento y su futuro. La televisión y las lechuzas se han convertido en entretenimientos únicos. Mientras tanto, va pasando el tiempo y las oportunidades para salir, al menos mínimamente del hoyo, se alejan. Y en el camino, seremos conscientes tanto de la evolución o involución de la niña como de los trastornos que ocasiona su relación con los profesionales que intentan cuidarla y socializarla.
Con angustia, sin apenas dejarnos llevar por las transiciones de alivio que el guion ofrece, seguiremos los desatinos de Benni en un camino que la directora Nora Fingscheidt se esfuerza en mostrar crudo, gélido como la temperatura, sin complacencia alguna hacia los espectadores. La autora ofrece una integridad de miras hacia su obra desde el inicio hasta el cierre. Justo en ese momento en que el cristal se quiebra y nos quedamos con los sones de la magnífica canción de Nina Simone, Ain’t Got No, I Got Life, mientras escuchamos: “… No tengo madre, no tengo cultura, no tengo amigos, no tengo estudios, no tengo amor, no tengo nombre, no tengo billete, no tengo ficha, no tengo dios…”.
Tráiler:
Ficha técnica:
System Crasher (Systemsprenger), Alemania, 2019.Dirección: Nora Fingscheidt
Duración: 119 minutos
Guion: Nora Fingscheidt
Producción: Kineo Filmproduktion Peter Hartwig, Oma Inge Film, Weydemann Bros, ZDF/Das kleine Fernsehspiel See
Fotografía: Yunus Roy Imer
Música: John Gürtler
Reparto: Helena Zengel, Albrecht Schuch, Gabriela Maria Schmeide, Lisa Hagmeister, Till Butterbach, Peter Schneider, Barbara Philipp, Julia Becker, Hadi Khanjanpour, Stella Brückner, Victoria Trauttmansdorff, Maryam Zaree, Tedros Teclebrhan, Matthias Brenner, Melanie Straub, Imke Büchel, Roland Bonjour, Asad Schwarz, Gisa Flake, Axel Werner