Cafe-para-llevarCafé para llevar ha sido dirigido por Patricia Font y es su segundo cortometraje después de Duna y el ogro, que realizó en 2001, y de varios trabajos para televisión. Se encuentra sumergido en la carrera final por los premios Goya. Desde un punto de vista académico, no existen, a priori, muchas dudas de que entrará a formar parte de los cinco finalistas. No obstante, hay que tener en cuenta que el cortometraje remite irremediablemente a la historia de Diana, el personaje de la película Nueve vidas de Rodrigo García. Aquella que se desarrollaba en un supermercado y que retrataba el rencuentro de una vieja pareja mediante un plano secuencia. Todos los elementos, salvo el entorno (supermercado / bar), son los mismos. En Café para llevar, desde el encuentro fortuito y casi hasta el final, aunque difiere ligeramente, el llanto de Alicia (Alexandra Jiménez) recuerda al de Diana en la calle, frente al supermercado.

La construcción y el desarrollo de la historia, por tanto, es idéntica también a la historia de Rodrigo García, ya que los dos personajes bien podrían llegar a estar dispuestos a dejarlo todo en algún momento, pero el tiempo ya ha abierto una brecha en sus vidas, interponiendo un abismo insuperable para ambos (Alicia se va a casar y la mujer de Javi [Daniel Grao] se encuentra embarazada; cuando en Nueve vidas era Robin Wright la que lo estaba).

Formalmente el cortometraje es de una bella factura, así como las interpretaciones de sus actores, pero son excesivas sus similitudes con el plano secuencia de Rodrigo García.

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El-ilusoRodrigo Sorogoyen ha hecho, sin tener en cuenta todo lo realizado para televisión, El iluso como trabajo inmediatamente posterior a su triunfal Stockholm. Y ha resultado ser un trabajo diametralmente opuesto a su anterior largometraje.

El iluso es un cortometraje, rodado en blanco y negro, que rebosa optimismo y, casi se podría decir, amor por el cine. La premisa consiste en que Max (Jesús Caba) debe tirar la basura. Pero al llegar al sitio en que se encuentran los contenedores, falta aquel en el que la debe tirar, de modo que tendrá que trasportar la bolsa durante todo el día. A priori, la temática se centra en la necesidad de hacer tomar conciencia de que hay que reciclar. Max vive en un mundo de felicidad en el que sueña con hacer cine.

Así, llega a existir la posibilidad de hacer un casting con Ridley Scott, que ha venido a Madrid a un rodaje (en el que actúa como figurante), y ve la posibilidad de llegar a conseguir un papel en la película que quiere hacer el estadounidense.

La película de Sorogoyen es un ejercicio para tener claro cómo no renunciar a nuestros sueños. No hay nada que impida que Max sea feliz. Toda una filosofía la que encierra la película.

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MemorandumMemorándum de Juan Millares es una de las joyas que se han proyectado este año en el Festival de Alcine. Una voz en off explica los motivos que le han llevado a tomar la decisión de dejar el puesto que ocupa en ese momento. Esa decisión ha sido provocada por el visionado de una película muda. Se trata de una breve película industrial de la Westinghouse que fue realizada por Billy Bitzer en 1904, titulada Girls Taking Time Checks. Las trabajadoras de una fábrica guardan fila y empiezan a desfilar para fichar en el trabajo.

Memorándum está construida a base de capas y podría entenderse de muchas maneras. Podría verse en ella, por ejemplo, un lamento de pérdida. La pérdida de la mujer amada del protagonista del que, por cierto, nada sabemos, excepto su manía u obsesión por el orden.

Podría verse en este cortometraje una vuelta a los orígenes del cine, una forma de indagar en esas películas mudas, o incluso más que en esas películas, en los modos de organización del trabajo. Y ni siquiera sería necesario tampoco, porque el uso de este filme de la Westinghouse, bien podría entenderse como una excusa para introducir la idea antes citada (la del orden) y montar todo un dispositivo en torno a la misma, para terminar relacionándola con su amada.

Podría verse en esta historia otro lamento de pérdida que no fuera en esta ocasión el de la mujer amada, sino el de una época determinada y el de un tipo de cine que se hacía en dicha época.  Y es que aunque el protagonista llegue a manifestar que no le gusta el cine, de lo que no hay duda es de que esta pieza se termina revelando como toda una declaración de amor al cine.

Pero, ¿de qué nos está hablando Javier Miralles? De cine, de amor, de amor al cine, de teorías de organización del trabajo. Su acierto ha sido saber cómo fundir la idea de unas chicas que hacen fila, cuando está a punto de que dé comienzo su jornada laboral, para fichar con la idea de la pérdida de la amada, pero con humor e inteligencia.

Se puede ver así, en definitiva, este corto como un delicioso juego, como una muñeca rusa casi infinita, a la que hay que desmontar para comprenderlo, y es como si siempre hubiera una nueva muñeca en el interior de la que acabamos de desmontar.

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