Al filo de la democracia afichePetra Costa nos introduce en los sucesos vinculados al impeachment de la presidenta Dilma Rousseff y el juicio al expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, como parte de los procesos vinculados al caso “Lava Jato”; y relaciona estos eventos con su historia familiar, estableciendo lazos que sugieren una continuidad entre pasado y presente.

El espacio es el gran protagonista. Su administración conlleva momentos que aclaran vínculos de poder. Petra Costa gusta de exponernos a lentos recorridos por el interior y aledaños del Congreso. Queda claro, esos vacíos que la cámara transita en suaves travellings, para detenerse lentamente a panear, escudriñan las amplias salas, queriendo develar un secreto. Esos lugares esconden las ausencias del poder verdadero, el que, aunque no esté, siempre está allí. Son los empresarios quienes manejan la política  a su antojo, mediante las financiaciones de campaña y los sobornos. La cámara sale del Congreso y nos ilustra con dos picados que muestran sendos mármoles tallados, en reconocimiento a las empresas constructoras que contribuyeron a mejorar las instalaciones parlamentarias, tanto bajo gobiernos de derecha como de izquierda. Recordamos las palabras de un empresario a un representante nacional en los festejos por la destitución de Dilma: “Yo siempre estoy aquí. Ustedes, los políticos, son los que cambian”. Es la presencia invisible en el vacío.

La falta de conciencia popular registra la corrupción, pero no esa presencia permanente, que se extiende a todo el sistema político sin excepciones. Los recurrentes planos cenitales exaltan una mirada de control, el ojo que ve sin ser visto, que abarca grandes extensiones de la ciudad, ya sea con tráfico de vehículos o en desolación, pero, fundamentalmente, es el registro de las masas que defienden posturas opuestas, tal vez en el lugar equivocado. No logran captar lo que está más allá de las circunstancias políticas, explícitas en la puja izquierda-derecha o comportamiento ético versus corrupción. La cámara nos demuestra cómo los manifestantes son ajenos a esa manipulación.

Al filo de la democracia fotograma

El montaje expresa, por asociación, un cúmulo de ideas complementarias en la línea del poder, un juego de ausencias necesario, que produce presencias; y la observación, más allá del registro del observado, que entiende la oposición, pero no la lógica perversa de un sistema amparado en paradojas nominales. Estrategias de conservación del statu-quo, el poder no está donde lo vemos.

El reconocimiento es llevado al límite de fanatismos que obturan la posibilidad de conocer, el ojo que contempla desde arriba no es divisible; el observado sigue siendo controlado, aunque no lo note, las protestas no llegan a cambiar nada. La relación de poder se define a favor de las sombras, el conocimiento no llega.

Un manifiesto militante lleno de imágenes y exacerbaciones que brindan una pobre imagen, tanto del pueblo brasileño como de sus representantes. La responsabilidad y seriedad naufraga en el exitismo político. La razón es utilizada en propio beneficio, y el resultado final es festejado a modo de carnaval carioca, aunque sin desfile, pero con mucho “circo”. Un espectáculo infantil, a la vez que vergonzoso: se festeja la destitución de un presidente electo mediante el voto popular.

Democracia Em Vertigem escena

Los protagonistas y la cámara se dividen para expresar diferentes realidades, aun coincidiendo en el plano. Se suele decir algo diferente de lo que expresa el fanatismo. El foco lo utiliza para expresar una conciencia parcial, que pasa por un reconocimiento sin conocimiento. El entramado que se entreteje en un más allá, capturado desde planos cenitales, no se registra, es solo para el espectador. La doble vía es el enceguecimiento de las masas en reconocimiento de sus líderes, en contraposición al poder trascendente, no partidizado, que utiliza la política para la acumulación de capital, en aras de mantener una estructura, que solo cambia en apariencia; la sustancia permanece.

Lula, gran convocante de masas, traerá el corolario de la idea como representación permanente, aquí, los planos aéreos se juegan en función del poder convocante y del aprovechamiento del intento de promover un pensamiento, en la encarnación del personaje popular. La esperanza es la circunstancia como semilla dispuesta a germinar en el futuro. Es la acción que se convalida, más por el reconocimiento, que por el conocimiento. El carisma contiene la esperanza que puede hacer germinar la idea.

Primeros planos de Lula se contraponen a picados y planos cenitales, junto con algunos primeros planos que rescatan la emoción de los adherentes. Generación de clima emocional, que quizá en un futuro sostenga la germinación de la idea. Se debe trascender al personaje para mantener viva le esperanza del cambio. Otra vez, el reconocimiento precede al conocimiento cabal de circunstancias, que pueden llegar a eternizarse si el pensamiento, en tanto conocimiento, no prospera. El movimiento de masas debe ser urgentemente transformado para que no aparezcan los Bolsonaro, ya presentados en secuencias anteriores.

Democracia em vertigem plano

Un documental dinámico, entretenido y profundo, desde imágenes que saben invitar a la emoción y a la reflexión por igual.

Un tour que, someramente, nos empapa en intereses, sucesos, emociones y consecuencias; entramos y salimos todo el tiempo, pasamos de la reflexión a la emoción en breves instantes. El manejo del tiempo juega una partida necesaria para establecer la diferencia. Jugamos en dos planos: emocional y reflexivo, inconsciente y consciente; un intento de reconciliación, reconocimiento y conocimiento; la unificación puede traer transformación.

Un plano medio permite registrar el entusiasmo de Temer y su auditorio, ante la promesa de la recuperación de valores tradicionales. Lo religioso está  presente una vez más. Primero fue la veneración y condena de candidatos, en tanto figuras idealizadas o satanizadas; ahora, es la sociedad y la incuestionable  vuelta al statu-quo. La rigidez inunda por completo el trabajo de Petra Costa. No es un defecto técnico, sino  la plena referencia al estado actual de la sociedad brasileña, en todas sus dimensiones.

Un documento esmerado y presentado desde lo ideológico de manera sutil, pero contundente, que expresa la idiosincrasia brasileña desde todos los ángulos. Un trabajo comprometido, desde las raíces y el sentir de alguien que nació en la diferencia y el conflicto, muy a su pesar. Un trabajo para visionar dentro de un tiempo, y cotejar si, en realidad, la idea, a conciencia cabal, logró unirse a la emoción.

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Amor de calendario afiche Nos encontramos frente a una comedia directa y de ritmo vertiginoso, fiel reflejo de tiempos en constante cambio, donde la tradición se cuela bajo el formato actual de lo explícito.

La velocidad de los diálogos, los movimientos de cámara, con travellings que se detienen para panear velozmente y ampliar al cuadro los detalles de puestas en escena festivas, son factores que trasmiten esa sensación de ansiedad, de vértigo; la vida rápida que expresa la tradición del matrimonio como deseo familiar impuesto socialmente. Punto de unión entre lo actual y lo convencional, como algo que se mantiene más allá de transformaciones sociales en las formas de comunicación.

A pesar de la futilidad de contenidos, la narración logra hilvanar una historia que admite juicios, más allá del consumo de un producto comercial. Los contenidos parodian la permanencia de valores despojados de recato. Lo privado se hace público y va a la búsqueda de la sonrisa, justamente por eso, por lo absurdo de una transgresión, como tal, carente de sentido. La barrera social de las formas y lo no dicho, es objeto de burla que no remite a prohibición alguna, sino a algo explicitado, naturalizado. El sexo es uno de los ingredientes que ingresa en este registro, juega en doble posición: se declara la relación sexual ante los padres, pero se entiende que no debería ser en una relación informal, aunque, por otro lado, igualmente es aceptada como dato de la realidad.

El filme realiza este tipo de planteos desde múltiples vericuetos, que no aluden a complejidad sino a variedad temática.

Lo interesante es como logra generar un clima de aceleración y ansiedad, por intermedio de la forma de los diálogos, los movimientos de cámara y el montaje. Intercambios verbales, permanentes e intensos, dinamizan los discursos, junto a amplios movimientos de cámara que persiguen la acción. El montaje anticipa el futuro, sortea pasajes irrelevantes que restarían vértigo al relato: un infarto, en el traslado del enfermo es obviado el trayecto en ambulancia, rápidamente se salta a la sala de espera. Se genera un clima de gran ansiedad, que contribuye a un absurdo por exageración, dado por vicisitudes planteadas por un guion que, en sus diálogos, se esmera en subrayar intenciones obvias, haciéndolas públicas: la amiga que, delante de sus padres, reclama compromiso por haber practicado sexo oral. Lo que se piensa, se hace, se acepta, pero no se dice, es llevado al ámbito público a través del vértigo que remarca y exagera. El resultado es un absurdo que termina provocando hilaridad; un exceso de tontería, que sin embargo deja entrever algunas ideas interesantes.

Holidate fotograma

Jackson y Sloane son dos “fiestamigos”, que deciden juntarse en diferentes festividades, para evitar la soledad y los comentarios ante la falta de pareja. La familia de la chica presiona, y ella lamenta no encontrar un candidato para casarse. Lo ridículo de la insistencia y sus repercusiones, conforman ese absurdo por la exageración y explicitación, que termina asignándole un valor permanente a la institución matrimonial como base de la familia, modelo de vida para todos. La parodia solo subraya este punto; desde el humor lo relanza y lo visibiliza más allá de cambios culturales. Es algo que perduraría independientemente de la época, por eso, la persistencia lo vuelve figura, hasta entronizarlo en un lugar de privilegio: el matrimonio como valor.

Una comedia que juega entre las presiones y las contradicciones, entre el discurso y los hechos; hay un orden de lo explícito, un como si no interesara pero en realidad interesa. El matrimonio implica eso. Las personas deben aspirar a casarse y formar familia, es una realidad del pasado y del presente, y hoy debemos expresarla y asociarla a todas sus connotaciones, de manera trasparente. Todo lo que rodea al fenómeno es mostrado por exceso de acción o verbalización, el resultado es un absurdo que asigna opinión sobre algo que es considerado una realidad.

Holidate escena

Una comedia sin sutilezas. Dice las cosas por su nombre y transforma las tradiciones y realidades de la vida, en un cóctel posmoderno, donde predomina un ritmo  constante, que no deja de imprimir vértigo a la acción. Es lo grotesco por la exageración, sin llegar a herir la sensibilidad del espectador, sigue un camino que, en términos convencionales, se cierra en clave de “felicidad”. Los elementos del trayecto hacia una relación de pareja formal, son diseminados por toda la narración, es más, diríamos que, buena parte del guion se apoya en esto para brindar la ideología de un modelo que aun no ha caducado. Sigue siendo importante que la mujer proyecte su vida hacia la conformación de una familia, y para eso, necesita un hombre al lado con el cual proyectarse; lo que sortea la norma, es víctima de insistencia y constante autopresión.

La velocidad marca el rasgo central de una cultura presente, que no por eso desintegra su identidad. Hay ciertos valores que no se destruyen fácilmente, a la interna de la vorágine social, es posible la subsistencia de lo tradicional, de lo convencional que se deja percibir directamente, mediante la invasión del discurso público por el privado que, a pesar de su existencia, supo albergar contenidos inaceptables e indecibles. La película adopta ese posicionamiento con la clara intención de entretener y filtra mensajes directos, más desde la forma que desde el contenido.

Holidate toma

Sensaciones encontradas para una obra que puede a la vez gustar y no gustar.

Desde lo racional caben análisis que nos sitúan frente a  un interesante trabajo del director John Whitesell, no obstante, queda la duda acerca de si lo pensado es fiel reflejo de una intención o si se desprende de un ejercicio mental.

El cambio en la modalidad del discurso juega un papel central, es necesario promover ideología descargando, desde la conciencia, el “software” aprendido; es lo que vuelve interesante al producto cinematográfico. De otro modo, habría sido otro banal divertimento típico de la industria.

Un filme menor desde la intención, pero interesante en connotaciones directas, valga la aparente paradoja.

https://youtu.be/MN5uyyRX2mw

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Better days aficheUna adolescente china está preparando su examen de ingreso a la universidad y es víctima de bullying ; solicitará ayuda a un delincuente de poca monta, quien se involucrará más de la cuenta y llegará a sorprendernos con acciones no previstas.

Derek Tsang golpea fuerte en el corazón de un sistema de hiperexigencia que pierde de vista la posibilidad del sufrimiento humano y resuelve todo en una dicotomía entre fortaleza y debilidad: según de qué lado de la línea te encuentres es cómo te irá en la vida. El filme circula permanentemente entre el mensaje estatal y la realidad de los hechos que, si bien son tratados por la “fuerza del orden”, hay una posposición de circunstancias y un enfoque, en términos de rectitud y transgresión, que no concibe la posibilidad del sufrimiento humano como variable real; la circunscribe a episodios propios de una adolescencia que requiere de un tránsito hacia la maduración como  precondición de resolución de problemas éticos. El sistema educativo está solo para exigir alto rendimiento de cara a un “futuro exitoso”, lo humano queda afuera, el “mundo es de los fuertes”, suerte de máxima estoica que pretende el soportar lo que sea sin desviarse del objetivo. El culto al esfuerzo es la premisa que excluye toda posibilidad de consideración empática; éxito y fracaso operan como únicas opciones en la vida, todo lo que se entreteje más allá debe relacionarse a estos dos conceptos, so pena de no caer en categoría alguna o formar parte de algo a corregir, pero siempre en términos de una moralidad sustentada en la productividad del sujeto. Pieza de una maquinaria que debe considerar el trabajo duro como norte permanente, única forma de alcanzar  lo deseado: éxito profesional y material.  Es la formación de individuos “útiles a la sociedad”, los marginales son despreciados.

Better days fotograma

El filme reivindicará valores ocultos que solo pueden aflorar en circunstancias especiales, fuera de lo que el sistema promueve.

Drama cargado de sucesos, donde  las debilidades de los protagonistas son expuestas bajo un descontrol que hace de lo imprevisible materia prima del real crecimiento humano; siempre  fuera de las imposiciones de un sistema educativo al servicio de una productividad que, en su desconocimiento de la esencia humana, excluye las debilidades. Valga la acepción del término debilidad en sentido positivo y negativo a la vez: Chen Nian y Xiao Bei sorprenderán al espectador al desbocarse su “sombra”, concepto junguiano que aplica a lo opuesto en referencia a lo que la “persona” reconoce y exhibe como propio. La sensibilidad y la violencia afloran de forma automática para demostrar las bases reales del crecimiento humano. Experiencias de vida traumatizantes debido al propio descuido de un sistema educativo basado en rendimientos y excelencia, donde el lugar que se asigna a lo personal recae en interrogatorios y presiones que aluden a faltas de fortaleza y debilidad frente a las circunstancias de la vida. Formas de concebir lo humano exclusivas y propias de la estructura estatal. Lo sutil, la complejidad de los vínculos viene dada por lo que circula fuera de la mirada del sistema, que solo intenta comprender desde lo debido e indebido sin profundizar en cuestiones particulares.

Better days escena

Una obra que roza el melodrama, llantos por doquier en medio de demandas  tan ficticias como necesarias, o quizá, la concepción integradora de emociones hacia un nuevo concepto de poder personal fundido en el valor; afrontar situaciones límite desde puntos divergentes, un vaivén que complementa el rendimiento estudiantil y la violencia en la gestación de dosis de  estratégicos recursos defensivos que resuelven pero no absuelven. Lo inmediato como obstáculo hacia el futuro. Un drama que no descansa, se vuelve permanente y da cuenta de lo asfixiante que puede ser el acoso. Un amor que se expresa en genuinas acciones de interés por el otro y se funda en lo trágico de las vivencias, no en moralina barata, es la defensa del ser humano más allá de su condición. El punto de encuentro en la aceptación del otro para la comprensión y colaboración cimentadas en el legítimo afecto por el simple valor del ser, y no en base a rendimientos exitosos que distraen la atención de lo esencialmente humano.

La utilización del flashback se hace patente en un desenlace explicativo mediado por el interrogatorio como requisito primordial, pone a prueba la fidelidad en un montaje que introduce la alternancia de los tiempos. Una labor aclaratoria que atenúa lo criminal por medio de la empatía. Nadie odia a los personajes centrales, solo hicieron lo que pudieron bajo una circunstancia, siempre son animados por buenas intenciones en la destrucción de un mal agobiante que se interpone frente un modelo alternativo de éxito. El futuro profesional pasa a jugarse en un proyecto que desplaza el deseo hacia otro plano: el valor se traslada desde lo sistémico-político-social hacia lo personal-afectivo como campo de realización.  Es por eso que el melodrama no llega a imperar, solo se reduce a breves toques, a manera de condimentos razonables  de acuerdo con un grado de intensidad que imprime realismo al sufrimiento humano; lejos se está del cliché romántico propio de un culebrón carente de contenido relevante.

Better days plano

Los personajes son construidos desde una diferencia social que pasa a ser coincidencia en valores y afectos. Lo malo y lo bueno está en ambos, la unidad llega por la confluencia y la coincidencia que se define en la complementariedad de un hacer algo desde el interés por el otro. Ya no es la carrera que me va a llevar hasta la cúspide del reconocimiento social, sino la llegada como medio para una realización compartida. Aprobar el examen es salvar la vida en una carrera hacia la libertad en medio de una esperanza redentora, idealización del conocimiento profesional como llave para el cambio social.

Puestas en escena que contraponen la precariedad a los escenarios de “buenas familias”, donde anidan seres abusivos tan violentos como los que viven en condiciones humildes por alternativa a hogares violentos y abandónicos. El filme esboza varios contrapuntos en los intersticios de una trama a veces no tan explícita como parece. La disposición de los espacios estudiantiles, atiborrados de libros, es imagen cargada de saber asociado a una gran presión social que alcanza a la expectativa familiar por el “progreso” de la prole. Los espacios hablan desde los elementos en juego. La desolación de los callejones es el desamparo de los desprotegidos: las golpizas se suceden en medio de  un clima que trasmite el peligro asociado a lo incierto.

Better Days es una obra mayor que no se agota en este humilde comentario, aun resta mucha tela por cortar.

 

Tráiler:

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Cuestión de justicia afiche¿Qué sucede cuando la premisa es encontrar la explicación más allá de la verdad?

La justicia se ofrece como medio equilibrador de una sociedad desnivelada; sus presunciones apuntan siempre en la misma dirección. El negro es carne de cañón para un sistema que apela a la comodidad del caso resuelto: siempre pagan los más débiles.

Johnny D es un aserrador negro que es implicado en un crimen que no cometió: lo espera la silla eléctrica. El abogado Bryan Stevenson intervendrá en el caso e intentará demostrar su inocencia ante un sistema que sucumbe frente a las dificultades: la política del “caso resuelto” es moneda corriente, la lógica hace que siempre pague el negro.

Cuestionamiento de la pena de muerte al estilo Hollywood: un guion extremadamente explícito como para que nadie se pierda, un relato ordenado que, si bien resuelve el caso al final, ya nos predispone de antemano a intuir el desenlace, ¿será porque ya estamos muy acostumbrados a este tipo de cine?

Una trama que posee, en tiempos de multiculturalismo, los ingredientes esperables: la defensa de los negros como punto de partida para una serie de vicisitudes que apuntan a la reivindicación de los discriminados por un poder político representativo del orden social. En ese sentido, la película es muy actual.

Lo más interesante remite al hecho de que el filme se basa en una historia real de los años 90 y nos permite conocer a los verdaderos protagonistas: son presentados al final con un resumen de sus historias.

Cretton no consigue generar un clima emocional a la altura de las circunstancias, estamos hablando de reclusos condenados a muerte. La película, en ese sentido, pierde pie, falta acentuar el dramatismo. Los primeros planos de los reos a punto de morir son subexplotados, la angustia faltó a la cita. Parece ser que la dirección de actores no es su fuerte o que el casting no se desarrolló adecuadamente. Lo cierto es que los primeros planos de las víctimas no reflejan el sufrimiento del momento, la incertidumbre de la ejecución, los rostros no exhiben la suficiente carga emotiva, la muerte no parece inquietar, no hay desesperación.

Just mercy

El filme apela constantemente a primeros planos que, en muchos casos, no reflejan lo emotivo de la circunstancia de manera adecuada, por lo demás, el relato visual acompaña los diálogos, que, de por sí, se encargan de explicitarlo todo.

Como contrapartida hay un muy buen trabajo de Michael Jordan en el papel central de Bryan Stevenson. Trabaja muy bien con su rostro, nos revela claramente una forma particular de expresar alternantes y contenidas emociones. Bajo una mezcla de expresión y represión, que delata la personalidad de alguien que intenta ser fuerte ante a la adversidad, logramos adivinar lo que siente. La ira, el miedo y la angustia se entremezclan y alternan según la circunstancia.

Los planos más generales son reservados para el momento del juicio. Es donde se plasman aspectos de la convivencia entre negros y blancos en el Estado de Alabama. El ámbito institucional regula un comportamiento que solo es integrador en apariencia. La justicia, como tal, es letra muerta, mera forma para un como sí tranquilizador de la conciencia general de una nación: en la práctica, las diferencias raciales aún existen. Cretton parece indicárnoslo: la policía, en una decisión aparentemente tomada de forma independiente, no permite el ingreso a sala de un grupo de personas negras, el fin parece ser que entren al final y deban permanecer parados debido a la ausencia de suficientes asientos. La igualdad no es tal, a pesar del intento de garantizarla desde lo formal de la letra legal, en la práctica, las garantías sucumben bajo el prejuicio racial.

Just mercy crítica

Una película más entre muchas similares, temas gastados propuestos siempre de forma semejante, donde circulan dos versiones de justicia con componentes morales opuestos: una estatal, que aboga solapadamente por el mantenimiento de la diferencia racial y otra asociada a la moral, en términos de naturaleza humana, de un deber ser inherente a lo que somos, que nos sitúa en un plano de igualdad como seres humanos.

La mesa está servida para un tipo de reflexión que quizá la película no proponga directamente.  Otras lecturas interesantes pueden ser tenidas en cuenta si uno es capaz de aguzar el ingenio.

El género humano es un receptáculo bajo el cual pueden convivir diferentes moralidades. Aquí está el Estado por un lado y la comunidad negra por el otro; el poder apuntalado en toda una tradición del Sur agricultor y su necesidad de mano de obra esclava, y la evidente ansia de libertad y respeto de un colectivo utilizado para producir. Se revela la condición humana más allá de la justicia, en un sistema que propone el individualismo, y a partir de allí, la explotación del otro, bajo un criterio de diferencia que justifica la acción. El ser humano reflejado en su naturaleza alternante: el sometimiento del otro en función de mis intereses versus el esfuerzo denodado por la liberación del opresor que, paradójicamente, es tan humano como yo.

Just mercy fotograma

La diferencia, a la hora de hacer justicia, exhibe la presencia de estos resabios culturales que pugnan por mantenerse, aunque la ley diga lo contrario; es una cuestión consuetudinaria sustentada por fuertes prejuicios raciales que, inevitablemente, afloran por todas partes, aun siendo explicitados de forma permanente.

Ante este dilema, nos preguntamos si el cine puede funcionar como herramienta de cambio. Probablemente, no de forma directa e inmediata, pero sí, como un producto más de la cultura, que, mediante cierta persistencia, puede contribuir a promover conciencia ante situaciones anacrónicas de desigualdad social. El pensamiento humano ha evolucionado en términos de derechos, solo falta su adecuación a una realidad todavía hegemonizada desde el prejuicio, que apela a una racionalidad justificadora no consciente del proceso ancestral. Divulgar sus orígenes es parte del trabajo requerido para una  transformación de la realidad que contemple los derechos inalienables de los más vulnerables, el cine puede hacer su contribución.

Trailer

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Afiche Dios es mujer y se llama PetrunyaPetrunya es una mujer poco agraciada de 32 años de edad que convive con sus sobreprotectores padres. Un día, esa chica menospreciada por la sociedad competirá y se hará de una cruz cristiana; sin planearlo pasará a ser el punto central que dará pie a una periodista empecinada en concientizar a la población acerca de la situación de la mujer en Macedonia.

Crítica muy directa con el patriarcado como blanco. Strugar juega con una gran riqueza de planos, aprovecha la cobertura de prensa para apelar con frecuencia a la cámara en mano. Simula el documental sin desviar al espectador de la ficción. Es fiel representante, junto con Petrunya, de una testarudez que se estima necesaria a la hora de defender los derechos de la mujer. Diríamos que la obstinación es el gran rasgo que se hace presente de forma permanente entre la portadora de la acción y la responsable de la difusión. Ambas representan la rebelión y la persistencia como necesidad.

Campea el absurdo a niveles tales que la incoherencia es imposible de ocultar para las propias autoridades. El sistema exhibe sus falencias con tal nitidez que no pueden ser negadas, la contradicción sobreviene de manera tan sorpresiva que la solución no se encuentra a mano o peor aun: nunca se elaboró por falta de previsión, debido que jamás se consideró la posibilidad de que una mujer osara ocupar el lugar del hombre.

Asistimos a un drama que se desprende del absurdo: la trama es ridícula, sucesos contradictorios que no cuajan y confunden, no solo por ausencia de lógica, sino por falta de una normativa clara, es la imprevisión acerca de algo que opera bajo el registro de lo impensable. La rebelión es necesaria para explicitar la existencia de algo que a priori no fue considerado posible.

El espectador es colocado en complicidad con las protagonistas. Ellas son las únicas que de alguna manera visualizan el sentido de los sucesos: una se encarga de ponerlos en marcha y la otra de informar acerca de sus consecuencias, pero con un sesgo interpretativo que viola la naturalidad de lo cotidiano, que rompe con lo preestablecido en términos de realidad incuestionable. Ahora tenemos un terreno vedado a la mujer, que nos coloca bajo la explicitación de sus condiciones sociales; la contradicción entre algo que se obtiene y algo que se roba es irreconciliable, pasa a constituir un dilema legal a partir del divorcio entre normas penales y normas religiosas. El patriarcado ha mostrado una fisura; el filme nos ilustra acerca de sus puntos débiles y nos indica donde asestar los golpes, en el intento de derribarlo. Claro está, para esto se lo debe pillar distraído, abordar los sitios donde los significados no se presentan con claridad. Es una batalla cultural a partir de la acción y la difusión: es el poner en evidencia la generación de condiciones para un florecimiento de significados diferentes en pos de crear conciencia.

Gospod postoi, imeto i' e Petrunija

El menosprecio al que es sometida Petrunya no alcanza para anular la eficacia de su acción. “Ha puesto el dedo en la llaga” y ese es su gran triunfo; ahora es alguien en el mundo, sus acciones la definen y determinan una existencia que hasta ese momento era absolutamente irrelevante. Acaba de violar el territorio exclusivo de los hombres; el robo en realidad no es un robo; se dificulta la penalización de la osadía. He aquí el origen de una confusión que, continuando el juego de paradojas, termina aclarando la situación.

La cámara en mano hace estragos con el sexo masculino desde dos posiciones: el juego confusional en la competencia por la cruz y las notas periodísticas:  la turba desespera, necesita acabar con la “hereje”. Múltiples tomas breves con planos que  incursionan en una “lucha” cuerpo a cuerpo mostrando el salvajismo del hombre en el afán de defender su infundado “derecho” a la exclusividad. La circunstancia es reforzada: se muestra a la protagonista con un decorado de fondo que asemeja una selva: está a merced de animales irracionales que exprimen sus sesos tras una lógica que resuelva la situación, sin por ello dejar de denostar a la “responsable” del caos.

El filme exhibe múltiples alusiones a la condición de la mujer: el hombre tiene el poder de conceder la posibilidad de trabajar por varias vías, una de ellas es la sexual. Apreciamos en un plano general a un montón de mujeres confeccionando prendas de vestir; es un ámbito donde el encargado es un hombre que exige condiciones para contratar desde una oficina cerrada que cumple la función de panóptico, nótese que no tiene paredes, solo cristales. Es un control que va a ceder desde la ruptura de un discurso hegemónico no previsor de posibilidades de subversión desde el terreno religioso, territorio también al servicio del patriarcado. Los propios puntos ciegos del sistema pueden constituir su futura caída si se sabe operar bajo una adecuada articulación entre acciones y discursos. Las nuevas significaciones, basadas en una fuerte evidencia generada por la acción, pueden ser letales; implican una apelación a medios pacíficos que se vuelven contundentes por la generación del caos.

Gospod postoi, imeto i' e Petrunija Crítica

Los espacios se van acortando y el conflicto se va resolviendo. La cámara se encarga de presentarnos los primeros interrogatorios en profundidad de campo (mesa mediante). Tenemos una distancia inicial que se va acortando en los sucesivos primeros planos y contraplanos en diferentes posiciones en el diálogo con las autoridades. Nos indica que la solución se acerca, pero también la presión sobre Petrunya.

Lo material es relevante, en tanto posibilidad de acceso y decisión; el control es lo importante, el poder acceder a algo en igualdad de condiciones con el sexo opuesto. Una vez obtenido el derecho, el objeto, por sí mismo, pasa a carecer de importancia, la libertad de disponer de él denota la relevancia de su posesión. La puja, en realidad, es por el poder: es la posición privilegiada que no se quiere perder versus el derecho que se quiere adquirir.

La periodista accede al rol de denuncia mediante primeros planos en discursos donde la imparcialidad se ha perdido desde el principio. También debe enfrentar el boicot de jefes y colegas: la lucha por la igualdad de género no es noticia.

El final es un camino que la protagonista viene a reforzar sobre la nieve, es el trayecto que se debe hacer hasta marcar huella, es la persistencia que deja un rastro captado en toda su extensión bajo un plano en picado. El esfuerzo debe ser múltiple hasta que se fije en un trayecto que, desde la perseverancia, nos guíe hacia la liberación. Se necesita de varios recorridos para acercarse al objetivo, no basta una única acción individual, se debe persistir ante un clima hostil simbolizado por la nieve.

El ciervo observa desde un primer plano. Es el cambio, la renovación que ha sido iniciada a pesar del clima hostil; lo incipiente de su cornamenta nos ilustra acerca de algo que está comenzando, un crecimiento que deparará un nuevo ciclo. Comienza a abrirse desde una frágil posición y apela a recursos instintivos que, no por tales, pecan de insuficientes, sino que son capaces de generar hondas contradicciones en el interior del sistema. Petrunya lo acaba de demostrar.

 

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El año que dejamos de jugar aficheUna familia judía corre riesgo y debe emigrar. Previo al ascenso de Hitler al poder (año 1933) el padre escribe severas críticas hacia los nazis, lo cual oficia de agravante junto a su filiación religiosa. Se narran las dificultades presentes durante la travesía por varios países.

Un drama cargado de vicisitudes propias de refugiados en tiempos de preguerra. La incomodidad es preferible a la humillación y la muerte. Toda una familia de clase media debe adaptarse a la condición de pobreza, lo cual significa una aceleración. en el proceso psicológico de maduración, de dos niños hermanos de 13 y 10 años. Al ser sometidos, a condiciones no acostumbradas de supervivencia, irán comprendiendo las circunstancias gradualmente, a medida que vayan experimentándolas. Un aprendizaje desde la carencia como factor esencial, contrapuesto a la comodidad que prodiga el dinero. El renunciamiento también incluirá los afectos, los vínculos trabados en las diferentes localidades.

El filme se despliega mediante un ritmo cansino, que va ofreciendo diversas cuestiones, vinculadas a la privación,  el orgullo, la vocación y los principios, entre otras.

El guion está a cargo de la realizadora Caroline  Link, en colaboración con Anna Bruggermann. Se basa en la novela de Judith Kerr Cuando Hitler robó el conejo rosa. Mascota de peluche que Anna deberá dejar en Berlín y que se transformará en metáfora de la pérdida de la inocencia, por aquello del mundo color de rosa. El peluche refuerza el ideal fantástico, juguete acompañante,  depositario de afectos personales que suelen expresarse en busca de seguridad durante  momentos de transición. El pasaje se aborta bajo circunstancias extremas, y Anna deberá dejar el conejo; a partir de ahora, el mundo se vuelve inseguro, los lugares de residencia cambiarán para proponer experiencias culturales diferentes.

El año que dejamos de jugar fotograma

Hay una tratamiento del tema un tanto simplificado y reiterativo de situaciones análogas durante el tránsito por diferentes modos de vida y condiciones político sociales; inclusive, si tenemos en cuenta que se trata de una circunstancia tan sensible como es la de los refugiados

Los sucesos políticos de la preguerra abandonan la escena, si es que en algún momento se hicieron presentes. El filme se vuelve un tanto reiterativo en los planteos. Si bien, las puestas en escena difieren, los sucesos giran en torno a un círculo vicioso cuya precondición de funcionamiento es la analogía. El pasaje por las diversas geografías exhibe siempre los mismos resultados y las mismas respuestas de los protagonistas. Es donde falla el guion, no hay sucesos nuevos, todo es muy semejante y contribuye a un ritmo lento que nos conecta con una experiencia repetitiva, que, si bien nos acerca a la idea de evolución psíquica acelerada, solo podemos prendernos de ella al capturar los ingenuos planteos de Anna, bajo algunas correcciones de su hermano y los adultos. Lo que sucede no aporta demasiados elementos nuevos; la película oficia de un darse cuenta de la vida, desde la monotonía de una rutina transitoria. Por momentos, sentimos que estamos frente a vidas comunes de familias caídas en la desgracia económica, sin poder establecer claras diferencias de contexto, que nos ubiquen en torno a detalladas asignaciones de sentido. Faltan ingredientes dramáticos que condimenten la trama, pero no en sentido efectista, sino explicativo, en términos de mayor profundidad. La política y la guerra, son un mero escenario donde los hechos se producen, es el fondo de una figura sin detalles relevantes. Un guion sin consistencia dramática que en ningún momento nos acerca a los hilos más profundos que entretejen, tanto la relación familiar, como sus vínculos con los avatares  políticos que operan como causantes del exilio. Por momentos, la película se vuelve una rutina monótona, que se repite en el énfasis sobre pequeños sucesos cotidianos comunes a la vida de cualquier persona.

Als Hitler das rosa Kaninchen stahl escena

La música de Volker Bertelmann se hace presente para atenuar y naturalizar pequeños momentos críticos: la partida de Berlín en sus preparativos finales, la enfermedad de Anna, entre otros. Cumple una función relajante que contrasta con la micro-crisis presente; genera  sensaciones de nostalgia, paz y resignación, en momentos de partida y frente a situaciones  de enfermedad. La idea es la calma y aceptación frente al momento crítico. Una importante contribución, que marca el tono afectivo del filme; una fórmula que degrada lentamente la gravedad del momento, para ejercer una influencia naturalizadora del evento cotidiano. Una forma de universalizar el dolor humano, y por ende, incluirlo en la experiencia del común de la gente. Como si se nos alertara de que este caso es semejante a muchos otros, y como tal, debe ser considerado. Una contribución a la toma de distancia, sin que sea necesario perder de vista el tono triste de la representación. Un recurso que descomprime la gravedad y señala el nivel de tolerancia de los personajes frente a la crisis. No hay desesperación, siempre hay aceptación y búsqueda de solución.

El año que dejamos de jugar plano

Una excelente actuación de la niña Riva Krimalowsky en el papel de Anna. El personaje más pequeño en edad, el que más sufre los cambios. Representa los sentimientos a flor de piel de una niña que, si bien reniega de la pérdida de todo lo conocido, exhibe la suficiente capacidad como para transitar los acontecimientos, de tal manera de lograr una adecuada adaptación, que le permita integrar el presente, sin despojarse de lo que le proporcionaron las experiencias vividas. Suele despedirse de las personas y objetos cada vez que se muda, señal del afecto sentido hacia los lugares que visita. Un apego a lo material, que es capaz de sortear mediante rituales de contacto y despedida, ya sea con la pared de una casa, como con cualquier elemento que haya estado presente en su contexto vital por un tiempo.

Un filme cálido y nostálgico desde la simplicidad de sucesos necesarios, apela al ambiente de preguerra, solo como marco político señalado, en términos de suceso lógicamente determinante en la vida de un padre de familia, que cumple con su deber de denunciar la inmoralidad que significan Hitler y el nazismo.

 

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Cartel El duodécimo hombreUn ejercicio de paciencia extrema, donde el espectador debe acompasar los tiempos del protagonista: casi dos meses de agonía separan el tiempo diegético del extradiegético.

Una aventura inmóvil, donde los sucesos refieren a permanentes traslados sin formalidades ni certezas.

Harald Zwart, junto al guionista Petter Skavian, se las ingenia para mantener el interés ante una historia cuyo final es parcialmente conocido de antemano: sabemos el qué aunque no el cómo. Las vicisitudes que nos llevan al conocido desenlace deben  capturar al espectador, y es allí donde está puesto el acento.

Un buen manejo de los tiempos y los sucesos trabaja para que el producto sobreviva en la atención del público. El guion, en una tarea titánica, no decae: logra mantener el dramatismo de principio a fin, a pesar de que ya sabemos el desenlace  desde el inicio. Nos faltan detalles del trayecto, y es allí donde se juega la película, es la tarea más difícil: mantener la tensión dramática en un in-crescendo sin que decaiga en momento alguno, es la esencia del filme, su razón de ser.

Un drama histórico que narra la peripecia de Jan Baalsrud, soldado noruego que, tras ser entrenado en Escocia por los ingleses, le es asignada una misión: ingresar, junto a once hombres más, a una Noruega ocupada por los nazis, con el fin de sabotear instalaciones que albergan armamento aéreo.

Fotograma El duodécimo hombre

La peripecia da pie a la exhibición de hermosos y gélidos paisajes magníficamente retratados por la fotografía de Geir Hartly Andreassen, logrando conjugar de forma adecuada la belleza y la hostilidad. Por momentos, el clima parece ser aliado de los invasores en forma de obstáculos alternativos que terminan desafiando la resistencia humana.

Una muestra de solidaridad más allá del ámbito del campo de batalla; el rescate de los valores de un pueblo que arriesga la vida por los compatriotas en contribución a la liberación de la patria. La causa es común, más allá de las posiciones que se ocupen.

Maravillosos planos generales que amplifican el riesgo de una naturaleza que desafía las posibilidades de supervivencia desde una perspectiva de imagen que la define como imponente, más allá de la calma transitoria que, momentáneamente, pueda verse alterada por una avalancha o una estampida de animales de pastoreo. La irrupción abrupta del fenómeno comparte el rol protagónico, desata la interacción dramática por intermedio de una hostilidad rebelde al control humano: por momentos semeja ser un aliado del peligro, un colaborador aleatorio que obstaculiza intentos liberadores. Son las razones de la importancia del contexto como inerte y móvil a la vez. La sorpresa es reguladora de los avatares de la naturaleza, que se manifiesta como un personaje más, quizá más activo que el protagonista, quien deberá ingeniárselas para direccionar los fenómenos a su favor cuando sea posible. Ambos, perseguidores y perseguido, están condicionados por el clima y el paisaje, sus movimientos obligarán a una adaptación que, más que tal, se torna  improvisación por la imposibilidad de previsión. La naturaleza es un personaje con características hostiles y a la vez inciertas.

Den 12. mann

Bajo este marco presenciamos la actuación de Thomas Gullestad: en un dolor psicofísico constante que es expresado con gran compenetración y realismo. Un capítulo aparte ofrece, como complemento, el maquillaje y su contribución al realismo de múltiples heridas y amputaciones.

El filme es extremadamente rico desde lo formal; tenemos múltiples angulaciones y posicionamientos de cámara, pero lo más interesante es ese pegarse a la experiencia del personaje para generar un sufrimiento que llega de primera mano al receptor: no quedan dudas de lo que siente y vive Jan Baalsrud, su cuerpo es escrutado desde todos los ángulos posibles para que el espectador comprenda su estado, tanto desde lo físico como desde lo psicológico y en relación con lo ambiental. Es particularmente elocuente la escena de la avalancha: Zwart ilumina la situación mediante una radiografía en imágenes. La cámara lenta también hace su aporte en detalles de movimiento que no dejan dudas acerca de lo espectacular y dramático de los momentos vividos.

Tenemos la experiencia bien cercana en contraposición y complementariedad con la grandiosidad del espectáculo de la naturaleza. La película juega con estos dos aspectos, los entrelaza mediante la alternancia de planos que acercan a los personajes, combinándolos con planos generales de una gran belleza, pero que a la vez generan el respeto hacia una fuente de fenómenos autónomos, que no necesariamente contemplan las necesidades humanas. Estamos fuera de la ética, otras leyes no humanas gobiernan los sucesos y se vuelven aleatorias a los intereses en pugna.

Den 12. mann Crítica

Algunos flashbacks, en medio de alucinaciones y ensoñaciones, combinados con fugaces episodios delirantes, elevan el clima en los momentos de mayor pasividad: el espectador se encuentra en medio de instantes de pérdida de contacto con “la realidad”, logra identificarse en la vivencia del protagonista, porque la experiencia no pierde su lógica, aunque “irreal”, se mueve bajo los parámetros de lo posible.

El montaje reserva para el final las imágenes del episodio que desencadenan la tragedia inicial: llega la explicación de los sucesos precedentes al periplo que estamos analizando. Se evita que el filme decaiga bajo la inercia reiterativa de los traslados, le imprime una dinámica que se encadena al desenlace, no por una lógica relación directa, sino por una cuestión de acción en el fragor de la batalla. Es una secuencia que se ubica en un punto clave cuando pudo estar en cualquier otro momento, su función es elevar la tensión previa al cierre.

Jan no es un héroe convencional, es un símbolo para la patria, porque representa el poner en riesgo una vida que, a su vez, lucha por conservarse a toda costa bajo un instinto de supervivencia exacerbado, reflejo del sentir nacionalista de los noruegos. El deseo de independencia se traduce desde el riesgo que se está dispuesto a correr, pero también en la valoración de la vida que está dispuesta a sufrir de indignidad, para alcanzar la libertad que garantiza la preservación de la identidad nacional. Bajo estas premisas no hay lugar para la mezquindad.

 

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El secreto. Atrévete a soñar aficheDrama romántico basado en libro de autoayuda de Ronda Byrne, que termina promoviendo una atmósfera irreal de sucesos poco creíbles, en aras de la demostración de las premisas de una filosofía barata.

Más allá de las quejas de Miranda, los personajes juegan por fuera de cualquier tipo de dramatismo. Un pobre desempeño de Katie Holmes acelera el cierre típico para un culebrón de la tarde, no solo por lo previsible, sino  también, por una cuestión de “lógica positiva”. Si será optimista el filme, que todo sucede prácticamente en ausencia de conflicto. Solo un cachetazo, tras un breve arranque de ira resultado de un malentendido, que, como giro dramático, es pésimo por su artificialidad. Algo que cayó del cielo para suministrar un poco de tensión, a una película plana, inconsistente desde el punto de vista de las emociones. El optimismo de Josh Lucas es cercano a la labor sacerdotal. Es la  representación de la sabiduría, que inmuniza frente a las desgracias y malos momentos de la vida. Todo lo que sucede es poco creíble y hasta resuena a tontería.

El secreto es absolutamente absurdo de sostener como tal, pero debe hacérselo en aras del funcionamiento de la pobreza de la historia, que, si bien desarrolla un tránsito coherente, se nutre de diálogos plagados de nimiedades y facilismos: consejos útiles de gran alcance para la vida cotidiana .

Una gran pobreza dramática invade por completo el filme con personajes insulsos, no creíbles desde el sentido común. Pésima dirección de actores, aunque en concordancia con la fórmula buscada, acción consciente en aras de un resultado irreal y empalagoso. Un elenco absolutamente subexplotado con el objetivo de mantener la tónica irrelevante de un infalible bien hacer, cercano a la fe de un culto religioso.

El relato se centra en una mujer que pierde a su marido en un accidente y se encuentra en dificultades económicas. El secreto se hará esperar, pero, cuando sea develado tendrá importantes repercusiones.

El secreto. Atrevete a soñar fotograma

El guion está inundado de circunstancias infantiles incapaces de desatar conflicto alguno: todo debe codificarse bajo “ondas de amor y paz” y buenas intenciones.

Bray es una pose que se extiende por todo el largometraje en una actitud tan estereotipada como falsa. Es el eje de la historia, el personaje que hace posible el secreto desde dudas inexplicables.

Toda la película es un ejercicio de ingenuidad gestual e interpretativa, que devela un espíritu centrado en ideales mágicos, para un mundo que debería desterrar la práctica del conflicto.

Primeros planos desperdiciados en comunicación de noticias sin emoción alguna, y puestas en escena donde los personajes lucen artificiales desde poses prefabricadas, no denotan la inexperiencia del actor, sino, precisamente, el espíritu del realizador.

When Hitler Stole Pink Rabbi escena

Una tormenta tropical que ni siquiera es desarrollada como tal, sino que sirve de presentación, tanto para las dificultades económicas de Miranda, como para chequear el interés y grado de adhesión de Bray. Otro elemento generador de dramatismo, que se pierde en una mera  utilización al servicio de la idea central: el pensamiento positivo brinda el camino hacia al éxito.

El desprecio sutil de lo oneroso se da la mano con la aceptación del valor de las pequeñas cosas, cuyo goce parece haberse perdido, tras la sobrevaloración de modismos culturales que involucran el consumo. Tal vez esta sea una de las ideas más interesantes que promueve la película. El entrecruzamiento de lo humano, con la adecuada actitud mental positiva frente a los eventos de la vida. Bray oficia de eje conector entre estos puntos, es cuasi un psicoterapeuta o un gurú camuflado, que presta sus servicios a modo de facilitador de contenidos evidentes, que se han perdido en el mundo del consumo. Su rescate lo vuelve popular bajo una aureola de asombro. Se contrapone al novio adinerado cuyas habilidades empresariales le impiden detectar los pequeños detalles de la vida, como por ejemplo, escribir lo correcto en una tarjeta de cumpleaños.

La cámara registra, en primeros y medios planos, el rostro emocional de Bray, bajo repetidas sonrisas y ademanes, que combinan un cortejo disimulado por el atuendo de las enseñanzas de un pseudo-maestro zen. El espectador dudará acerca de intenciones, necesitará tiempo para captar el rumbo de esas expresiones, aunque no develaran nada que no sea propio del resultado estándar, esperado en este tipo de filmes de consumo masivo. Al final, las hipótesis habituales triunfan; salimos del cine llenos de “felicidad”. Hemos sido contagiados por identificación.

El secreto. Atrévete a soñar plano

La suegra y el novio, intentan manejar la vida de Miranda en base a conveniencias y escalas propias de valor. Ella es tolerante y sabrá lidiar con la situación. Se despojará de manera gradual de las exigencias, que tampoco serán fuente de conflicto, el filme no lo admite, debe apostar a resoluciones finales de aceptación, dentro de esquemas “positivos” de comportamiento, al mejor estilo de un manual de autoayuda. Es aquí donde se distancia de las realidades de la vida, para ofrecernos una visión artificial de lo probable bajo cierto tipo de circunstancias. El filme pierde riqueza y se banaliza por distanciarse de posibilidades reales.

Bray encarna la perfección humana al estilo cristiano; rebosante de equilibrio y bondad atiende las necesidades del prójimo sin que se lo soliciten. Una especie de Jesucristo capaz de colocar la otra mejilla cuando las papas queman: Miranda embiste su auto por detrás, y él le repara el paragolpes, envuelto en todo clase de frases comprensivas. Tipo ideal inexistente, que el filme se ocupa de reconocer y reforzar.

Se vuelve dificultoso extraer valores de una película tan pobre y llena de estereotipos distorsionados por exceso. Hay una conexión artificial entre los personajes, debido a la falta de contundencia y credibilidad de su diseño. No son malos los actores, han sido mal confeccionados los papeles. La ideología del filme arruina la profundidad de las interacciones humanas y las convierte en clichés vacíos de contenido relevante. A los personajes les falta un mínimo de carácter, y los conflictos se lavan, recubiertos por una aureola de desmedido optimismo: “Hay solo dos maneras de vivir la vida, una como si nada fuera un milagro, la otra como si todo lo fuera…”

El guion adolece de un desarrollo enfático de los subtemas, que genere algún nivel de tensión interesante. Todo muy chato, inclusive, no se comprende como la comunicación de una noticia tan importante es demorada en exceso. El suceso es puesto al servicio de lo ideológico, sin mediar cálculos lógicos. No es creíble su tratamiento.

Estamos frente a una película menor, que intenta introducir por la fuerza una perspectiva de la vida, donde solo se alcanza un enfoque positivo sobre los problemas, para que de antemano estén resueltos. Un destino fundado en el milagro de las creencias.

 

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El vuelo del halcón aficheUna aventura, de principio a fin, ideal para quienes gustan del género épico y las historias de héroes valerosos que combaten en espacios naturales, con puestas en escena que deleitan estéticamente. La fotografía de Yurly Korol hace lo suyo, sabe explotar la circunstancia para aportar algo a destacar: algunos breves y hermosos planos aéreos que embellecen la producción sin agregar nada al contenido; un filme vacío de ideas nuevas, mero divertimento digno de quien busca experiencias pasatistas donde identificarse con héroes y heroínas.

Más allá del espectáculo de las batallas, la película no ofrece nada. Un filme previsible, típico del género; con los malos por un lado, los buenos por el otro, y los, ni tan malos ni tan buenos, en el medio, tercera categoría que incluye a quienes, luego de aprovechar la oportunidad que brinda el guion, logran resarcirse a último momento.

Una inmensa pobreza en la construcción de personajes: estereotipos acordes a lo esperado para el género.

Ambientada en la Edad Media, la película refiere al ejército mongol y su invasión a un poblado, en venganza por la muerte del hijo del Khan. En medio de esta circunstancia prevalece la moral maniqueísta de siempre: los mongoles, responsables de acciones  criminales, se enfrentan a los campesinos que defienden sus tierras ante la injusticia. El héroe se vuelve imbatible y combatirá frente al Khan para salvar a su pueblo.

El vuelo del halcón crítica

Tampoco falta la historia de amor que involucra al muchacho valiente con la hija del señor feudal. Nada nuevo bajo el sol.

La historia de por sí es muy pobre y elemental, no interesa demasiado detenerse en conflictos, más allá de los bélicos; pura dinámica, donde prevalece la acción en combate, bajo interesantes puestas en escena en un ambiente natural.

Se vuelve trabajoso extraer algo útil bajo esquematismos tan trillados. Los travellings se especializan en mostrar cadáveres ensangrentados, no deben quedar dudas acerca del sadismo de los representantes del mal. Las tomas breves en los combates, salvando las distancias, nos recuerdan a la batalla sobre el hielo de Alexander Nevsky.

La cámara lenta intenta remarcar la espectacularidad de la técnica en el combate, enteramente agradecidos los aficionados al género. Y es que este es el valor de la película, fundamentalmente, los duelos entre los personajes centrales, su vida es la que más se extiende, a pesar de los riesgos extremos a los que se exponen.

De lo poquito que nos deja, ideológicamente, podemos extraer una pequeña batalla moral que articula un conflicto que, inicialmente parece ser el central, aunque una muerte posterior hará que sea sustituido por otro.

The Rising Hawk fotograma

Se enfrentan Hard y Tugar, la humildad y la vanidad, el campesino que una vez fue guerrero y el señor feudal que continua siéndolo. Ambos compartieron batallas en el pasado, pero en el presente optan por caminos diferentes, uno respetó sus raíces y el otro desarrolló un orgullo a prueba de interferencias, aunque, al final, el filme intenta reivindicarlo parcialmente.

Serán lugares de oposición permanente, que dinamizarán la historia; oficiarán como motor de una conflictiva que, al ir cobrando otras derivaciones, ira expandiéndose y complejizándose, dentro de la pobre cabida que podríamos darle al término en este contexto.

El filme nos deja la sensación de una valoración del sacrifico hacia el prójimo y los intereses colectivos. Es la raíz de la confrontación: quienes ansían poder para sí y sumisión para el otro, y quienes operan en función del bienestar general, el bando de los buenos, que prioriza la organización colectiva y su defensa para el bien de la comunidad.

The Rising Hawk

Circulan dos tipos de dignidad: la del que se siente superior a los demás y la del que está en comunión con los otros. Son dos modelos, fuertemente asociados al mal y al bien, que se encuentran en pugna, demarcan un operar o no sobre la base de principios. La noción de principio como destilada de un tipo de dignidad que responde a la moral del campesino: tienen palabra y la respetan. La dignidad asentada en la vanidad y el orgullo, además de asociarse a la maldad, no se identifica con un principismo estricto: la palabra puede quebrantarse en función del interés personal, que solo tiene como objeto el engrandecimiento del personaje. Es el arquetipo del sí mismo en acción, la identificación con dios, en términos de la psicología analítica de Carl Gustav Jung.

Son estereotipos típicos de una épica de ribetes esquemáticos que solo busca entretener sin ahondar demasiado en características psicológicas. La intención es solo presentarlas básicamente para ofrecer una versión dicotómica que delimite con claridad el bien del mal, en una confrontación idealizada que nos haga participar de la gloria del personaje central. Es necesario que estas valoraciones sean presentadas de manera clara y contundente; así sabremos a cabalidad como son las cosas, para que el camino a la identificación se encuentre despejado de malos entendidos. Una historia más compleja generaría dudas en el espectador adicto al género; no olvidemos que viene a buscar algo bien específico que no debe confundirse con complejidades que impidan discernir lo correcto de lo incorrecto. Si esto ocurriese, se correría el riesgo de no obtener lo deseado.

Las mujeres juegan un papel importante, aunque promueven un avance de corto alcance: la muerte que justifica venganza, y una valentía que, cuando se vuelve necesaria, es capaz de aflorar inesperadamente a partir de la fragilidad.

Resumiendo, nos encontramos ante un filme que no descubre nada interesante, solo es recomendable para los amantes del entretenimiento fácil en formato rutina, la reiteración de un molde simplificado que apuesta al combate frenético de principio a fin.

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Cartel de Este cuerpo me sienta de muerte¿Pueden coexistir en un solo film el terror abrupto de Jason, de las películas Viernes 13 (Friday the 13th, Sean S. Cunningham, 1980), la psicosis enmascarada de Michael Myers, el asesino de Halloween, la historia de una joven socialmente atacada y con una madre acaparadora como la de Carrie (Brian de Palma, 1976), asesinatos gore como en Scream.  Vigila quien llama (Wes Craven, 1996), el armario de doble fondo como el de Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario (Andrew Adamson, 2005), emplazamientos icónicos que provocan angustia como en El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980) e historias fantásticas así como terroríficas que recuerdan al dibujo animado de Monstruos sueltos Scooby Doo 2 (Raja Gosnell, 2004). Para Christopher Landon, director de Este cuerpo está para matar (Freaky, 2020), la respuesta es un rotundo sí. Y no conforme con ello amalgama hábilmente estereotipos de la colorida y alegre iconografía de la cultura pop con lo más grotesco del cine de horror. Las más representativas situaciones de amor hollywoodense  se funden en esta comedia acompañada de sustos repentinos y horror gráfico.

La fórmula tan utilizada en el cine de Hollywood, que recurre a adolescentes haciendo énfasis en sus diferentes núcleos sociales como el grupo de los populares, el grupo de los deportistas y, obviamente, el grupo de los que no encajan en ninguna de estas categorías y que son carne de cañón para los líderes que se ubican en la cima de la cadena alimenticia, es uno más de los clichés presentes en esta película.

Este cuerpo me sienta de muerte - fotograma

Un asesino serial reaparece en una pequeña ciudad, justamente en vísperas de la fiesta de graduación de bachillerato. ¿Acaso esto no recuerda a varios filmes que llegaron a erizar la piel y quizá a que el público emitiera un pequeño grito en la sala de cine? Fuerzas mágicas contenidas en una daga, con la que se apuñala a una joven estudiante, activa un hechizo prehispánico milenario y la trama da un giro de 180 grados, tanto en la vida del asesino como en la de la víctima, intercambiando sus identidades. Una fórmula trillada pero atrayente.

Este film es un pastiche de clichés del cine de terror y comedia de los ochenta y noventa, también conocido como slasher. Algunos son considerados actualmente como películas de culto.  Esta mezcolanza fue creada para descansar la mente de la rutina y el estrés. Para el espectador conocedor de algunas o de todas las cintas en las que se inspira esta película podría ser una buena opción para divertirse, relajarse y salir de la cotidianidad, sin ofrecer nada más. Resulta interesante y cómico ver  la mutación y el cómo una  joven adolescente retraída, tímida y virginal vive dentro del cuerpo de un asesino serial, así como un psicópata en el cuerpo de una adolescente, ahora con una actitud sensual y enigmática.

Este cuerpo me sienta de muerte -

Landon le da un enfoque actual, al mostrarnos la radiografía de una juventud con una actitud posmoderna, frívola, sosa, hedonista y anestesiada. Una juventud, en donde el móvil se ha convertido en una extensión orgánica del cuerpo humano. Una juventud en la que confluyen dos realidades paralelas y simultáneas que se complementan, la que viven día a día, a través de sus sentidos, y la que viven en el ciberespacio, una conducta dependiente del dispositivo como la denomina el filósofo francés Gilles Lipovetsky, autor del libro La era del vacío, “la dictadura de las pantallas”.

La música que solía acompañar las películas de los 80 y 90 está presente y juega un papel primordial para elevar nuestros exabruptos, así como para relajar la tensión mientras se prepara el siguiente sobresalto. En la película son casi nulos los espacios en los que no hay un acompañamiento musical para dar paso a un sonido únicamente diegético; otro elemento clásico del cine de aquella época.

Este cuerpo me sienta de muerte - Vince Vaughn

El aparato técnico, de igual manera, rememora aquellas películas. Primeros planos de rostros asustados y cuerpos destrozados, tomas cerradas que ocultan el siguiente espanto por venir. Movimientos de cámara abruptos que sorprenden aún más la acción inverosímil de otro asesinato por demás gráfico. 

Este cuerpo está para matar no está para minimizarlo, por más que sea una pieza para pasar un rato emocionante. Christopher Landon realiza una difícil labor, al aproximar al espectador su versión de los grandes éxitos del ayer.

 Trailer

https://youtu.be/JKPQIylTEYs

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La Red Avispa aficheEs el relato de sucesos acaecidos en la década del 90, que involucran actividades de infiltrados del Estado cubano en organizaciones contrarrevolucionarias con asiento en Miami. Se basa en la obra: The Last Soldiers of the Cold War, de Fernando Morais.

El piloto René Gonzalez abandona su país rumbo a la Florida: simula ser un exiliado cubano para unirse a la contrarrevolución, con el objetivo de obtener información y trasmitirla al gobierno de Castro. Su esposa e hija quedan en la isla y deberán pasar algunos años sin la presencia del jefe de familia.

El filme contextualiza la acción en Cuba y Miami; alterna vicisitudes en ambos lugares, que mantienen estrecha relación ente sí. El paralelismo extremo va degradando un relato que poco a poco se vuelve consistente en cuanto a los vínculos entre historias que van entrelazándose gradualmente.

Una peripecia carente de fuerza dramática, no es imaginable tal historia en ausencia de fuertes confrontaciones, ya no belicistas, sino éticas. Todo es muy aceptado y apoyado bajo una visión que sitúa a Assayas del lado del régimen castrista, escenas del archivo lo demuestran: Castro justificando el espionaje cubano bajo una comparación en cantidades, que define a Estados Unidos como el país más “espiador” del mundo y a Cuba como el más espiado.

El filme es una apología del proceder cubano internacional, un espionaje necesario a cualquier precio, que justifica cualquier tipo de sacrificio familiar, personal y hasta vital: la muerte puede llegar a ser necesaria, en aras de una causa noble. Una defensa del patriotismo por sobre cualquier situación humana, circunstancia que se zanja con un mínimo costo en conflicto. Campea la aceptación del patriota, su sola participación lo eleva al estatus de héroe y minimiza todo lo demás. Es presentado como algo que no puede ser de otra manera, la fuerza de los hechos empuja a acciones planificadas de manera necesaria; no  hay dos opiniones.

La Red Avispa fotograma

La ausencia de conflicto nos sitúa frente al conformismo intrasistémico. En realidad, aparece algún conflicto, pero es mínimo en cantidad e intensidad. La posibilidad de sacrificarse por la patria representa una paradoja: la pérdida de la familia; se desintegra para fortalecer al régimen, en aras del cumplimiento del deber.

Son bien interesantes algunas ideas circulantes asociadas a sus condiciones de posibilidad, son tratadas de manera muy superficial, la película no acepta su exploración a través del conflicto: el honor, el amor, el abandono, etcétera.

Assayas desperdicia la oportunidad de incursionar en el espionaje internacional y sus determinantes específicas. Algo nos llega pero al interior de una narración que no permite sensiblería de tipo alguno. Ni chicha ni limonada, todo muy superficial y poco realista, a no ser por el antecedente de lo sucedido, expresado al final.

La ausencia de dramatismo bloquea la generación de  empatía y dota a las circunstancias de un simplismo poco comprometedor que, paradójicamente, se repetirá hasta el final, en una especie de círculo vicioso, que demarcará dos posiciones remitentes a una necesidad, conducente a un callejón sin salida.

 Wasp Network fotograma

La Red Avispa instala la lógica de confrontación desde una estrategia que, de tan preventiva que es, suaviza en extremo el contacto con el espectador. Es una toma de partido por el régimen cubano, que no cala hondo, simplemente, opera a modo de presentación del tema, sin ahondar, ni  dramatizar: le falta vitalidad.

Falta alma y profundidad, un tema que no debe tratarse a la ligera, da muchos elementos y requiere de un tratamiento más sensato.

Assayas nos ofrece una visión global acerca del conflicto Cuba-Estados Unidos. No hay una defensa a ultranza del castrismo, sino una comprensión.

Recordamos una escena donde la avioneta circula sobre cielo cubano y deja caer volantes con la inscripción: «camaradas no, compañeros sí», en fuerte alusión a una terminología que pretende establecer diferencias de trato hacia los ciudadanos. La vía aérea se juega en planos que resaltan picados, mediante la diferencia entre venir de un mundo donde las necesidades básicas están resueltas, para aconsejar sobre otro inferior, con dificultades para subsistir, aunque lo que cae del cielo no deje de ser un panfleto. Claro está, el transporte aéreo también implica sus riesgos, habrá aviones derribados por la revolución.

No se trata de un filme político, que haga, de forma directa, la apología de la revolución. Se trata de una película que encierra personas en los únicos destinos posibles, las opciones son limitadas.

La red Avispa

En fin, un tratamiento de la revolución cubana en clave de excesivo simplismo, que no toma partido desde ideologías, sino desde circunstancias éticas lógicamente inevitables. En realidad, tampoco se la juega, lo que sucede es normal dentro de una lógica de conflicto entre países.

De lo más destacable es la actuación de Penélope Cruz, en su papel de abnegada mujer que sabe cumplir con todos los requerimientos del momento: hija, marido y revolución. Su representación es creíble, no así la de Edgard Ramírez, ni  por asomo está al nivel de la reciedumbre de  Carlos (Oliver Assayas, 2010). René González es extrañamente falto de carácter para la empresa que lo ocupa, es un personaje demasiado insulso para el lugar central que tiene. Se une a Penélope, en un encuentro que exhibe plenamente su real debilidad.

En general, la construcción de los personajes es bastante pobre, muy limitados a la especificidad de la función, no hay despliegue de rasgos psicológicos que denoten su grado de complejidad o conflictiva interna; imaginamos que los espacios que ocupan deberían someterlos a una gran presión, nada de eso se ve, como si estos factores hubiesen sido extirpados para que el filme “luciera”, por sí solo, en el devenir de hechos inesperados.

Un tema tratado con excesiva cautela, a pesar de su potencial riqueza.

 

Tráiler:

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Las brujas aficheUn niño pierde a sus padres en un accidente y debe ir a vivir con su abuela. Tiene un encuentro con una bruja; su abuela teme acerca de lo que pueda ocurrirle y lo lleva a vivir al hotel donde trabaja su hermano. La visita coincidirá con un congreso internacional de brujas; el chico y sus amigos serán víctimas de un hechizo y tendrán que unirse para combatirlas.

Basada en la novela de Roald Dahl, Las brujas es una comedia pronta a recalar en el público infantil con el mismo peso que cualquier dibujo animado o historia fantástica, con un guion elemental que ataca algunos puntos básicos, altamente trillados y esquemáticamente tratados. Un filme menor de Robert Zemeckis, que permite el lucimiento de Anne Hathaway, una bruja que asume la representación del mal con toda la potencia que el mito requiere.

El mayor destaque fue para los efectos visuales en CGI. Técnica que consiste en proporcionar a los protagonistas indumentarias especiales con numerosos puntos de referencia, que emiten una luz infrarroja, luego recibida por un sistema de cámaras. Los actores se movilizan bajo determinadas coordenadas,  la información rescatada por estos dispositivos es trasladada a un ordenador, y desde allí, un software transfiere los datos al modelo digital.  Fue utilizada por primera vez en 1990, en la película Desafío total, dirigida por Paul Verhoeven y protagonizada por Arnold Schwarzenegger.

Lo medular de Las brujas pasa por estos procedimientos, y hace que valga la pena experimentarla en el cine. Explosiones por los aires que culminan en transformaciones, brazos que se estiran para alcanzar objetivos dificultosos, ratones animados, despuntan como elementos disfrutables en la experiencia cinematográfica. La magia del software al servicio de la pantalla grande.

Las brujas fotograma

No menos importante es el papel que juega el maquillaje en Anne Hathaway, con extensiones de latex que involucran dedos de pies y otras zonas corporales.

Una narración prolija y ordenada con algún flashback aclaratorio, prueba de la existencia de las brujas, desde la palabra oficial de los adultos, como algo universal. Los cuentos no son tales, quien pretenda equiparar esta película a un cuento va por mal camino. Las brujas existen eternamente, el mal existe en todas partes  y en todos los tiempos. El resto es la aceptación de la condición actual y la solidaridad por el emprendimiento de una lucha, que pretende proteger a los niños de todo el mundo: el mal debe ser destruido.

Poco más puede extraerse de una película que se queda en el entretenimiento banal y limitado.

The witches plano

Solo nos queda lo visual, el disfrute de la tecnología  que, sin excesos, se las ingenia para aportar cierto clima de espectacularidad;  pequeña tensión que no llega al desborde de las emociones. Una película como tantas, no sorprende con nada nuevo, entretiene sin deslumbrar. Las ideas visuales no consiguen un relato atractivo.

La incursión de las brujas viene desde una representación del mal que se nos ofrece en términos universales. Están diseminadas por el mundo, y solo el sujeto común, libre de egocentrismos en la aceptación de sí mismo como tal, puede hacerse cargo de su destrucción. Apología del sentimiento de comunidad, que piensa en los pares antes que en uno mismo. Los afectados desean salvar al resto de los niños, es su plan de vida. Así de simple es la propuesta. Se contrapone a unas brujas enceguecidas por el odio, que busca satisfacerse en el daño al prójimo, al más débil, el niño. Un abuso en términos de diferencia, que nace encarnado en lo femenino como modelo alternativo, aunque no único, la abuela es aliada del bien.

The witches escena

La inteligencia, versus el poder de lo sobrenatural, opera como otra dicotomía presentada desde la simplicidad de esquemas, que sugieren la posibilidad de contravenir los deseos de los poderosos, mediante la unidad y el ingenio. Es la compensación de la diferencia frente a la adversidad; funciona como arma eficaz para enfrentarse a lo desconocido, en un ejercicio que nos recuerda las técnicas de aikido: usar la fuerza del otro para vencerlo. En ese sentido, son las pócimas malignas las que ocupan el centro de la acción; fórmula harto trillada en las películas del género, si así podríamos denominarlo. Brujas, pócimas, maleficios, conversiones, salvaciones, y un aspecto en este caso ausente: rescate de las características originales. Un heroísmo que, lejos del conformismo, apuesta a más, la belleza y la naturaleza humana son dejadas de lado, para enfatizar el altruismo, más allá de cualquier deseo de gloria personal. La ayuda a los demás está en el centro, la propia vida cobra sentido y validez en la causa social, en la ayuda al semejante, considerado valioso por ser humano.

Estos elementos contrastan con la manera como buena parte de la población de discapacitados recepcionó el filme. Las brujas, por ser seres demoníacos, se entiende que no son humanos. Su forma femenina es falsa, y, tras sus atuendos, aparecen diversas malformaciones en pies y manos. Esto no cayó bien a la comunidad de discapacitados, lo que motivó una disculpa de la Warner Bros. ¿La ameritaba? Tal vez si, aunque el espíritu de la transformación, justamente, pretendía resaltar lo sobrenatural, lo ajeno al género humano,  propio de la bruja. Los responsables no previeron el juicio de valor negativo implícito: rasgos de discapacidad humana, que no pertenecen a lo humano y que, a su vez, van ligados al ser malvado  y poderoso. Toda una ideología que se coló de contrabando.

Tráiler:

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Afiche Las golondrina de KabulDrama animado que entreteje la vulnerabilidad de una población adoctrinada en la naturalidad de la violencia, en oposición al rescate como respuesta a un llamado interior a tiempo límite.

La acción transcurre en Kabul con los talibanes y su régimen de terror, más preocupado por el control moral  que por la reconstrucción de la nación.

Mohsen y Zunaira son una pareja de profesores rebeldes que manifiesta su unidad en el descontento ante las normas limitantes. La muerte de  uno de ellos promoverá un desenlace solo previsto por la sagacidad de un atento espectador.

Si algo trasmite el filme es una gran tristeza y depresión que nos lleva rápidamente a empatizar con los personajes centrales: Mohsen, Zunaira, Atiq y Mussarat.

Las construcciones derruidas, inmersas en paisajes desolados, presentadas en planos generales con amplia profundidad de campo, donde destaca la ausencia de seres humanos y la presencia de  tecnología obsoleta, nos introducen en una extendida precariedad que fácilmente podemos asociar con el desastre material y la degradación moral.

La música de Alexis Rault refuerza los contenidos: es intermitente y delicada, permite una sutil asociación con la tristeza derivada de una precariedad que, en última instancia, remite a lo humano, a la prisión de los sentimientos por la costumbre. El sistema propone una pose, apelando al castigo como argumento primordial.

La poesía se juega a partir de los componentes del paisaje y la presencia del suave vuelo de las golondrinas como expresión de dos conceptos fundamentales: la esperanza y la libertad.

La acción final de Atiq es posibilidad de cambio: desde el interior del aparato estatal, apela al despertar de la sensibilidad humana como respuesta de una naturaleza en rebelión;  pura reacción en  rápido proceso, donde la gratitud por la asistencia recibida se une fuertemente a la muerte como desenlace inevitable de una enfermedad terminal. El “cancerbero”, finalmente, logra expresar su conflicto en una resolución que, si bien juega en contra de su instinto de conservación, es un ejemplo de altruismo lanzado hacia el futuro. Es el triunfo del ideal frente a la preservación personal.

Fotograma Las golondrinas de Kabul

Uno de los planteos centrales del filme es la apuesta al cambio, ligada a la educación y su aprovechamiento por las nuevas generaciones. Para que esto suceda debe haber algún grado de rebelión que opere desde el ejemplo y desde la trasmisión de conocimiento verdadero; por eso la presencia de la escuela clandestina. Zunaira, tras salvar su vida, la ofrendará a la noble causa de cara a una transformación futura.

Atiq es el eje del filme, la pieza clave del guion. Mediante un proceso silencioso va tomando contacto con una ética “revolucionaria”; va a poner en riesgo su vida. La enfermedad de su esposa lo hace reflexionar sin darse cuenta. Intenta negar sus sentimientos, pero finalmente lo desbordan y logra contactar con su real necesidad personal: cambia su concepto de justicia y se olvida del peligro.

La enseñanza nos posiciona del lado del altruismo y la solidaridad como fundamento de la transformación social: el ejercicio de la libertad de ser en términos de afectación de la propia seguridad. Se altera la lógica de cualquier razonamiento desde la evaluación costo-beneficio: el riesgo se corre por el futuro y por los demás, quizá, hasta por los que aun no han nacido.

Les hirondelles de Kaboul

El mensaje es esperanzador, no apuesta a una revolución armada, sino a la acción individual promotora de conciencia. Es una batalla pacífica que no apuesta a seguir destruyendo la “ciudad” y la vida mediante las armas.

El filme no desarrolla este punto, lo prepara y deja en claro que no es posible sin sacrificios humanos individuales, personas que, a pesar del temor, estén dispuestas a arriesgar su vida en pos de una transformación moral. Es una apuesta al futuro incierto, parece ser el único camino de salida.

Las habitaciones precarias, las puertas, lo que sucede en algunos espacios cerrados es la contraposición del tránsito por las calles, donde los sujetos acatan la ley y no se expresan; mientras en interiores se dan discusiones y conversaciones transgresoras que representan el mundo interno de las personas. Todo aquello que ni siquiera debería ser pensado configura allí su existencia.

Atiq ejemplifica claramente este punto: se ve preocupado y patea la puerta de la habitación en la que se encuentra, esta se cierra violentamente para evitar que sus compañeras carceleras lo vean desde afuera; debe guardar la compostura para evitar cualquier tipo de sospecha acerca de una posible disidencia. Una actitud no prevista dentro de los códigos de sumisión al sistema puede ser entendida como  incubación de un intento de rebelión. Debe cerrar su mundo interno a cualquier posible interpretación que pueda provenir desde el exterior.

Considerando lo estético, debemos decir que el dibujo hace abstracción de los detalles, tanto en el paisaje como en las diferentes zonas corporales de los personajes. Todo está muy esbozado, salvo los rostros.

La historia también es un esquema, en tanto no muestra el cómo preciso de la solución, lo desplaza un poco entre líneas y otro poco explícitamente, pero no lo desarrolla, solo lo presenta: la educación es el punto clave.

Les hirondelles de Kaboul Crítica

Los colores difuminados en asociación a la ausencia de detalles nos dan como resultado una atmósfera difusa en cuanto a matices. Es una estética radical que nos advierte acerca de una moral fuertemente dicotómica, en donde los puntos intermedios son inexistentes: el régimen talibán traza una clara línea divisoria entre lo permitido y lo prohibido, sin posibilidades de transigencia a estados intermedios que maticen las posibilidades de comportamiento.

El rigor se hace presente mediante un control que apela a la presencia de fusiles y pequeños látigos en posesión de los guardianes del  talibán, esparcidos en todos los ámbitos posibles.

El drama se va esparciendo paulatinamente desde el interior de Atiq hacia la situación de injusticia carcelaria que atañe directamente a su rol social. Es moralmente responsable como también lo es frente a su esposa, quien supo cuidarlo en sus tiempos de herido en combate. Así se desplaza el conflicto que, a su vez, se va traduciendo en una gradual toma de conciencia que lo lleva finalmente a jugarse por una causa justa.

El filme vale la pena, a pesar de su simplicidad y hasta previsibilidad en el desenlace. Opera como un planteo que no desarrolla los medios; un esbozo congruente que apela a una forma expresiva alineada en función de los objetivos: paisajes y figuras humanas con detalles poco definidos, soluciones a medio camino por falta de desarrollo ideológico (educación como salida), personajes que apelan a un humanismo básicamente planteado, aunque no menos eficaz por esto.

Resumiendo, podríamos decir que la virtud del producto se deriva de una extraña habilidad para establecer precisión desde la falta de detalle, es decir, una expresión que, desde la simpleza, no peca de superficialidad. Nos queda clara la postura de los personajes, aunque no se profundice en ella; lo básico de su presentación es fiel reflejo de la precariedad del contexto en el que sobreviven.

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The assistant aficheSombrío retrato plagado de circunstancias alusivas al poder ejercido desde altos cargos. El negocio cinematográfico en la mira de Kity Green.

El filme juega todo el tiempo con paradojas silenciadas y ocultas. Las oportunidades no son tales o, mejor dicho, se distorsionan bajo un doble mensaje que ampara el abuso desde la naturalización.

Jane trabaja todo el día en una productora, ni siquiera descansa los fines de semana, está a la orden de su jefe que le manda una limusina para traerla todas las mañanas. El control es disimulado desde lo confortable de un vehículo que asegura la temprana llegada a la oficina.

La protagonista destaca en la interpretación de una joven angustiada que soporta en silencio la manipulación de un jefe amparado en las arbitrariedades del sistema. Nada se dice, ni siquiera ella es capaz, aun en el esfuerzo por la denuncia.

La película podría catalogarse como una serie de insinuaciones evidentes, que jamás logran concretarse en medidas de cambio. Es la “normativa” implícita, que apuesta al aprovechamiento de las personas; el dominio sobre el otro a partir de necesidades.

Las expectativas de Jane no logran canalizarse en lo inmediato, es esfuerzo, resistencia, contención de palabra y emoción. Una excelente interpretación de Julia Garner; nos habla a través de emociones sin necesidad alguna de expresión verbal. La comunicación queda reducida a un mínimo imprescindible, definitivamente, no es necesaria; la cámara fija aporta lo demás desde planos, cambiantes solo por el traslado de los personajes bajo un mismo fondo. Los travellings son reducidos al mínimo y, cuando se producen, son de una gran lentitud; van detallando el espacio físico en sentido horizontal desde una monotonía que oficia como fondo a una situación de presencia laboral interminable. Es imposible no empatizar con Jane, la cámara, la puesta en escena, el decorado, todo hace juego, complementa la experiencia de alguien que, si bien no puede expresar su insatisfacción y sufrimiento mediante palabras, es delatada por su cuerpo. Su rostro es administrado magistralmente: en cuestión de segundos se produce el pasaje por múltiples variantes del sufrimiento humano.

The assistant fotrograma

El filme nos deposita en el interior de un clima de irreversibilidad comprobada, las opciones de reclamo contienen sus propios límites, lo necesario para expulsar cualquier tentativa de alteración de la costumbre. El abuso sobrevuela los contextos sin jamás aterrizar, pero funciona, permite mantener el control de todos quienes ya conocen las reglas de juego más allá de lo aparente. Jane es nueva en la cuestión, obtiene su bautismo, es iniciada por experiencia directa al intentar elevar una queja siguiendo los canales institucionales pertinentes.

El tiempo diegético contiene en 87 minutos todo lo que sucede durante una jornada laboral que comienza en la madrugada y culmina en la noche. Nada sucede fuera de este lapso; la abreviación, como artilugio cinematográfico, impide la exacta coincidencia con el tiempo extradiegético. La rutina y monotonía, sugeridas en las posiciones de cámara y los diálogos chatos, imprimen una sensación de lentitud en el tránsito temporal.

Vale detenerse en una escena clave: la del reclamo. Es aquí, donde Jane cobra valor y enfrenta al sistema desde una timidez que se agota en sugerencias indirectas pasibles de interpretaciones alternativas. El trasfondo del problema quede claro: se utiliza la fuente laboral como moneda de cambio en la transacción sexual. Algo que a priori no estaba en el “libreto” debe ser aprendido, la apariencia es solo eso, no esperamos que coincida con lo preestablecido. Un excelente ejemplo de manipulación en las relaciones laborales, donde la víctima resuelve continuar con el sacrificio en aras de un “futuro mejor”. El sistema es presentado en un doble registro: lo que se debe hacer y lo que se puede hacer. El poder no está entre las opciones explícitas, y cuasi podríamos decir que nos sumerge en la paradoja del desamparo. Los poderes difieren al no regirse por las garantías de los deberes. Letra escrita, letra muerta, la empresa ampara a los jerarcas. No hay lugar a protestas y Jane lo sabe, su timidez se encuentra reforzada bajo el influjo de razones que obedecen a lógicas corruptas, pero lógicas al fin.

The assistant escena

Un filme pesimista, de denuncia cuidadosa, que nos confronta con la aceptación y defensa del abuso. El que manda, aunque no las escriba, fija las reglas para estar a tono con las buenas costumbres. Cuestión de imagen, todos sabemos lo que sucede, pero debemos hacer como si no sucediese, de esta forma, “estamos a salvo”.

El poder desde la omnipresencia innombrable, el fuera de campo acciona como recurso divinizador. Siempre es “él”, parece no tener nombre, quizá innombrable debido a su omnipotencia trascendental en ámbitos mundanos. Está más allá del bien y del mal, controla toda la oficina sin ser visto, ni siquiera apela a un panóptico, es la inmaterialidad que ejerce control desde la tecnología: un mail, una voz en el teléfono. La restauración de un “como sí”, que se deshace en disculpas vacías solo a los efectos de dejar en claro que las formas son contempladas. El cuidado de la imagen funciona, es la representación de la parodia que mantiene el sistema en “orden”.

La asistente

Una película típica, en tiempos de “me too” y denuncias por el estilo, que no abanica los hechos en busca de espectacularidad; simplemente los aterriza en el sujeto común de oficina. Un casting que afinó la selección en busca de la belleza discreta, pasible de ser oculta entre expresiones sufrientes, posturas desgarbadas y un vestuario acorde por su sencillez.

Guión, puesta en escena y vestuario son funcionales a una finalidad impregnada por lo extensible, lo abarcativo. El proyecto habla de algo que no ocurre solamente en la farándula artística, sino también en los pequeños y olvidados espacios de trabajo cotidiano, lo que los medios masivos de comunicación no suelen atender. “Pequeños” micromachismos, que pasan desapercibidos, ocultos bajo el manto del éxito empresarial.

Cine que se cuestiona a sí mismo. No es el caso puntual de un ego impregnado por la típica injusticia, que caracteriza al vil malvado hollywoodense. Estamos frente a un problema sistémico, no es un caso aislado que ameritaría la salvación moral de la institución fílmica que, por otra parte, está presentada desde la simplicidad, la cotidianeidad del rol administrativo; el glamour queda por fuera, prima la monotonía de lo rutinario. Esa gente también existe.

Película solo posible en tiempos de denuncia. ¡A disfrutarla!

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