Críticas
Más vale conservar las formas
The Assistant
Otros títulos: La asistente.
Kitty Green. EUA, 2019.
Sombrío retrato plagado de circunstancias alusivas al poder ejercido desde altos cargos. El negocio cinematográfico en la mira de Kity Green.
El filme juega todo el tiempo con paradojas silenciadas y ocultas. Las oportunidades no son tales o, mejor dicho, se distorsionan bajo un doble mensaje que ampara el abuso desde la naturalización.
Jane trabaja todo el día en una productora, ni siquiera descansa los fines de semana, está a la orden de su jefe que le manda una limusina para traerla todas las mañanas. El control es disimulado desde lo confortable de un vehículo que asegura la temprana llegada a la oficina.
La protagonista destaca en la interpretación de una joven angustiada que soporta en silencio la manipulación de un jefe amparado en las arbitrariedades del sistema. Nada se dice, ni siquiera ella es capaz, aun en el esfuerzo por la denuncia.
La película podría catalogarse como una serie de insinuaciones evidentes, que jamás logran concretarse en medidas de cambio. Es la “normativa” implícita, que apuesta al aprovechamiento de las personas; el dominio sobre el otro a partir de necesidades.
Las expectativas de Jane no logran canalizarse en lo inmediato, es esfuerzo, resistencia, contención de palabra y emoción. Una excelente interpretación de Julia Garner; nos habla a través de emociones sin necesidad alguna de expresión verbal. La comunicación queda reducida a un mínimo imprescindible, definitivamente, no es necesaria; la cámara fija aporta lo demás desde planos, cambiantes solo por el traslado de los personajes bajo un mismo fondo. Los travellings son reducidos al mínimo y, cuando se producen, son de una gran lentitud; van detallando el espacio físico en sentido horizontal desde una monotonía que oficia como fondo a una situación de presencia laboral interminable. Es imposible no empatizar con Jane, la cámara, la puesta en escena, el decorado, todo hace juego, complementa la experiencia de alguien que, si bien no puede expresar su insatisfacción y sufrimiento mediante palabras, es delatada por su cuerpo. Su rostro es administrado magistralmente: en cuestión de segundos se produce el pasaje por múltiples variantes del sufrimiento humano.
El filme nos deposita en el interior de un clima de irreversibilidad comprobada, las opciones de reclamo contienen sus propios límites, lo necesario para expulsar cualquier tentativa de alteración de la costumbre. El abuso sobrevuela los contextos sin jamás aterrizar, pero funciona, permite mantener el control de todos quienes ya conocen las reglas de juego más allá de lo aparente. Jane es nueva en la cuestión, obtiene su bautismo, es iniciada por experiencia directa al intentar elevar una queja siguiendo los canales institucionales pertinentes.
El tiempo diegético contiene en 87 minutos todo lo que sucede durante una jornada laboral que comienza en la madrugada y culmina en la noche. Nada sucede fuera de este lapso; la abreviación, como artilugio cinematográfico, impide la exacta coincidencia con el tiempo extradiegético. La rutina y monotonía, sugeridas en las posiciones de cámara y los diálogos chatos, imprimen una sensación de lentitud en el tránsito temporal.
Vale detenerse en una escena clave: la del reclamo. Es aquí, donde Jane cobra valor y enfrenta al sistema desde una timidez que se agota en sugerencias indirectas pasibles de interpretaciones alternativas. El trasfondo del problema quede claro: se utiliza la fuente laboral como moneda de cambio en la transacción sexual. Algo que a priori no estaba en el “libreto” debe ser aprendido, la apariencia es solo eso, no esperamos que coincida con lo preestablecido. Un excelente ejemplo de manipulación en las relaciones laborales, donde la víctima resuelve continuar con el sacrificio en aras de un “futuro mejor”. El sistema es presentado en un doble registro: lo que se debe hacer y lo que se puede hacer. El poder no está entre las opciones explícitas, y cuasi podríamos decir que nos sumerge en la paradoja del desamparo. Los poderes difieren al no regirse por las garantías de los deberes. Letra escrita, letra muerta, la empresa ampara a los jerarcas. No hay lugar a protestas y Jane lo sabe, su timidez se encuentra reforzada bajo el influjo de razones que obedecen a lógicas corruptas, pero lógicas al fin.
Un filme pesimista, de denuncia cuidadosa, que nos confronta con la aceptación y defensa del abuso. El que manda, aunque no las escriba, fija las reglas para estar a tono con las buenas costumbres. Cuestión de imagen, todos sabemos lo que sucede, pero debemos hacer como si no sucediese, de esta forma, “estamos a salvo”.
El poder desde la omnipresencia innombrable, el fuera de campo acciona como recurso divinizador. Siempre es “él”, parece no tener nombre, quizá innombrable debido a su omnipotencia trascendental en ámbitos mundanos. Está más allá del bien y del mal, controla toda la oficina sin ser visto, ni siquiera apela a un panóptico, es la inmaterialidad que ejerce control desde la tecnología: un mail, una voz en el teléfono. La restauración de un “como sí”, que se deshace en disculpas vacías solo a los efectos de dejar en claro que las formas son contempladas. El cuidado de la imagen funciona, es la representación de la parodia que mantiene el sistema en “orden”.
Una película típica, en tiempos de “me too” y denuncias por el estilo, que no abanica los hechos en busca de espectacularidad; simplemente los aterriza en el sujeto común de oficina. Un casting que afinó la selección en busca de la belleza discreta, pasible de ser oculta entre expresiones sufrientes, posturas desgarbadas y un vestuario acorde por su sencillez.
Guión, puesta en escena y vestuario son funcionales a una finalidad impregnada por lo extensible, lo abarcativo. El proyecto habla de algo que no ocurre solamente en la farándula artística, sino también en los pequeños y olvidados espacios de trabajo cotidiano, lo que los medios masivos de comunicación no suelen atender. “Pequeños” micromachismos, que pasan desapercibidos, ocultos bajo el manto del éxito empresarial.
Cine que se cuestiona a sí mismo. No es el caso puntual de un ego impregnado por la típica injusticia, que caracteriza al vil malvado hollywoodense. Estamos frente a un problema sistémico, no es un caso aislado que ameritaría la salvación moral de la institución fílmica que, por otra parte, está presentada desde la simplicidad, la cotidianeidad del rol administrativo; el glamour queda por fuera, prima la monotonía de lo rutinario. Esa gente también existe.
Película solo posible en tiempos de denuncia. ¡A disfrutarla!
Ficha técnica:
The Assistant / La asistente , EUA, 2019.Dirección: Kitty Green
Duración: 87 minutos
Guion: Kitty Green
Producción: 3311 Productions, Cinereach, Forensic Films, Level Forward, Symbolic Exchange, Bellmer Pictures, JJ Homeward Productions (Distribuidora: Bleecker Street)
Fotografía: Michael Latham
Música: Tamar-Kali Brown
Reparto: Julia Garner, Matthew Macfadyen, Dagmara Dominczyk, Kristine Froseth, Patrick Wilson, Mackenzie Leigh, Juliana Canfield, Noah Robbins, Alexander Chaplin, Purva Bedi, Lou Martini Jr., Migs Govea, Fang Du, Daoud Heidami, Jonny Orsini, Sophie Knapp, Andrew Hsu, Devon Caraway