Críticas
En compañía de Satanás
The Dazzled
Les éblouis. Sarah Suco. Francia, 2019.
La francesa Sarah Suco era conocida por su carrera como actriz. The Dazzled es su primera incursión en la dirección de largometrajes. El personaje central del filme es Camille. Con trece años, su tiempo lo ocupa en el colegio y con su gran afición: el mundo del circo. Por esta inclinación acude regularmente a una escuela para aprender y poder formar parte, en un futuro, de dicho espectáculo. Se lleva bien con sus padres y es la mayor de cuatro hermanos. Camille es una adolescente feliz. Precisamente, por edad y aficiones compartidas, el filme nos ha recordado otra notable película rodada el mismo año, en este caso en España. Se trata de La inocencia (La innocència) de la directora Lucía Alemany. Ambas cuentan la historia de una adolescente que anhela convertirse en artista de circo, pero aparte de englobarse las dos obras en el género dramático, ser dirigidas por féminas y ostentar la categoría de ópera prima, ahí se acaban sus similitudes.
Para Camille todo parece venir rodado. Pero un día, su camino, junto con el de su familia, se torcerá hasta tomar una curva demasiado peligrosa. Y la indecencia, la oscuridad, el temor, una rígida disciplina y otros aspectos aún peores entrarán en la vida de su pequeña/gran familia. Nos referimos a aquel momento en que sus padres, fervientes católicos, deciden integrarse en una comunidad seguidora o perteneciente a dicha religión. Se compone por religiosas y religiosos, además de laicos y laicas. Un grupo humano que ora siempre, ya no digamos ante la menor contrariedad. Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Una congregación que pretende hacer milagros con sus rezos, que prohíbe vestir de negro por ser el color del diablo, que canta y canta canciones insulsas, anodinas, además de cursis y patéticas. Una colectividad que no observamos que anhele imponer su ideología fuera de su reducto, aunque, si llega el caso, los métodos de convicción no resulten del todo ortodoxos. Por lo que exhibe el filme, asemeja que convencen a aquellos que pretenden ser convencidos, a los que tienen una predisposición considerable para someterse a lavados de cerebro. Pero lo bien es cierto es que hay menores implicados, pequeñas y pequeños a los que se les educa y adoctrina en el miedo, en la cerrazón. Unos niños, unos adolescentes a los que, de buenas a primeras, se les aparta de su entorno social. No queremos entrar en más encadenamientos execrables, por el momento.
Camille y su familia ingresan en un una agrupación que al parecer se rige por sentimientos fraternales, con intereses solidarios y que se apoya en la unión global. Una compenetración sustentada en la confesión conjunta de culpas y en la celebración apiñada de alegrías. También en estrategias sicológicas para someter a los feligreses a la voluntad del líder, exhibidas como creencias espirituales e incluso con actuaciones metódicas que se denominan en ocasiones “milagros”. Estamos ante un filme tremendamente interesante porque, ¿no lo hemos dicho?, se sitúa en Francia, en el país laico por excelencia, aquel en el que la religión y la política no mantienen ningún vínculo, por estrecho que sea. Una separación tajante, una neutralidad del Estado convertido en principio fundador de la República y recogido en el artículo 1º de su Constitución. Un pilar básico junto a la libertad, la igualdad y la fraternidad. Liberté, égalité, fraternité y laïcité. Nos encontramos en Francia, sí, y además, en este siglo. Una idea de separación tajante de Iglesia-Estado compartida globalmente por sus ciudadanos. No obstante, si rascamos, no resulta del todo exacta. El dinero público es utilizado para cierta financiación de escuelas religiosas o para el sostenimiento de algunos edificios destinados al culto, además de asistencias espirituales en ciertos lugares. Igualmente, en territorios como Alsacia y Lorena, se apoya económicamente al culto.
Volviendo a la obra de Sarah Suco, The Dazzled elabora con oficio un acercamiento al mundo de las sectas. Cuenta con un buen guion, rueda sus escenas de forma ágil, se rodea de excelentes interpretaciones y los tintes autobiográficos de lo narrado que se identifican con la vida personal de la directora parece que impregnan toda la historia de naturalidad y verosimilitud. Precisamente, el largometraje finaliza con la frase “a mis hermanos y hermanas”, probablemente refiriéndose a compañeros de la comunidad religiosa a la que perteneció de niña. El punto de vista narrativo elegido es el de Camille, de cuya mano nos iremos adentrando en esa cueva del lobo, disfrazada de globos de colores. Por cierto, entre los actores participantes encontramos a Jean-Pierre Darroussin, ese querido intérprete que recordamos principalmente por tierras marsellesas, bajo las directrices de Robert Guédiguian. En esta ocasión, encarna el papel de sacerdote, de pastor jefe de las ovejas que balan complacidas cuando presienten su aparición. También, metidos en interpretaciones, es de justicia destacar la de Céleste Brunnquell como Camille. Una actuación bajo cuya mirada nos pondremos a temblar en las escenas de exorcismo, no sabremos si reír o gritar en los arrepentimientos colectivos y nos alucinaremos de la autoridad que es capaz de imponer el religioso que perfila Darroussin.
¿Una historia real? ¿Una Ficción? ¿Una realidad metamorfoseada? En cualquier caso, un horror. Espanto ante unos críos que evolucionan en la prohibición, en el terror, con técnicas de persuasión coercitivas. Todo en un mundo inhóspito en el que las ondas del móvil, cuanto menos, son venenosas o por lo menos indeseables. Así, resulta impagable la escena en libertad de los menores, cuando uno de ellos no puede comer exquisiteces sin rezar previamente. En caso contrario, el infierno abrirá sus puertas y se lo tragará. La Comunidad de la Paloma, así llaman a ese presidio de controles férreos e hipócritas caridades. Sí, señoras y señores, las sectas existen y en todos los continentes, por todas partes, con subvenciones públicas o sin ellas. Y ya saben, con sus métodos infalibles son capaces de manipular a niños y a adultos. Como podemos observar en el filme de Suco, ni contables ni profesores se libran de sus fuerzas malignas contra el desarrollo personal y la libertad de actuación o de pensamiento.
No queremos dejar de centrarnos en el significado del título, tanto en inglés como en francés. Dazzle o éblouis se traducen como deslumbramiento. Se trata, justamente, de lo que pretenden el líder o los líderes del penal, esto es, deslumbrar con tanta fuerza a los que están en pleno cumplimiento de condena para alcanzar, con el arrepentimiento y el perdón, la gloria celestial, hasta que se consiga llegar a cegarlos, a hacerles olvidar que son seres que cuentan con raciocinio y capacidad de decidir. La estrategia que muestran los manipuladores y abusadores es muy clara: van debilitando la voluntad de sus víctimas, van culpabilizándoles sistemáticamente por motivos inocuos hasta que consiguen humillarlos y logran atacar su dignidad delante de todo el grupo, sin que haya reacción en contra por parte de los afectados, sino solo vergüenza y propósito de enmienda. Cautivos y derrotados, incapaces de pensar por sí mismos, los desgraciados que se han dejado arrastrar a ese estado ya no tienen fuerzas ni capacidad de reaccionar. La malignidad ha triunfado y se ha instalado en sus vidas. Sirva como ejemplo la caída, ciertamente buscada, de la madre de Camille.
Desde la secuencia inicial, en la que vemos a una Camille esperanzada en la escuela de espectáculos circenses, hasta el duro final, ha transcurrido un penoso y traumático camino. Una trayectoria que, afortunadamente, no se deja por su protagonista en las manos del Señor, tal y como pretende una integrante de la secta cuando tiene a su cargo el cuidado de la hermana pequeña. Finaliza el largometraje y quedamos pensativos y preocupados por esos cuatro chiquillos y chiquillas con el nido roto, las ideas quebradas y el futuro oscuro, casi tan negro como el color del diablo.
Tráiler:
Ficha técnica:
The Dazzled (Les éblouis), Francia, 2019.Dirección: Sarah Suco
Duración: 100 minutos
Guion: Nicolas Silhol, Sarah Suco
Producción: Mon Voisin Productions, Epithète Films, France 3 Cinéma
Fotografía: Yves Angelo
Música: Laurent Perez del Mar
Reparto: Céleste Brunnquell, Camille Cottin, Eric Caravaca, Jean-Pierre Darroussin, Spencer Bogaert, Laurence Roy