Críticas
Preparando la cena a fuego lento
The Invitation
Karyn Kusama. EUA, 2015.
Son numerosos los realizadores que se dan a conocer con trabajos modestos en los que demuestran su talento y ven cómo su carrera se dispara cuando reciben al apoyo de alguna productora con medios, que confía en ellos para llevar a cabo trabajos de gran envergadura en cuanto a su presupuesto. Es menos habitual que, después de una trayectoria dentro de la industria produciendo taquillazos, el realizador deje el cine de estudio para trabajar con medios más austeros. Esto puede ser, entre múltiples factores, por haber encadenado algunos fracasos con los que la industria no es indulgente, como vimos hace poco con M. Night Shyamalan y su cinta La visita (2015) o en el caso que nos ocupa en este texto, el de Karyn Kusama, quien ha dejado a un lado el cine de estudio y presupuestos abultados para poder plasmar, bajo su criterio, un guion lleno de aristas y ambigüedades. Con Kusama vuelve a triunfar en el Festival de Sitges un cine fantástico de bajo presupuesto, como hiciera hace dos años la cinta de ciencia ficción Coherence (James Ward Byrkit, 2013), ganadora del Premio al Mejor Guion, que a su vez bebía directamente del rastro que había dejado Primer (Shane Carruth, 2004). Todos ellos son films que comparten un mismo modo de entender un cine de género realizado con pocos medios, pero con una factura envidiable, cuya baza es sacar el máximo provecho a un libreto que transcurre en una sola localización.
Kusama había puesto al frente de sus primeros films –Girlfight (2000), AEon Flux (2005), Jennifer´s Body (2009)- a mujeres de armas tomar, que reafirmaban su posición social mediante la violencia física e inteligencia superior, a modo de alegato feminista. En The Invitation cambia las tornas por el personaje masculino de Will (Logan Marshall-Green), quien deberá hacer frente a una situación psicológica complicada.
Todo comienza con la invitación que Eden (Tammy Blanchard) realiza a su grupo de amigos, entre los que se encuentra su ex pareja Will, quien acude a la cita con su novia (Emayatzy Corinealdi). Es una cena de reencuentros, pues hace más de dos años que no se ven. Lo que debería ser una velada de risas y charlas llenas de complicidad, se convierte en algo inesperado que nada tiene que ver con lo agradable.
Existe en The Invitation el poso aun ferviente de un trauma penetrante que el tiempo ha convertido en tabú, que no puede disimularse cuando la compleja red sentimental da la cara en plena reunión. Algo que todos conocen y nadie menciona por temor a despertar fantasmas del pasado, que en realidad nunca han dejado de estar. Este tratamiento del sufrimiento emocional por un hecho pasado nos lleva a recordar cómo La desaparición de Eleanor Rigby (Ned Benson, 2014) describía la desintegración de una pareja a través del dolor. Aquí también, la apoplegía espiritual ha extendido sus tentáculos sobre Eden y Will y parece haber acabado con cada partícula de amor que había entre ellos. La infelicidad de Will y la alegría impostada de Eden, aun en polos opuestos, convergen en la inútil lucha por seguir adelante. Ella, más vulnerable, ha caído en un mundo de fantasía y fábulas mefistofélicas, mientras que él aún permanece sumido en la pesadilla inicial. Su pasado se ha transfigurado en la ficción de su presente.
The Invitation es un thriller psicológico sustentado sobre el problema del ego. El yo consciente que controla y media todo lo que está a su alcance en la realidad exterior, para alcanzar los ideales propios. El film gira de manera constante en torno al dolor ante la pérdida que, en el confinamiento en el que se encuentran los invitados adquiere una connotación redentora, cuando la vía de escape pasa por cualquier tipo de sacrificio ajeno. Kusama pone a prueba nuestra tolerancia frente al clímax de tensión in crescendo y paulatino que se va desarrollando a lo largo del film, tal como ocurría en Celebración (Thomas Vinterberg, 1998), en la que una fiesta de cumpleaños se convertía en el escenario perfecto para sacar a la luz oscuros secretos de familia.
Kusama nos guía de manera astuta a través de esa cena de amigos, como una araña espera a que las presas caigan en su red, mientras que la atmósfera se va tornando, lentamente, cada vez más enrarecida, con la suma de situaciones discordantes que parecen no encajar. Kusama maneja con gran habilidad el reducido espacio del que dispone y la posición de la cámara. En ocasiones nos da un lugar en el sofá, somos un invitado más y otras veces disipa la presión que lo invade todo, al concedernos ángulos o puntos de vista de la estancia a la que nadie más tiene acceso. De igual modo, en ocasiones nos aproxima a Will, mostrándonos sus recuerdos o dejándonos ver a través de su mirada capciosa y beligerante, atenta a todo cuanto le rodea. Vivimos con él su paranoia y sufrimos la ansiedad que él soporta durante toda la noche. Sin embargo, en ocasiones, Kusama nos aleja de él y desde un enfoque en contraposición, podemos ver las aristas de la situación, al contemplar cómo Will se desenvuelve en una nebulosa neurótica de la que no puede escapar. Toda esta planificación narrativa consigue un efecto de transmutación constante en el pensamiento del espectador.
El grupo de amigos invitados a la cena está compuesto por una representación heterogénea en la que Kusama no ha querido olvidarse o hacer de menos a nadie, dejando una impresión de grupo forzado: asiáticos, negros, blancos, homosexuales, heterosexuales, con pareja y sin pareja.
Existen en The Invitation secuencias que lo dicen todo por sí mismas y nos producen un shock emocional, como cuando Will entra en una de las habitaciones más importantes de la casa o planos fijos que no necesitan de nada más, como es la imagen final del film. Después de la resolución de la trama en el interior de la casa, a Kusama todavía le queda energía suficiente para arremeter de manera elegante contra esa famosa ladera de Los Ángeles, o más bien contra todo lo que representa, y los perfiles humanos que la integran.
Lo más estimulante de un film como The Invitation, aunque no es absolutamente perfecto en su guion, en el que podemos encontrar algunas facilidades, es el reto psicológico que le crea al espectador, llevándole por donde quiere de manera astuta y honesta.
Ficha técnica:
The Invitation , EUA, 2015.Dirección: Karyn Kusama
Guion: Phil Hay, Matt Manfredi, Phil Hay, Matt Manfredi, Matt Manfredi
Producción: Gamechanger Films / Invitation, The / Lege Artis
Fotografía: Bobby Shore
Reparto: Michiel Huisman, Tammy Blanchard, Logan Marshall-Green, John Carroll Lynch, Mike Doyle, Emayatzy Corinealdi, Karl Yune, Toby Huss, Marieh Delfino, Michelle Krusiec, Lindsay Burdge, Aiden Lovekamp
Me pueden explicar el finL,las luces rojas, es q se hacía lo mismo en diferentes casas, que sucedió con la q se retiró al inicio
Es tan mala. Contiene tantos errores que es insufrible. No es ningún thriller psicológico. Es un bodrio con pretensiones de análisis emocional. No transmite nada, más bien al contrario: es tediosa, aburrida, con saltos de escenas y con estatuas de ceras carentes de dotes artísticas para transmitir emociones. Son penosos. Penosos.
EXCELENTE. Al principio pensé que era una historia más de reunión de amigos, con el componente del reencuentro entre «exs», y esperaba ver de qué manera se manifestaba el «terror» que yo esperaba, pues di con esta película por su categoría de film de terror. El relato me parecía lento, no entendía muy bien de qué se trataba todo, me pregunté más de una vez por qué no dejaba de verla -nunca supe qué me retenía-, y de repente todo empezó a encajar y a volverse más intenso. Quedé fascinado con todo: interpretaciones de los actores, fotografía, guión… Y por cierto muy confundido con respecto al género: no me parecía una película de terror, sino un gran drama, a lo sumo un thriller, o los dos al mismo tiempo. La volví a ver el mismo día, cuánto más la disfruté, y no me puedo sacar de la cabeza ese grupo de gente ni lo que los unió esa noche, ni los pobres Will y Eden como así su pasado, todo fue una experiencia muy intensa para mí y estoy más que satisfecho pues eso busco al ver cine.