Críticas

La España vaciada

Tierra de nuestras madres

Liz Lobato. España, 2023.

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, existe un esperpéntico poblado a un paso de ser devorado por el capitalismo. Sus peculiares habitantes viven atribulados por una serie de avatares infortunados que, de no corregir su destino, puede desembocar en la desaparición de su legado. Citando el glorioso comienzo de la ilustre novela de la literatura mundial El hidalgo caballero Don Quijote, de Miguel de Cervantes, atino, no sin pudor, a describir una aproximación al pintoresco costumbrismo de Tierra de nuestras madres (2023), una producción española que supone la ópera prima de la realizadora Liz Lobato.

Esta divergente propuesta emerge como un signo a contracorriente en un panorama del cine español necesitado de puntos y aparte para promover un tipo de enfoque y sensaciones cuando menos diferentes y arriesgadas. Un cine escondido, pequeño, minimalista y dispuesto a concebir una historia que se aparta de los patrones habituales.

El simple hecho de plantear un filme con un tono y estilo cercano a una historieta de tebeo, con situaciones estrafalarias y personajes estrambóticos, filmada en un hermoso y valiente blanco y negro, se contempla, desde el punto de vista artístico, como una osada maniobra de talante arriesgado. Una obra al margen, periférica.

La decisión de la cineasta madrileña Liz Lobato, formada en el mundo del cortometraje y del guion, es meritoria y respetable por cuanto su tentativa y aspecto visual irrumpe en tiempos benignos para el cine español, cuya última cosecha ha sido excelente. Su obra deviene como distendida reformulación risueña de la variante surrealista. Su sarcástico toque y divertido encadenamiento de grotescos acontecimientos los podríamos emparentar con maestros virtuosos en la materia como Luis García Berlanga o José Luis Cuerda.

Tierra de nuestras madres, salvando las distancias, podría acercarse a logros sin parangón en sus ambiciones como Amanece que no es poco (1989), la delirante e imaginativa astracanada del citado Cuerda. Película de culto. Por esa línea y derroteros expresivos se maneja, no sin chispa, la debutante Lobato. Larga vida.

Aunque la comparación es temeraria y puede considerarse blasfema, no lo es tanto cuando su dispositivo visual y sus ideas de guion se plasman en pantalla con profundidad alegórica. Y cuando el espectador escucha la voz interior de un animal, una cabra, como una de las voces narrativas del argumento se perciben más analogías que distancias.

La acción de esta historia se sitúa en La Mancha, tierra marcada por el abandono. Su imagen parece varada en un tiempo indeterminado. Sin embargo, la temática posee lectura actual, ajustada a la triste realidad de la España vaciada y despoblada. Preocupación que se deja sentir y que es motivo del discurso lacerante. Una realidad atendida con más o menos oportunismo y escasa fortuna por los partidos políticos españoles. En medio de esa agreste nada, la sequedad del ambiente y el efecto paupérrimo que otorga una fotografía árida en blanco y negro, refleja una realidad decadente sobre un modo de vivir rural y un estilo de vida fúnebre, acrecentado por una materia fílmica paródica y registrada como una comedia que no da una puntada sin hilo.

El recurso narrativo de la voz over introduce al público en un microcosmos donde el tiempo y la nueva era posmoderna se hubiesen detenido en un momento impreciso del pasado más reciente. Un pueblo cualquiera, pequeño, que ve cómo su corazón y entrañas parecen ofrecer pocas resistencias al abandono y desidia ante el arreón de fuerzas facinerosas sin escrúpulos que vienen a quedarse con la identidad de la villa.

En este paraje en vías de desaparición, una mujer, Rosario, encarnada por un actor, Saturnino García (Justino, un asesino de la tercera edad, Santiago Aguilar y Luis Guridi, 1994), madre de un discapacitado, muestra su irrenunciable adhesión a su casa, al entorno y a la ridícula ciudadanía del pueblo. Ella, fémina coraje (como se lleva hoy en día), es una resistente que desde su rústica ignorancia nota que si la gente no se mueve y se compromete a frenar el pelotazo urbanístico, el villorrio caerá en manos indeseadas.

Rosario es el alma del relato sobre la resistencia y la dignidad de los nadie. Es una anciana típica de pañuelo en la cabeza y ropas adustas y elementales. Prototipo de la mujer de campo, oscura, paridora de hijos, doméstica en labores del hogar y protectora de todo cuanto está a su alrededor. Ella, gracias al desparpajo que le imprime Saturnino García y su irónico timbre fonético, se convierte, junto a la locuacidad de sus animales, en un ser plenipotenciario. Su decisión, que tiene algo de hombría (el transformismo del intérprete da para establecer una teoría aparte), es un elemento crucial que, además, encaja con la parafernalia de la idea motriz y no desentona en absoluto con las disparatadas figuras que acompañan esta sardónica peripecia.

Rosario trapichea recogiendo y vendiendo sal de higuera. Un negocio que le permite la subsistencia y por otra parte le reporta nobleza y lealtad a su terruño. Ella compone una criatura privativa, con características especiales, puestas así en una función nada descuidada. La mujer/hombre representa hidalguía en contraste con la visión desnaturalizada del resto de elementos humanos. Dibujados como chistosas pantomimas. El otro elenco de personajes, objeto de mofa, son un puñado de monigotes sui géneris que responden a nombres arcanos y disponen, no sin humor grueso, de un corto perfil biográfico, iniciado por una fotografía de su fisonomía en stop, para desgranar una trayectoria en clave satírica.

Una clave sarcástica y extravagante que viene a poner valor, con ligeras reminiscencia al western en su pintura formal que habla de coraje y de resistencia. Rosario ve y observa cómo la cobardía y la dejadez hace que la historia se repita. Por culpa de la cobardía y renuncia a los valores tradicionales el pueblo, Villa Carrizo, puede caer en manos de extranjeros oportunistas. El epílogo final tiene algo de felliniano, con una música de tómbola, de tango, de fiesta popular. La conclusión es coherente y la película te gana.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Tierra de nuestras madres ,  España, 2023.

Dirección: Liz Lobato
Duración: 88 minutos
Guion: Liz Lobato
Producción: La Bestia Produce, Me Lo Creo Cine
Fotografía: Ismael Blanco
Música: Luis Tejera, Jeremías Tejera
Reparto: Saturnino García, José Luis Cruza, Milagros Torres Perales, Carlos Alberto Márquez, Néstor Espada y Luis Miguel Torres

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