Críticas
Las imágenes que dicen tantas cosas
Timbuktu
Abderrahmane Sissako. Mauritania, 2014.
Timbuktu es una película franco-africana que ha llegado a nuestras carteleras seguramente por haber sido nominada a la Palma de Oro en Cannes y también por su nominación al Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Afortunadamente, así ha ocurrido, para tener la oportunidad de acercarse a las complejas situaciones que se experimentan en el mundo islámico bajo el implacable avance del fundamentalismo. Es que el filme nos pinta brochazos de sucesos ocurridos en la región de Tombuctú, durante la guerra lanzada por el grupo Ansar Dine, en territorios del norte de Malí.
Ansar Dine significa Defensores de la Fe. El grupo, de carácter religioso y fundamentalista, ha estado activo en Malí, con la idea de establecer en el país la Shari’a, una forma rígida de ley musulmana, para convertirlo en una teocracia estricta. Malí estuvo entre 2012 y 2013 sometido a un conflicto con la intervención de varios grupos y ejércitos, que concluyó con un acuerdo de paz en 2013, luego de la intervención francesa.
Tombuctú es una tradicional población de la República de Malí, punto de encuentro entre el África occidental, las poblaciones nómadas beréberes (tuaregs) y los árabes del norte. Se ha destacado como centro universitario, intelectual, espiritual y de propagación del islam en África, especialmente durante los siglos XV y XVI. En Tombuctú se creó una de las primeras universidades del mundo, y se desarrolló una cultura abierta a las influencias de la civilización clásica, acopiando importantes colecciones de textos griegos y generando escritos y copias que la hicieron famosa.
Es en este contexto que se desarrolla Timbuktu. No se trata de una historia de guerras o de aventuras de carácter lineal ni de un relato de la vida real, sino de una serie de cuadros, a modo de pequeñas historias interconectadas, que nos acercan a las terribles circunstancias que se configuran cuando un grupo de personas fanáticas y armadas se creen dueñas de las vidas de los pobladores. Todos los habitantes empiezan a ser objeto de leyes primitivas y de limitaciones que no tienen mayor sentido para ellos, las cuales se imponen en un contexto injusto, inmediato, prepotente. Sin embargo, siendo Tombuctú una antigua y civilizada población, sus habitantes mantienen una esencia culta, orgullosa y libre. Esto es evidente en las distintas escenas, en las cuales a la absurda arbitrariedad de los señores guerreros, se enfrentan personas de todos los niveles sociales con palabras dignas y gestos serenos, aún si saben que el resultado va a ser la prisión, la humillación o la muerte.
Una vendedora de pescado ofrece sus manos y un cuchillo cuando los fanáticos la obligan a utilizar guantes, para que las corten en cumplimiento de la shari’a; los jugadores de fútbol deben jugar sin balón y los músicos no pueden tocar instrumentos ni las mujeres lucir su apariencia natural. Las disputan que puedan resultar entre las personas, se resuelven en la mesa de un tribunal de señores muy serios, que ya saben de antemano el resultado de sus juicios, en los cuales solo escuchan a la parte acusada como recurso retórico, ya que apenas les interesa un simulacro teatral de la justicia.
Todo ocurre en una tierra desértica, en la cual circulan los vehículos militares de los señores guerreros, camionetas pick-ups dotadas de ametralladoras, mientras van desapareciendo los tradicionales moradores nómadas, sus mujeres y sus cantos en peligro, sus costumbres cuestionadas. En la ciudad, los jóvenes no pueden reunirse y cantar, pues corren el riesgo de morir enterrados en la arena hasta el cuello, lapidados en medio del sol y de la indiferencia. En las madrazas de las mezquitas, tradicionales sitios de estudio, el imán observa impotente las oscuras arbitrariedades, a las cuales se enfrenta con palabras razonadas y firmes, que son escuchadas por los espectadores como testimonio de que no es el islam la fuente de tales imposiciones, pero que poco importan para los fanáticos, vestidos de negro e impermeables en su coraza de creencias, tan oscuras como sus trajes.
Todo ocurre en medio de la belleza. Belleza que se convierte en algo desafiante para las creencias oscuras. Como la de las antiguas figuras artísticas de madera que son utilizadas por los milicianos para afinar la puntería de sus disparos y que, en imágenes impresionantes, van cayendo destrozadas: rostros, manos, pies, cuerpos amontonados; ensayos del poder que se enfrenta al silencio digno e impotente de las más altas manifestaciones humanas. Belleza del desierto de cielos impolutos, de silencios majestuosos que estimulan el espíritu, pero que no logra penetrar en las almas rígidas de los líderes del fanatismo, ocupados como están en defender (más bien en imponer) sus conceptos de fe y religiosidad. Belleza de la música y de los cantos poéticos, que tampoco penetran las mentes serias y tristes de los que no escuchan, ocupados como están en lanzar diatribas por altavoces.
¿Qué se puede hacer ante tales acciones, ante tales amenazas contra el espíritu y el humanismo? Pienso que el cine nos ofrece respuestas. En la mente de cada espectador que ve un filme como este, se va estructurando una película rica en posibilidades. Es el impacto de los escenarios y del teatro, ese rico mundo de imágenes mentales, de sueños y de opciones, que no puede ser vencido por el oscurantismo y la arbitrariedad. Así se convierte el cine en el arte de la escucha, donde nos hablan los realizadores, los artistas, la música, las escenas, el guión. Y los espectadores imaginativos escuchan y se dejan atrapar, se vuelven empáticos y sensibles, y se atreven a crear respuestas sabias y poderosas, que iluminan los mundos negros y amenazantes, más allá de las limitaciones que impone la realidad. Puede ser que tales respuestas e interpretaciones no sean conscientes, que no se manifiesten en declaraciones o acciones claras; pero van quedando sembradas en los tejidos de las conciencias individuales, hasta volverse poderosas y colectivas.
Trailer:
Ficha técnica:
Timbuktu , Mauritania, 2014.Dirección: Abderrahmane Sissako
Guion: Abderrahmane Sissako, Hichem Yacoubi
Producción: Sylvie Pialat
Fotografía: Sofian El Fani
Música: Amine Bouhafa
Reparto: Ibrahim Ahmed, Toulou Kiki, Hichem Yacoubi, Abel Jafri, Fatoumata Diawara, Kettly Noël
La película es una joya, y me encantó la crítica! felicidades Enrique
Celia, gracias por tus palabras sensibles
Hoy he visto la película en la 2 y he encontrado esta crítica. Me ha encantado la película. El contraste de la belleza y la tradición con la injusticia y el fanatismo. Me encantó esta crítica
Glòria Noè, gracias por lo que dices, que estimula bastante y que enriquece la visión de esta impactante película
Es cierto la película es una joya, y la crítica excelente. El título en francés la tristeza o la pena de los pájaros, habla por si mismo.
Gracias María isabel. Interesante lo del título.
Me ha gustado mucho tu crítica, acabo de ver la peli y coincido plenamente contigo. Gracias.
Gracias por compartir. Naturalmente que me anima como comentador del cine.