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Toledo: Ciudad de leyenda, ciudad de cine
Toledo es mezcla entre la historia y la leyenda. Los mitos se confunden con los hechos en la niebla de los tiempos en esta ciudad milenaria, que conserva el paso de las civilizaciones grabado en piedra. En sus callejones y recovecos se acumulan las anécdotas, las historias fantásticas, el susurro de lo tenebroso. El folclore y la tradición alimentan la leyenda de una ciudad que, durante la Edad Media, fue auténtico faro de la cultura occidental, gracias al encuentro en sus calles de las tres culturas dominantes. Judíos, cristianos y musulmanes compartían espacio, juntos, pero pocas veces revueltos. A pesar de la propaganda acerca de la tolerancia que se respiraba en esos tiempos, lo cierto es que la convivencia no fue tan idílica.
En el laberíntico Toledo, por encima de todas las cosas, se respira magia. La ciudad ha quedado para el imaginario colectivo como recipiente de sabiduría heterodoxa. La alquimia, la hechicería, las artes místicas, recibieron durante no poco tiempo el sobrenombre de artes toledanas en toda Europa, y muchos eran los que atravesaban sus muros a la búsqueda de un conocimiento prohibido. Ese poso de misterio, junto con el poderío monumental de su historia, convierten a Toledo en un escenario único.
TOLEDO, ENTRE LA MAGIA Y LA HISTORIA
La hipnótica y brumosa tradición mágica aúna en callejones y subterráneos los mitos del Santo Grial, la mesa de Salomón o el tesoro del templo de Jerusalén, las búsquedas mágicas que han servido de excusa para no pocas ficciones. Tanta es su fuerza mística que es la única ciudad occidental que aparece en Las mil y una noches, el compendio de cuentos orientales por excelencia, e incluso el maestro del horror cósmico, H.P. Lovecraft, sitúa en Toledo una de las ediciones del infame Necronomicon. Hablamos de una persona que apenas salió de su Providence natal, pero tenía noticia de esas leyendas del pasado de la milenaria ciudad.
Gustavo Adolfo Bécquer dedicó alguno de sus mejores momentos a las leyendas de Toledo, posiblemente el lugar del mundo con mayor número de estas historias. No hay callejón, plaza o esquina de la parte antigua que no tenga su historia, más o menos inspirada en la realidad. Pero el poeta sevillano no ha sido el único artista que se enamoró de esos rincones misteriosos. Las murallas de Toledo y los vestigios de épocas pasadas que se conservan han servido de reclamo para el mundo del audiovisual en decenas de ocasiones, desde series de televisión de inspiración medieval a películas que buscan en este emplazamiento único un toque de magia.
Pero si hay que hablar de un cineasta que encontró en Toledo inspiración constante, es inevitable referirse al genio de Calanda y aragonés universal, Luis Buñuel.
LA ORDEN DE TOLEDO
Buñuel se enamoró de la ciudad durante sus años de formación en Madrid, en la legendaria Residencia de Estudiantes, donde coincidió con otros dos genios, Salvador Dalí y Federico García Lorca, en aquellos tiempos, tres jóvenes que ignoraban lo que darían de sí sus biografías, con tantas inquietudes artísticas como espíritu burlón. El cambiar la historia del arte universal, ya sea con cine, pintura o literatura, no parecía estar reñido con las ganas de pasarlo bien, y en Toledo encontraron estos tres visionarios, junto con otros tantos compinches, un lugar delirante donde dar rienda suelta a su extravagancia.
Tras una noche bien regada de alcohol, Buñuel propone crear la Orden de Toledo, rimbombante nombre que tiene tanto de parodia de esas instituciones nobiliarias o eclesiásticas, como de amor absoluto por la ciudad que los acogía en esas noches, que son una leyenda más que añadir al catálogo toledano. Para pertenecer a este selecto grupo, había que cumplir tres reglas de manera escrupulosa: Amar a Toledo sin reserva, emborracharse en la ciudad por lo menos durante toda una noche y, en tal estado, vagar por sus calles.
Por la Orden pasarían otros tantos nombres ilustres, como el poeta Rafael Alberti, aunque la tradición ha quedado ligada a estos tres fantásticos personajes que tanto han hecho por universalizar la cultura y el arte españoles. La adoración por la ciudad, por cada una de sus piedras llenas de historia, por sus estrechas callejuelas, formaban un extraño mejunje con la irreverencia, los disfraces, el afán de ostentación, de libertad acorde a ese espíritu heterodoxo que formaría parte de sus carreras artísticas posteriores y del espíritu mismo de la Toledo legendaria.
TOLEDO EN EL CINE DE BUÑUEL
La relación de Buñuel con Toledo no quedaría en un amor de juventud. Regresó a la ciudad en multitud de ocasiones a lo largo de su vida y, por supuesto, inmortalizó sus calles en películas, quizá el más hermoso regalo que pudo hacer el rompedor director por la ciudad que fue escenario de aquella divertida locura de la Orden. Para el recuerdo queda la escena inicial de Viridiana (1961), una de sus grandes obras maestras. Aunque la mayor parte de la acción sucede en la recordada mansión reconvertida en hogar para indigentes, en los primeros compases de película vemos como la joven Viridiana abandona su noviciado. Por supuesto, en una ciudad con innumerables monasterios y conventos, Buñuel volvió a Toledo a la búsqueda del escenario perfecto. Los títulos de crédito ya nos muestran la hermosa fachada del convento de Santo Domingo el Real, impresionante en el marcado blanco y negro impreso por Buñuel, digno de la seriedad vetusta de las calles de Toledo.
Si hay una película en la que Buñuel recorre a fondo la ciudad es Tristana (1970). Además, ignora la obviedad del escenario para la reconstrucción histórica, y ofrece a cambio una ciudad viva y, quizá como reflejo de su protagonista, señorial y decadente. Evita la monumentalidad, y recorre las calles, observa a sus gentes. Los protagonistas son los patios, las callejuelas empedradas en eterna cuesta o el paseo por los cafés de la plaza de Zocodover, hoy sustituidos en el panorama urbano por las inevitables franquicias de comida rápida. Ni las ciudades medievales se libran de la globalización.
El retrato cruel y despiadado de la burguesía, lugar recurrente en el cine de Buñuel, se viste de gala al ser Toledo el lugar elegido para el viaje al límite de la locura de la joven Tristana. El simbolismo religioso, tan presente en la ciudad, se transforma en arma arrojadiza en las manos del implacable director, que rememora, incluso, algunas escenas de aquellas noches carnavalescas en la oscuridad toledana de los años de la Orden, pero difuminadas a través de lo onírico o pesadillesco.
Buñuel devuelve su amor por Toledo en forma de imágenes, en películas míticas que forman parte, por derecho propio, de la historia del cine. Aunque no ha sido el único que ha encontrado inspiración en sus callejones.
POLANSKI, A LA BÚSUQEDA DEL MISTERIO
A finales de los 90, Roman Polanski dirigió La novena puerta (1998), una película menor en su filmografía, pero que se adelantaba por mucho a la moda de los misterios históricos desatada tras El código Da Vinci (Ron Howard, 2006). Para la ocasión, Polanski lanzaba a la estrella internacional Johnny Deep a la búsqueda de un siniestro manual de invocación satánica. La pista de este libro prohibido conduce al protagonista hacia un viaje alrededor del mundo tras la búsqueda de este volumen perdido en el tiempo. Cómo no, el rastro conduce a Toledo, cuna de volúmenes míticos y hogar de la magia en multitud de fuentes históricas reales y leyendas. Estrechos callejones y librerías de lo más lúgubre es lo que encuentra el buscador en la ciudad, en escasas escenas, pero que ponen de relieve el espíritu de Toledo como centro neurálgico del misterio mundial, sobre todo si de tratados poco ortodoxos y volúmenes mágicos se trata.
Con todo esto, por tradición y excepcionalidad, no es extraño que de cuando en cuando los toledanos encuentren a sus puertas el equipo de rodaje al completo. Series de época, con toda la parafernalia que conllevan, se mezclan de manera habitual con la vida de una ciudad que, a día de hoy, todavía se encuentra en plena batalla entre su pasado y la modernidad. Hace poco, apenas unos meses, la maquinaria de Hollywood mostró músculo en la ciudad, a cuenta de la próxima producción con Christian Bale implicado. Por efecto de la magia del cine, el majestuoso hospital de Tavera (llamado así por su antigua función, aunque ahora alberga un importante archivo histórico en su interior) se transformó por unos días en la Alejandría del siglo diecinueve. Incluso para reinventar otras ciudades vale Toledo.
Así que ya saben. Si visitan algún día este fabuloso escenario, disfruten de la belleza de la historia, de las anécdotas y de ese poso de hechicería que hay entre sus piedras milenarias. Y no olviden que Toledo, además, es una ciudad de cine.
Es una ciudad fantástica. Recomiendo a todo el mundo que visite la ciudad de Toledo.