Reseñas
Tres estrellas que ¿se apagan?
Agosto ha sido mes de despedidas. Verano en el hemisferio Norte, con el calor y las vacaciones, quizás estas noticias pasen más inadvertidas. En el Sur, con el invierno implacable de este año, se ahonda la tristeza sobre un paisaje nebuloso y gris. Y así ha sido, al menos, en lo que me toca. Esto es apenas una sentida despedida y un eterno agradecimiento a tres gigantes por llenar mi vida (y la de muchos) de momentos inolvidables.
Como un golpe recibí la noticia de la partida de Iván Feo, actor y director cinematográfico, además de docente universitario venezolano. Toda una generación, me atrevería a tildarla de dorada (por lo privilegiada), fue formada por su pasión hacia el cine y la creatividad en la docencia. Sus talleres de guion, las clases de Cinematografía en el nivel básico de la carrera de Artes de la UCV y la experiencia de los films-escuela, donde nos internó en el quehacer diario de un rodaje, junto a especialistas en cada rol, nos catapultaron a espacios privilegiados: la misma Facultad de Artes y, en al menos para tres docentes del plantel de Aula Crítica, nuestra Escuela de Crítica Cinematográfica, para quienes ejercemos la docencia; la Cinemateca Nacional venezolana en su modernización y transformación, allá por los 90, para los que nos dedicamos a la difusión, programación, investigación y preservación cinematográfica; pantallas de cine y TV para quienes prefirieron el rol de guionistas; EL ESPECTADOR IMAGINARIO, entre otras revistas, para aquellos que nos dedicamos a la crítica… Un amor por el cine que desde entonces intentamos transmitir a espectadores, alumnos y lectores desde nuestro humilde quehacer cinematográfico.
Últimamente, Iván Feo estaba enfocado en su cuarto largometraje y había creado una página web que comparto. Había filmado País portátil (1979) junto a Antonio Llerandi, la primera película venezolana que vi y que me permitió enamorarme de ese país y su gente. Una radiografía de Venezuela a través de la saga familiar de los Barazarte, desde la independencia hasta los violentos años 70, con uno de los finales más creativos que hasta entonces había visto. Luego siguieron Ifigenia, la película (1987) y Tosca, la verdadera historia (1984), los dos films-escuela mencionados. En el primero participé como estudiante y me sirvió para valorar el trabajo y el compromiso que se desenvuelve en un rodaje. Cada vez que escribo una crítica, pienso en cuánto esfuerzo se consumó para tal o cual resultado: las locaciones, los personajes, los medios de transporte, los equipos y todo lo que se moviliza detrás de un cuento de menos de dos horas. Iván Feo se fue muy temprano… lo extrañaremos.
Otra ausencia dolorosa es la de Gena Rowlands, esa actriz poderosa y maravillosa que nos habló a las mujeres desde la pantalla en las películas que rodaba su talentoso compañero John Cassavetes. Justamente, de la mano de Iván Feo fue que vi la primera obra interpretada por esta gran mujer, Gloria (1980), cuando estudiamos el cine de género. Soberbia, Gena Rowlands se convirtió en una obsesión y busqué sus películas. Era la punta del iceberg, porque no conocía al tremendo director que fue Cassavetes. Lo de iceberg no le va a Rowlands. Él logra que ella se apropie de las historias y pueda representar los dilemas de la mujer de su época. Ella toma las riendas en dos películas que para mí son las favoritas: Una mujer bajo influencia (A Women Under the Influence, 1974) y Noche de estreno (Opening Night, 1977). La cotidianidad del ama de casa en la primera y la vida de una actriz de teatro en la segunda la convirtieron en un icono de mi cinefilia. Mujer hermosa, poderosa, que lleva a sus personajes al límite… Pasarán años antes de encontrar otra fuerza arrolladora como la que ella volcó en la pantalla.
Finalmente despedimos al actor francés Alain Delon. La cantidad de imágenes que han sido publicadas hasta el cansancio para respaldar su obituario es reflejo de su presencia en el cine. Lo eligió Luchino Visconti para Rocco y sus hermanos (1960), una película que guardo en mi recuerdo junto a la picardía de haberla visto en mi preadolescencia escondida detrás de la pantalla. Las imágenes eran duras, los rostros, sufrientes. Rocco… y A pleno sol (René Clément, 1960, basado en El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith) obtuvieron el beneplácito de la crítica e impulsaron su carrera internacionalmente. Luego llegaron El eclipse (Michelangelo Antonioni, 1962) y El Gatopardo (Luchino Visconti, 1963). Tras una incursión pasajera y superflua en los Estados Unidos, volvió a Francia para realizar una serie de thrillers como El samurái (Jean-Pierre Melville, 1967), La piscina (Jacques Deray, 1969), Un policía (Jean-Pierre Melville, 1972) y El otro señor Klein (Joseph Losey, 1972), en las que el enfant terrible se convirtió en el actor maduro que dejaron ver estas últimas películas. Su filmografía es muy extensa La crítica siempre lo respetó. No en vano, varios de los autores que lo dirigieron provenían de la crítica e integraban la Nouvelle Vague. Yo me quedo con una imagen de Los aventureros (Robert Enrico, 1967), interpretados por Lino Ventura y Alain Delon que se disputan la atención de una hermosa Johanna Shimkus. La vi muchas veces y he llorado con su historia hasta el cansancio. Me ha quedado fijada una imagen del desenlace en el fondo del mar, con una banda sonora inolvidable, que aviva mi recuerdo de aquella historia de amistad. Alain Delon, ¡chapeau!