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True Detective (2ª temporada)
No lo tenía nada fácil la segunda temporada de True Detective, pues frente a ella se erguía una figura emblemática, la del detective Rust Cohle (Matthew McConaughey). Nic Pizzolatto, creador y guionista de la serie, era plenamente consciente de ello y ha preferido optar por otro camino, por otra historia, por otro lugar, por otros personajes… de manera que abandona el gótico americano de Louisiana y se introduce de lleno en la corrupción política y policial de Los Ángeles y alrededores, fundamentalmente en la ciudad de Vinci (trasunto de Vernon). Para aclararnos, si la primera temporada, cuyos ocho episodios fueron dirigidos con mano firme por un solo director, Cary Fukunaga, emparentaba más con películas sobre asesinos en serie y crímenes rituales, siguiendo la estela de El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, Jonathan Demme, 1991), Seven (Se7en, David Fincher, 1995) o Zodiac (David Fincher, 2007), la segunda temporada plantea una trama de corrupción mucho más apegada a la realidad, en la línea de clásicos como Chinatown (Roman Polanski, 1974) o L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997).
La ciudad de Los Ángeles y los suburbios y ciudades dormitorio que la rodean son casi un género cinematográfico, que ha dado, además, grandes títulos del cine negro clásico y ha permitido un florecimiento del neo noir. Podemos citar, entre las múltiples referencias existentes, títulos como La Dalia Azul (The Blue Dahlia, George Marshall, 1946), La brigada del sombrero (Mulholland Falls, Lee Tamahori, 1996), Hollywoodland (Allen Coulter, 2006), La Dalia Negra (The Black Dahlia, Brian De Palma, 2006) o la más reciente Gangster Squad (Ruben Fleischer, 2013), a las que podríamos sumar la serie de una sola temporada Mob City.
Pizzolatto repite en esta segunda temporada de True Detective algunos de los recursos que le funcionaron en la primera, como la utilización de dos tiempos narrativos bien diferenciados y el peso del pasado sobre los protagonistas, que ahora ya no son dos, sino cuatro, tres policías y un mafioso de medio pelo reconvertido en un próspero hombre de negocios. No deja pasar, sin embargo, tanto tiempo, ya que, de otra manera, el tema de la recalificación de terrenos y la construcción de una nueva línea de ferrocarril dejaría de tener vigencia.
La historia que plantea esta segunda temporada es dura y está cargada de violencia, pero más duros son sus protagonistas, todos ellos atormentados por un pasado oscuro y por un presente desolador o, al menos, incierto. Estos tipos duros, de todas maneras, están decididos a resolver un extraño asesinato, aunque para ello tengan que llevarse por delante a todo el departamento de policía. Los true detectives de esta temporada son los detectives Ray Velcoro (Colin Farrell) y Ani Bezzerides (Rachel McAdams) y el patrullero Paul Woodrugh (Taylor Kitsch), a los que hemos de sumar a un mafioso, Frank Semyon (Vince Vaughn), que juega sus cartas a ambos lados de la ley.
A lo largo de los ocho capítulos de la temporada encontramos seis directores distintos: Justin Lin dirige los dos primeros y John Crowley dirige el quinto y el último (que tiene la duración de un largometraje, 120 minutos), mientras que los cuatro restantes se los reparten Janus Metz Pedersen, Jeremy Podeswa, Miguel Sapochnik y Daniel Attias. Esto supone una diferencia fundamental con respecto a la primera temporada, en la que Fukunaga consiguió dotar a los ocho episodios de una unidad narrativa y estética. En la segunda no se percibe del mismo modo esa unidad. Aparece un espectacular tiroteo al final del cuarto episodio, “Down Will Come”, que marca un punto de inflexión en la temporada, que alcanza su mejor momento en el sexto episodio, “Church in Ruins”, que recuerda mucho a la última película de Kubrick, Eyes Wide Shut (1999). A partir de ahí, la trama se dinamiza y la serie sube muchos puntos, al tiempo que revela que algunos de los protagonistas son verdaderos cazadores.
Aunque resulta genial la cabecera, con Leonard Cohen cantando el tema “Nevermind”, creo que la segunda temporada de True Detective es inferior en todo a la primera menos en su final. En este caso, Pizzolatto ha elegido un final mucho más coherente con la historia, lo que no ocurría en la primera temporada, en la que se empeñó en salvar a los dos protagonistas cuando su redención (al menos la de Cohle) pasaba por la muerte. ¿Está a la altura de la primera temporada? No. ¿Vale la pena? Sin duda, ya que hay en esta segunda temporada de True Detective grandes méritos, si bien su creador ha decidido plantear algo totalmente distinto al renunciar a un personaje filosófico y reflexivo como Cohle. Y, para terminar, dos referencias cinematográficas explícitas que aparecen a lo largo de la serie, Esplendor en la hierba (Splendor in the Grass, Elia Kazan, 1961) y Quiero la cabeza de Alfredo García (Bring Me the Head of Alfredo Garcia, Sam Peckinpah, 1974). ¿Qué les parece?
Cabecera:
Tráiler:
A mi me gusta los finales felices, el sacrificio de Woodrugh, era suficiente, quizá del mafioso pero de Velcoro era innecesario. La química con Bezzerides es especial para que no hayan tenido su oportunidad.