Una hija ejemplar

La Fille du Puisatier, film dirigido por el actor francés Daniel Auteuil, quien también actúa en la película, basado en la novela de Marcel Pagnol que él mismo llevó a la pantalla en 1940. Película ambientada en la campiña francesa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Patricia (Berges-Frisbey) es la mayor de seis hermanas, hijas del pocero Pascal (Auteuil). Cierto día, conoce a Jacques (Nicolás Duvauchelle), un joven aviador, hijo de un rico tendero del pueblo. De Patricia está enamorado Felipe, un obrero que trabaja con su padre, pero ella se enamora de Jacques. Esa misma noche que lo conoció concebirá un hijo, mientras Jacques es reclutado sin tener la oportunidad de  avisarle a Patricia.

Auteuil hace un homenaje al film que lleva el mismo nombre y que se filmó hace más de sesenta años, y lo hace con buen gusto, siguiendo las líneas del cine clásico, incluido el final feliz, a diferencia de su antecesora que fue filmada en blanco y negro; en esta versión de 2011, el color y el brillo predominan, los días soleados y luminosos, los escenarios naturales llenos de vegetación, las aguas cristalinas del arroyo, elementos que aluden a la pureza y a lo bien intencionado del espíritu humano, una verdadera oda a los tiempos idos en donde la inocencia predominaba.

La propuesta iconográfica es mesurada, el montaje y el magnífico empleo de las elipsis y los movimientos de cámara  permiten abordar secuencias duras con un estilo fino, sugeridas con la simple actitud actoral y los diálogos, lo que permite al espectador ser testigo de barbaries sin contravenir el espíritu de la película ni la impecable estética del film. A la manera de los mejores clásicos del cine de la época, las escenas sexuales utilizan la metáfora como herramienta para enfatizar la condición emocional de los personajes, en aras del amor, un amor puro, tierno, ingenuo, que despierta deseos y pasiones que instantáneamente dan lugar a la culpa.

Otra línea interesante es el retrato de la condición social de las mujeres de esa época, el predominio de ideologías que ha dado como resultado que la mujer se autocensure y que sea ella misma quien propicie el dominio del mundo masculino, a través de su dependencia emocional y sentimental. La historia es rica en los preceptos de conceptualización de las mujeres, y en este sentido, puede dar respuesta a muchas de las situaciones que viven las féminas de nuestros días, y justificar el porqué de esas luchas interminables por conquistar espacios que sólo han sido reservados para los hombres, y que provienen de una cultura moralista obsoleta que únicamente busca beneficiar a la clase en el poder. El espectro del film se centra en las frustraciones y las limitantes sociales que no permiten al ser humano realizarse y permitirse ser feliz, situaciones y condicionantes que han dejado de estar vigentes, sin dejar de lado que aún en el siglo veintiuno existan sociedades cuyas mujeres viven este tipo de realidades.

Para ejemplificar el predominio masculino merece mención la caracterización de Nicolas Duvauchelle, quien representa el sueño de toda adolescente, y que da al filme una atmósfera etérea, plena de magia e ilusión, un personaje cuya quietud y desinterés lo convierten en un objeto de deseo cada vez más fuerte, cuya ausencia en la mayor parte de la película tiene un gran peso erótico y nostálgico.

Un film para disfrutar sin mayores pretensiones, es decir, una película bien hecha y un buen retrato de lo que eran los valores morales de las sociedades de la etapa de la preguerra.