Críticas
Viaje al corazón de las tinieblas vikingo
Valhalla Rising
Nicolas Winding Refn. Dinamarca, 2009.
Hay cineastas que vienen rodeados de un aura extraña, fascinante y maldita al mismo tiempo. Autores de indiscutible personalidad, pero capaces de despertar pasiones encontradas, provocadores de aplausos y de iras furibundas, arrebatos sin medias tintas. O se les ama o se les detesta. O se abrazan sus mundos personales, imagen de sus propias filias y fobias, o se condena vehementemente lo que para muchos no pasan de exaltaciones de ego y pretenciosidad.
Sin duda, Nicolas Winding Refn pertenece por méritos propios a esta casta de cienastas. Sus películas son carne de polémica, de encendidos debates y posiciones polarizadas. Hay quien ve en sus obras simples envoltorios; pirotecnia visual vacía, historias que son mera excusa para el lucimiento personal y toneladas de vacuidad camuflada de fastuoso delirio.
Algo de razón hay en esas afirmaciones. Pero, aún así, el cine de Winding Refn me embelesa, me resulta hipnótico, salvaje y descarado, capaz de conectar con sensaciones como espectador que muy pocos autores consiguen. Y no me refiero al enfado o repulsión que muchos experimentan. Todo lo contrario. Refn me sumerge en un neblinoso universo onírico, espacio irreal fronterizo entre el sueño y la pesadilla, tan bello como atosigante, hermoso e incómodo con igual intensidad. Su cine siempre es experiencia diferente. Refn tiene la capacidad de construir desde el realismo casi prosaico cosmos deslumbrantes, que tras las luces y el neón invitan a empaparse de lo sórdido y oscuro que se desliza entre lo espectral y el ensordecedor ruido de la realidad.
Valhalla Rising (Nicolas Widign Rfen, 2009) por fin llega a nuestras pantallas, tras años en el limbo de las películas fuera de foco. Ejemplo radical de todo lo bueno y lo malo del cine de Refn, este viaje al corazón de las tinieblas vikingo navega entre mundos alucinados, violentos y descorazonadamente radiantes. Posiblemente, una de sus obras más íntimas, personales y directas, que, al mismo tiempo, es océano de ensoñaciones evocadoras de simbología arcana e ilusoria. La suciedad del barro y el olor herrumbroso de la sangre nos aferran al mundo terrenal, mientras que visiones de otras realidades, agazapadas en las sombras de la realidad, se desvelan en una ceremonia cinematográfica que roza lo chamánico.
Como maestro de ceremonias, Nicolas Windign Refn. Sudor, barro, sangre y muerte. Violencia con los pies tan en el suelo que duele. Salpica la hemoglobina, despiadado e impenitente, como siempre se muestra un director de frialdad incuestionable, navegante de mundos en el que los personajes parecen fantasmas en sus propias vidas. Visiones en rojo, de divinidades brutales sedientas de néctar carmesí, guían la senda hacia la perdición.
Refn escoge como escenario la época vikinga, con todos sus contrastes y complejidad. Un contexto histórico que en los últimos años ha ganado bastante identidad, y que ha dejado a lo largo de la historia del séptimo arte películas notables. Inolvidable la legendaria Los Vikingos (Richard Fleischer, 1958), protagonizada por Kirk Douglas pletórico, o la menos conocida pero siempre a reivindicar Cuando los cuervos vuelan (Hrafn Gunnlaugsson, 1984), revisión en clave nórdica del cine de Sergio Leone.
En la visión de Refn, el siglo X roza lo alucinatorio, y se luce en la especialidad de la casa; la creación de ambientes espeluznantes y bellos, casi pictóricos, enturbiados por la naturaleza de seres humanos al límite. En esta historia de viajes a lo desconocido, un grupo de hombres decide hacerse a la mar, cada uno con su propia tragedia a las espaldas. En la tripulación, un extraño guerrero de un solo ojo (como Odín, el padre de todos y señor de Asgard) que ha permanecido esclavizado durante años, y un niño que le acompaña. Su destino está unido por extrañas visiones de tierras lejanas y muerte. Visiones que cobran una dramática dimensión cuando, por accidente, llegan a lugares desconocidos, donde solo aguarda dolor.
Refn deja para el recuerdo la pureza de un cine sin tapujos, único e indiscutible. Como siempre, hay narrativa plomiza, sendas premeditadamente confusas que tanto rechazo provocan en cierto sector del público. Pero hay tal honestidad, brutal, hiriente, convincente, que no queda más remedio que rendirse al hipnótico entramado de silencios y desvaríos casi psicodélicos que el director danés ofrece con autoridad visual. No hay titubeos en el cine de Refn. Hay limpidez diáfana en intenciones y resultados. A pesar de los excesos, no se observa atisbo de impostura.
En la mística del viaje hay recuerdos de Alejandro Jodorowsky, por el que Refn siente adoración y es clara influencia, sobre todo de aquel western alucinado, El topo (Alejandro Jorodowsky, 1970). Y para tan difícil camino, nada como contar con la imponente presencia de Mads Mikkelsen, que será recordado como uno de los mejores actores de su generación. Puro carisma y magnetismo, Refn puede envolvernos de crudeza y poesía mientras su protagonista se pone la película a las espaldas. Sin pronunciar una sola palabra, Mikkelsen desborda poder, tragedia y melancolía. One Eye, el implacable guerrero, afronta un futuro tan claro como devastador sin miedo, como el héroe clásico que representa. Impresionante.
Valhalla Rising no es una película fácil. Windign Refn es inclasificable, libre, con cierta tendencia algo irritante al sabelotodismo. Eso, para algunos es imperdonable. Juega en la misma liga que otros tipos descontrolados, rodeados de inevitable polémica, como puedan ser el griego Giorgos Lanthimos o el inefable Darren Aranofsky, Directores que pueden desesperar por su particular visión de la narrativa, de incuestionable talento técnico, pero sobre los que siempre asoma la duda sobre si son capaces de contar una historia más allá del poderío visual.
Por mi parte, acepto encantado las, en ocasiones, incomprensibles reglas del cine de Refn. Me rindo ante las emociones en crudo que desprenden sus películas, aún con el cacareado desapego de su estilo. Valhalla Rising es impresionante. Asquea y resulta embriagadora, produce asco y éxtasis, te restriega por el lodo y susurra poesía con imágenes. Me conduce a lugares como público al que la mayoría de películas que veo al año son incapaces siquiera de acercarse.
Me cuesta encontrar cosas malas que decir del cine de Nicolas Widing Refn, Y haberlas, las hay, no lo duden. Pero me resulta tan convincente su propuesta que me dejo nublar por la ensoñación y sus monstruos. Ya se encargarán otros de la furia.
Tráiler;
Ficha técnica:
Valhalla Rising , Dinamarca, 2009.Dirección: Nicolas Winding Refn
Duración: 100 minutos
Guion: Roy Jacobsen, Nicolas Winding Refn
Producción: La Belle Allee Productions, NWR Film Productions, Nimbus Film Productions, One Eye Production, Savalas Audio Post-Production, BBC Films
Fotografía: Morten Søborg
Música: Peter Kyed, Peter Peter
Reparto: Mads Mikkelsen, Gary Lewis, Maarten Stevenson, Jamie Sives, Ewan Stewart, Alexander Morton, Callum Mitchell, Douglas Russell