Críticas

Tierra de dioses

Valle de sombras

Salvador Calvo. España, 2023.

El director madrileño Salvador Calvo siente una atracción artística muy potente hacia historias que se desarrollan en países lejanos y exóticos, no exentos de hostilidad e innumerables peligros, para narrar hechos y sucesos con pátina de veracidad en localizaciones naturales de llamativa belleza. Su obra para la gran pantalla congrega unos pocos títulos que nos trasladan a epicentros donde se sufren las escalofriantes adversidades de su geografía. Un cuerpo dramático con mucho o algo de realidad, cuyas propiedades genéricas y narrativas asociamos con la aventura y el desafío de denunciar un conflicto que acontece en sus relatos. Una polivalente tesitura que se encuentra en trabajos como Adú (2020), fraccionada en tres bloques autónomos sobre crueles episodios que suceden en África y 1989. Los últimos de Filipinas (2016), inspirada en eventos reales que testimonian la resistencia de una unidad militar española, a finales del siglo XIX, en su reducto colonial, asediado por tropas locales.

En esta línea se sitúa su tercer largometraje, El valle de las sombras (España, 2023), ambientada en el norte de la India, zona fronteriza con el Nepal y con la inabarcable cordillera del Himalaya como orografía que impone su ley. Una zona de grandiosa belleza y atmósfera espiritual, pero también región de frecuentes ataques de bandidos a turistas. Una demarcación que reúne la majestuosa hermosura de su paraje, concurrido por incesantes visitas foráneas y el riesgo que supone zascandilear por una escarpada geografía sin la supervisión de un guía experimentado.

En este largometraje de producción española, en el que no se han escatimado medios para su rodaje, la historia a la que pone imágenes Salvador Calvo amalgama la premisa de las misteriosas desapariciones de excursionistas en su tránsito por una comarca insegura. Sobre la idea de casos de aventureros a los que no se les vuelve a ver el pelo, el guionista del largometraje, Alejandro Hernández, saca su propia conclusión pergeñando, desde el camino creativo de la ficción, una base de aliento dramático y redentor sobre una familia de apasionados de la naturaleza extrema que es cercenada por la irrupción de salteadores y ladrones.

Enrique (Miguel Herrán), Clara (Susana Abaitua) y el pequeño Lucas (Iván Renedo) forman una familia aficionada a las travesías de montaña desafiantes. Enrique y Clara son pareja y Lucas es hijo biológico de Clara de una anterior relación. El propósito del viaje y la elección del país está relacionado con su buen propósito de realizar un empeño de exigente osadía que sirva para unirlos y fortalecer su vínculo. Antes de la tragedia varios aspectos de su caminata se nos van a dar a conocer para tener conciencia moral de su odisea.

La acción se ubica en 1999, previo a la llegada de los inquietantes guarismos del 2000, cuando se creía que iba a colapsar la era de la rampante informática. Este apunte, que no se cita en el argumento, lo enclavo en esta reseña por la emergente y ambigua paranoia que generaba el traspaso numérico y la posible influencia fatídica del relevo. Enrique promociona el desplazamiento para intentar fortalecer un vínculo al que cree que le falta estímulo común. Su posición rezuma cariño y amor hacia su pareja, porque Clara ha superado un cáncer de pecho. A Clara le han extirpado un seno, se siente menos mujer, se muestra opaca y distante. La crisis en la pareja se palpa y Enrique, lleno de autoestima y confianza, busca claves para afrontar el incierto futuro. Su grado de confianza y valor es de tal magnitud que sugiere hacer una caminata, saliéndose de las rutas marcadas y aconsejadas en los mapas, para llegar cuanto antes al destino pautado.

En su autoconvencida gestión de las decisiones tomadas, Enrique desoye las dudas de Clara, y se ponen en marcha, adentrándose en un terreno ignoto. Una forma, un tanto chulesca, de reafirmarse ante el niño Lucas y ofrecer una imagen de aplomo y arrogancia.

El error y la pésima medida de sus acciones depara un terrible suceso violento, en el que Clara y Lucas terminan perdiendo la vida. Después de este espantoso incidente, nadie quiere estar vivo para soportar todo el peso del cargo de conciencia. Pero esta película se postula también hacia las segundas oportunidades. Esas fases de la vida, con las que no cuentas, te ayudan a sobreponerte y te dictan una serie de dosis terapéuticas entre místicas, psíquicas y piadosas que recubren el ánimo de una pátina de coraje y entereza que se imponen sobre el trauma.

Las inmediaciones de la cordillera del Himalaya, tierra de dioses, como se alude en la historia, su gente, seres sencillos en perfecta comunión con las duras condiciones de vida, y los monjes y sus reglas ancestrales, recogerán a un desvalido y destrozado Enrique y lo abducirán con su peculiar y emocional estilo de vida.

En la estribación montañosa, en un lugar recóndito, habitado por pacíficos humanos dichosos de su forma de existir, Enrique exorcizará su insoportable calvario, aunque en su mente prevalezca la idea de la venganza como motor de su ira. Para mitigar sus impulsos y regular su alma herida y apesadumbrada, aprenderá a soportar el dolor y a reconducir la conciencia. Para ello nada como compartir el sufrimiento con quien también acarrea su martirio.

Se introduce el personaje femenino de Prana (Alexandra Masangkay), una joven del poblado que un buen día osó conocer otros lugares y otros ámbitos y tuvo una experiencia horrible. Para encontrar de nuevo el camino de satisfacción consigo misma volvió a la aldea para abrazar más, si cabe, una vida mística y recogida. Enrique se retroalimenta de la calma y sosiego de Prana. Gracias a sus consejos, el enérgico buscador de venganza relativiza su ira y se abre a otras soluciones de talante pacífico. El destino, siempre insondable y caprichoso, lo pone delante de una prueba de valentía que termina por cuajar a una persona, cuyo paso por el reformatorio de una civilización antigua, emparentada con la religión budista, le confiere una gratificación vital de reconfortante calado.

La superación de un trauma insondable, el peso del cargo de conciencia y las segundas oportunidades marcan la base temática de una película de aventuras dramáticas con peso psicológico que se distingue por un cuidado trabajo de producción. El recóndito lugar y sus singulares habitantes se convierten en la vía de escape para un personaje que, a pesar de esconder su valor en la vergüenza más ruin, encuentra en el rincón más imprevisto el empuje para salir del pozo.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Valle de sombras ,  España, 2023.

Dirección: Salvador Calvo
Duración: 120 minutos
Guion: Alejandro Hernández
Producción: Atresmedia Cine, La Terraza Films, Ikiru Films
Fotografía: Álex Catalán
Música: Roque Baños
Reparto: Miguel Herrán, Susana Abaitua, Alexandra Masangkay e Iván Renedo

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