Críticas
¿Un retrato social?
Vamos de robo
Roberto Angel Salcedo. República Dominicana, 2014.
A un ritmo trepidante se suceden los 98 minutos del filme Vamos de robo (2014), de Roberto Ángel Salcedo. Una comedia ligera sobre cinco hombres atormentados por sus respectivas esposas que un mal día se encuentran encerrados en su centro de trabajo –un banco-, al mismo tiempo que ocurre un robo millonario.
Roberto A. Salcedo es uno de los cineastas más prolíficos de la República Dominicana. Con una filmografía sostenida durante ya casi nueve años –su primer filme, Un macho de mujer, se estrenó en 2006-, el director ha producido desde entonces siete películas. Con la ya mencionada, Mi novia está de madre (2007), Megadiva (2009), I Love Bachata (2011), Profe por accidente (2013), el filme que nos ocupa Vamos de robo (2014) y Pal campamento (2015), su quehacer refleja su gusto por la comedia de enredos. La obra de Salcedo es interesante por su identificación sociológica y es un signo fundamental para el estudio semiótico del cine dominicano. Creador de pueblo y para el pueblo, sus comedias han estado por dos años consecutivos en el puesto uno de recaudación según las estadísticas de Sirecine. En 2013, Profe por accidente superó las 300.000 mil visitas y su recaudación fue de 52 millones de pesos y en 2014 vuelve a superar los 300.000 espectadores y recauda más de 60 millones de pesos. Una muestra objetiva de que llega al corazón de su pueblo.
Vamos de robo en su tratamiento recuerda ciertas comedias cinematográficas de la década del 20 y el 30 americana. Salcedo –quien podría ser, salvando las diferencias, el Mack Sennet dominicano- construye este filme –al igual que todos los demás- articulando, a través de constantes gags visuales y verbales, una estructura narrativa bastante lograda si no sufriera del exceso de escenas hilarantes en defecto de un final que, en los dos últimos minutos, debe ser contado por un policía para que no quede inconcluso. Un cierre que difiere del tratamiento general de filme y se propone atropellado y repentino. De igual forma, el tratamiento de los planos –en su mayoría de gran brevedad- y las secuencias son los que establecen el ritmo, a veces no correspondido con el contenido de cada corte, en términos de actuaciones, escenas, ritmo interno o planificación. No obstante, el montador Johan Vázquez logra crear una sensación rítmica coherente, aunque en ocasiones resulta asfixiante al acentuarse por una banda sonora desesperante y bastante conservadora.
En cuanto a la fotografía, es un filme logrado, y las actuaciones, en su mayoría, se plantean funcionales y precisas. Entre los mejores, un hilarante Fausto Mata, genial en su espontánea personalidad y de quien surgen los mejores momentos humorísticos del filme. A partir de ellos se articula esta comedia coral, sostenida por las duplas que conforman sus cuatro protagonistas y sus esposas, la dupla de los malos –la jefa y el policía- y el solitario gay, que al final es otra dupla, pues su personalidad es una máscara. Desde ellos se gesta el silencioso mensaje de esta pieza –presente en la mayoría de los filmes de este director-, que se traduce en una profunda huella misógina disfrazada de arquetipo social. Esto se advierte en cada frase que, por supuesto, no pasa el test de Bechdel. Salen más de dos personajes femeninos –sí-; se hablan la una a la otra en algún momento –sí- y dicha conversación trata de algo que no sea un hombre –no-. Desaprobado.
Y es quizás por lo que dice Tarkovski de la transformación de la forma y el contenido del filme según la visión del espectador que me inquieta más el filme, pues en mi caso muestra, o que estoy como Rambo que veo charlies por todos lados o la ideología sobre la que se monta el discurso es profundamente machista y peyorativa en términos de género. Varios son los comentarios que apelan directamente a la minusvalía de las féminas, a su valor unívoco como pieza estética, sin contar el retrato de las mismas como seres agobiantes, explotadores, de pensamiento secuestrado y pendientes en todo momento de su hombre. Por supuesto, es cierto que es una comedia para entretener y no tomarse muy en serio, pero si tenemos en cuenta que “el cine permite –mediante sus mecanismos técnicos y realizativos- descubrir historias y relatos que configuran la memoria histórica de las comunidades de una sociedad, se incluye en el imaginario colectivo y se inscribe simbólicamente en el conjunto de discursos propios de una cultura” (Cruz, 2012), ¿qué podemos leer de la sociedad dominicana en el cine de un director tan bien recibido y exitoso?
En Vamos de robo, los personajes son caracterizados en arquetipos que se irán repitiendo a todo lo largo del metraje, de forma más o menos afortunada, aunque como recurso utilizado en exceso. Nunca se bajan del prototipo y, en muy pocos casos, tienen actitudes que reflejan una construcción interna más florida. En un montaje simultáneo son interrogados por el policía, a la vez que se revelan en su intimidad, y desde la presentación inicial se nos muestra el género femenino como algo que haría revalorizar a cualquier creyente aquel momento cumbre de la extracción de la costilla.
Mateo es un hombre maltratado por su esposa. Ella siempre ha tenido ganas de matarlo y es el arquetipo de la mujer desconsiderada, abusiva, comprometida en su propio bienestar y en lo que su esposo le puede brindar en términos de confort y servilismo; Miguel es un hombre atormentado por una mujer acomplejada por estar gorda y fea, que se considera tullida debido a su embarazo; Pedro, un ludópata que tiene ya harta a su esposa con su obsesión, y Antonio, un celoso patológico cuya mujer no le hace mucho caso. Todos trabajan en un banco donde el cambio del jefe preocupa a los que ya están acomodados en su rutina. Y no hay dudas que los problemas empezarán, pero no por el jefe, sino por la jefa Diana, que le impone un reporte disciplinario al grupo de amigos por llegar tarde.
En el guion de este filme se pone de manifiesto otra característica del cine de Salcedo y es el uso de las expresiones típicas del sociolecto dominicano coloquial. En este caso podemos ver muestras literales que expresan el sentir de estos hombres hacia el género femenino y el machismo visceral del escritor de este texto. Miguel considera que su jefa atenta a que está buena -que según el canon nacional supone a una chica de físico atractivo posiblemente actualizada mediante el bisturí-, no porque sea lo correcto le va con el chisme al jefe y encima es la vicepresidenta. El orden de los factores en esta idea habla por sí solo: primero la belleza y luego el intelecto. Su compañero Mateo se siente encerrado, sin escapatoria, en primer lugar -vuelvo a lo literal– porque tienen una mujer como jefa. Una mujer que Pedro en algún momento sugiere que está falta de marido y por eso es tan insoportable, pero que sin embargo en otro momento de peligro su ex novio considera que no debe pasarle nada solo porque está buena –si no lo estuviera otro gallo cantaría. Para ponerle la guinda al pastel ella es la mala, la que intenta utilizar a sus subordinados como víctimas de su plan maligno y la compañera de reparto de la tullida, la abusadora, la apática y la harta, un retrato femenino en tono de comedia bastante cuestionable.
Esto unido a las referencias verbales ofensivas reiteradas para referirse a un supuesto homosexual –personaje-tipo que deambula por la filmografía dominicana en forma de caricatura y aun espera una construcción legítima- o el afán de nuestra Diana en decirle “estúpido” a todo el mundo –un cliché social bastante extendido- son detalles que la obra de este director aporta a la banalización y legitimación de taras sociales a través del cine, un fenómeno que no es endémico de nuestro país. No obstante, es cierto que en chiste se dicen las mayores verdades y este filme es el reflejo de un inconsciente individual que manifiesta parcialmente el inconsciente colectivo de una nación a la que aún le queda muchas batallas por ganar.
Tráiler:
Ficha técnica:
Vamos de robo , República Dominicana, 2014.Dirección: Roberto Angel Salcedo
Guion: Roberto Angel Salcedo
Producción: Miranda Films, Sofía Films, Producciones Coral y Distribuidora Internacional de películas
Fotografía: Francis Adames
Música: Amaury Sánchez
Reparto: Anthony Ríos, Fausto Mata, Manolo Ozuna, Carlos Sánchez, Sergio Carlo, Lisbeth Santos, Nashla Bogaert, Cheddy García, Kenny Gullón, Luis José Germán, Francisco Vásquez, José Manuel Rodríguez y Evelina Rodríguez.