Veneciafrenia

Álex de la Iglesia nos presenta su último largometraje, cuatro años después de Perfectos desconocidos (2017) abandona la comedia y retorna al género de terror con una emocionante aventura que sorprende por su crítica social. Veneciafrenia trata el fenómeno de la “turismofobia” bajo los elementos del slasher, donde cinco jóvenes inconscientes y despreocupados viajan a Venecia para divertirse en la despedida de soltera de Isa, una de las integrantes del grupo, interpretada por Ingrid García-Jonsson.

Frente a la saturación de este fenómeno turístico, una parte de los venecianos, presentados como una especie de sociedad secreta, se hartan de los visitantes que contribuyen diariamente a la destrucción de su ciudad, desarrollando un plan de venganza para espantarlos. Todos ellos participan -entre juegos de espadas y máscaras- encubriéndose unos a otros, frente al pavor de este grupo de turistas españoles, que buscarán ayuda en unas autoridades que parecen no poder hacer nada.

El inicio del film es prometedor, destacando los sensacionales títulos de crédito que se presentan como un claro homenaje al género del giallo italiano. Desde el comienzo no será sencillo empatizar con los protagonistas, que se muestran como personajes planos e insulsos, desarrollando unos diálogos intrascendentes entre ellos, pero que los conducirán hasta una trabajada atmósfera de tensión que no tardará en hacerse evidente para el desarrollo de la premisa principal.

En este momento la película alcanza su punto más disfrutable, donde el espectador quedará atrapado por la mágica puesta en escena del carnaval veneciano, con una estética muy cuidada y un vestuario repleto de magníficos atuendos que denotan una dirección artística sobresaliente.

No tardará en estallar la violencia para atestiguar el primer crimen que aparece en pantalla, donde comenzamos a reconocer la verdadera esencia de Álex de la Iglesia, la cual muchos ponían en duda desde sus últimos trabajos. La banda sonora es uno de los mayores aciertos del film, la cual corre a cargo de Roque Baños, un habitual colaborando en las películas de Alex, al igual que el trabajo de Jorge Guerricaechevarría en el guion, que en este caso pasa bastante desapercibido.

La decadencia de esta ciudad masificada por los turistas genera una brecha en su sociedad autóctona, que se divide entre la Venecia que considera a los turistas como la nueva peste, y la que comprende que no pueden vivir sin este tipo de turismo que les da de comer. Este conflicto dramático nos llevará al clímax de tensión de la película.

Esta crítica social tan evidente desde un principio terminará por hacerse más acusada, retratando al resto de turistas como marionetas que perciben todo lo que ocurre como una farsa, grabando a través de sus teléfonos móviles cada suceso como un espectáculo, sin intervenir ni alterarse en ningún momento, ni si quiera presenciando un brutal asesinato.

En su desenlace, Veneciafrenia se vuelve dispersa y caótica, y nos deja la sensación de un final que podría estar mejor resuelto para la gran propuesta inicial, un reproche que ya es común por parte de la crítica hacia buena parte de la filmografía de Álex de la Iglesia. La resolución de la película contrasta drásticamente con sus partes más brillantes, haciendo que no llegue a ser del todo redonda.

Podríamos indagar en la crítica al turismo salvaje que está terminando con ciudades como Venecia, una crítica que está presente en todo momento como tema principal, pero no nos equivoquemos, no debemos buscar más allá de las evidencias que nos presenta la trama ni poner la lupa en los diálogos de sus protagonistas: Veneciafrenia es un filme para disfrutar, para dejarnos llevar por las estrechas calles de la ciudad de los canales que rebosan suspense y un ritmo frenético, y en última instancia, un gran ejemplo de cómo llegamos a destruir aquello que amamos.