Vengadores: La era de Ultrón

La segunda entrega de los Vengadores es una epopeya que continúa con las hazañas del grupo formado por los superhéroes más poderosos del universo Marvel: Iron Man, Capitán América, Thor, Hulk, Viuda Negra y Ojo de Halcón vuelven con el afán de aplacar el peligro latente que amenaza el planeta. En esta ocasión, las cosas no empiezan bien para los héroes. Una nube de miedos y decisiones controvertidas pondrán a prueba la cohesión del grupo. Un nuevo villano, Ultrón, con la ayuda de dos misteriosos personajes, hurgará en las dudas de los Vengadores, al mismo tiempo que les alentará a emprender una nueva aventura, más grande, más épica, más compleja y oscura que la anterior.

Lo interesante de Joss Whedon, creador de Buffy, cazavampiros (Buffy, The Vampire Slayer, 1997), es que mira de tú a tú al lector más fanático de los cómics de Marvel. El mimo con el que rinde tributo a estos personajes es equiparable al que Peter Jackson puso en la adaptación a la gran pantalla de los libros de J.R.R. Tolkien. Es muy importante tener claro que el planteamiento de Marvel Studios a nivel cenital es la de entender cada película en la que aparece uno de los Vengadores como un nodo que está conectado con el resto, así que es normal que se referencien entre ellas, igual que los cómics, organizadas secuencialmente en fases (ahora en la segunda) que desarrollan una cronología por entregas.

A estas alturas, el director estadounidense se ha ganado ser recordado por haber hecho realidad algo que a priori parecía imposible. Que la acumulación de superhéroes funcione mejor que cualquier película destinada a uno solo de ellos tiene mucho mérito. Todos exprimen su tiempo con una precisión encomiable, todos y cada uno se hacen con la parcela que le corresponde. Podemos hacer una leve excepción con Thor (Chris Hemsworth), cierto. Es algo que los amantes del cómic seguro que critican, pero la cuidada dedicación a los nuevos personajes, como es el caso de Visión (Paul Bettany) y la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) especialmente, equilibran de sobra la citada carencia.

El sentido del humor socarrón, que es ya, marca de la casa, sigue funcionando a las mil maravillas. El juego de complementación entre dos perfiles tan radicales como Iron Man (Robert Downey Jr.) y El Capitán América (Chris Evans) es todo un comodín que libera la tensión con chascarrillos bien encajados. Otro punto interesante es esa desubicación que viven los superhéroes cuando se topan con la cotidianidad de Ojo de Halcón (Jeremy Renner), personaje, que por cierto, asume los galones que se le debían en la primera película. Sin duda, una parte de la cinta que se recordará por inaudita.

Otro de los aciertos de Vengadores: La era… es el megalómano Ultrón. El Prometeo de la era digital reconfigura el arquetipo de inteligencia artificial mal canalizada. Su carisma, lejos de la solemnidad del elenco de malvados aspirantes a dominar el planeta, complementa perfectamente a esa nueva “cara B” que los Vengadores empiezan a sufrir en sus carnes, o en sus neuronas, mejor dicho. Ultrón, además, obedece a una de las referencias más utilizadas en el género fantástico y de ciencia ficción. Evidentemente, estamos hablando del Frankenstein, de Mary Shelley (1818). Una de las claves de la película está en descubrir quién o quiénes adoptan el papel de doctor Frankenstein, por qué lo hacen y de qué forma influirá en el resto de los protagonistas.

Aunque compartiendo alusión cinéfila con La Bella y la Bestia y King Kong, entre otras, la cita a la gran obra de Mary Shelley no acaba ahí. En la adaptación de 1931, El doctor Frankenstein (Frankenstein, James Whale), aparece una de las escenas más recordadas de la historia del cine. No es otra que el encuentro entre el monstruo de Frankenstein y la niña en el lago. El monstruo sólo ha conocido el rechazo por la brutalidad que proyecta su aspecto y la niña es el primer ser humano que obvia sus defectos. Whedon aprovecha ese recuerdo lleno de ternura para encarar la historia afectiva entre Viuda Negra (Scarlett Johansson) y Hulk (Mark Ruffalo). Una muestra más de cómo el director consigue mezclar notas suaves entre el estruendo de la acción sin romper la armonía del conjunto.

El argumento, al no ser demasiado rompedor respecto a la primera entrega, acaba por conformarse con ser una película puente. Muy bien construida, pero inevitablemente transitiva. Aquí la temática se centra en las dudas existenciales de los Vengadores. El grupo empieza a plantearse su futuro, sobre todo una vez que se ponen en entredicho las acciones de motu proprio de algunos integrantes. La Bruja Escarlata es un detonante vital en la trama. Ella solita pondrá a prueba la psique coral. Un nuevo invento de Whedon para profundizar en el desarrollo de los héroes sin ralentizar la dinámica de los acontecimientos. Si bien, la idea es buenísima, la resolución no lo es tanto, quizá víctima de tijeretazos en el montaje. Da la sensación de que se podría haber sacado más jugo a la indagación en los miedos de los superhéroes. La premisa tan prometedora se deshilacha, para finalmente perder toda incidencia.

No es el único problema. El imprescindible CGI en ocasiones abruma la pantalla y genera borrones de percepción. En determinadas secuencias no se asimila bien la acción, se difumina y por tanto se pierde un poco el valor iconográfico de las peleas. Por otro lado, es posible que al espectador neutral le agote el barroco escenario que Whedon ha preparado. Sin embargo, son leves piedrecillas en la senda que el director ha abierto, justo antes de echarse a un lado y donar la hoja de ruta de cómo se hace una película de superhéroes con mayúsculas. De cómo se equilibran las subtramas para que cada una de ellas funcione, casi al modo Vitruviano, donde se relacionan perfectamente las partes con el todo, para alcanzar así la máxima armonía y proporción global. Es realmente Whedon un auténtico arquitecto de la transposición del cómic al cine. Los fans están de enhorabuena, los neófitos tienen una gran oportunidad para subir al tren.

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