Festivales
VII Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Valencia
A la búsqueda de la sensibilización
La séptima edición del Festival de Cine y Derechos Humanos de Valencia, Humans Fest, se celebró en la Filmoteca de esta ciudad entre los días 10 y 18 de diciembre de 2015. La propuesta, consolidada para ver las últimas novedades internacionales cinematográficas en materia de derechos humanos, contaba con una Sección Oficial de diez largometrajes documentales a concurso, cuatro largometrajes fuera de competición y otros diez cortos documentales también en una sección a competir. Paralelamente, la Sección Humans proyectó en el MUVIM (Museu Valencià de la Il-lustració i la Modernitat), dos largometrajes y una selección de cortos.
Para abrir boca, en los días previos al Festival y con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género, se proyectó en la Filmoteca el documental La maleta de Marta, del director Günter Schwaiger, una coproducción entre Austria y España del año 2013, que ahonda en los muchos años de tortura psicológica que padeció la protagonista por parte de su ex marido, y que desembocó en una agresión brutal y en el postrero terror que continúa atenazando a Marta, por si la orden de alejamiento que pesa sobre el varón se incumple por falta de medios policiales. Al testimonio de la víctima, se une el de un maltratador en un intento de acercamiento a su mentalidad, con la ayuda de un terapeuta.
En el acto inaugural se contó con la presencia del realizador Montxo Armendáriz y la productora de cine Puy Oria, que recibieron el premio “Pau i Justícia” a su trayectoria profesional. Además, se exhibió el largometraje del primero, No tengas miedo (2011), centrado en el abuso sexual de menores, con excelentes interpretaciones y una cámara que, situándose a la altura de la menor protagonista, nos hace testigos del horror, tanto del que se muestra como del que permanece fuera de campo, y sigue a la víctima a lo largo de los años, retratando la influencia que en su evolución personal, sicológica y física, provocan los abyectos hechos padecidos.
En la Sección Oficial de Largometrajes a concurso, se encontraban propuestas tan interesantes como la del sueco Fredrik Gertten, Bicicletas vs. Coches (Bikes vs Cars, 2015), sobre el conflicto que se origina diariamente en la mayoría de ciudades del planeta, por ocupar un mismo espacio bicicletas y automóviles. La crítica completa del documental se encuentra en este mismo número de la revista.
Destacamos también la propuesta rusa de Pavel Loparev y Askold Kurov, Deti 404 (2014), que recoge testimonios valientes de adolescentes LGTBI de Rusia, víctimas desde el 2013 de una ley que prohíbe la distribución entre menores de información sobre las relaciones sexuales no heteronormativas. En una sociedad fuertemente homófoba, la falta de comprensión de padres y educadores sobre inclinaciones sexuales diferentes de hijos y alumnos pretende denunciarse con precarios medios, muchos testimonios, y pocas imágenes que los acompañen.
Five Days to Dance, de los españoles Rafa Molés y Pepe Andreu (2014), aborda un curioso intento: el desarrollo personal de jóvenes escolares de 14 a 16 años, involucrándoles en el proyecto de la preparación de una coreografía que deberán aprender y terminar representando en el plazo de cinco días. La idea, muy atrayente, consigue sacar lo mejor y lo peor de los ochenta chicos y chicas participantes, desde unir al más desintegrado o separar al que destaca en rebeldía, juntar grupos irreconciliables o hacer las paces con ese cuerpo en desarrollo, a través del movimiento.
De Italia se presentó un emocionante viaje con Io Sto Con La Sposa (2014), realizada por Antonio Augugliaro, Gabriele Del Grande y Khaled Soliman Al Nassiry. Nos encontramos ante un intenso y largo camino de unos refugiados o con aspiración a serlo, a través de media Europa, con ayuda de un poeta palestino y un periodista italiano, con destino Suecia, país en donde al parecer es menos laborioso obtener ese reconocimiento. Hay que cruzar fronteras, luchando contra la legalidad incomprensible, egoísta, soberbia, indecente y contraria a derechos básicos, entre ellos la libertad de movimiento. Y qué mejor excusa para despistar a las autoridades que la celebración de una boda ficticia que va recorriendo las autopistas y caminos europeos con la esperanza de llegar a su destino. El film, retratando el interior de los vehículos, de la caravana nupcial, logra acercarnos a los marcados por el infortunio, y hacernos partícipes de su pasado inmediato, de su terror y esperanza por el futuro. Pero también la cámara pone su objetivo hacia afuera de los automóviles, en esas autopistas y ciudades europeas de lujo y bienestar que no dejan alcanzar a los que nada tienen y se han visto obligados a huir de su territorio, gobernados por siniestros personajes autoritarios, rodeados de fanáticos religiosos que intentan imponer su dios al resto, bombardeados por naciones en búsqueda de mayor poder e influencia. La película invita abiertamente a la reflexión y a la movilización, no solo con ideas, sino también con acciones y sacrificios personales.
Además, se encontraban entre los documentales a concurso, el recientemente galardonado en Valladolid, La Granja del Pas (2015), de Silvia Munt, lugar en donde se reúnen afectados por el impago de hipotecas para intentar buscar soluciones al drama de los desahucios, o la película mexicana de Arturo González Villaseñor, LLévate mis amores (2014), un acercamiento a un grupo de mujeres de ese país, “Las Patronas”, que desde 1995, diariamente, preparan y lanzan comida caliente a los emigrantes que viajan sobre el tren La Bestia, rumbo a Estados Unidos. De España también se exhibió la película de Juan Antonio Moreno Amador y Silvia Venegas, Boxing for Freedom (2015), sobre la problemática a la que tiene que enfrentarse una boxeadora en Afganistán, y Estados Unidos estuvo representada por A Quiet Inquisition, de Alessandra Zeka y Holen Sabrina Kahn (2014), centrada en el intento de algunos médicos de un hospital público de Nicaragua de seguir haciendo su trabajo, a pesar de la nueva ley que prohíbe el aborto, incluso en casos de violación, incesto o para salvar la vida de la madre.
Los miembros del Jurado, presidido por Ventura Durall, ganador de la pasada edición, decidieron otorgar el galardón al mejor largometraje documental a Toto and his sisters (2015), del rumano Alexander Nanau, la historia de un niño de 10 años y sus hermanas de 14 y 17, que aprenden a sobrevivir por su cuenta mientras esperan que su madre salga de la cárcel, película que ya cosechó éxitos en los festivales de Sundance y Tribeca. Como mención especial, se destacó el largometraje L’Abri, producción suiza de Fernand Melgard de 2014, situada en un refugio en Lausanne para personas sin hogar, en donde cada noche los vigilantes deben establecer la prioridad en la entrada.
El jurado de cortometrajes eligió para recibir el premio al mejor documental a la obra Una hora, un paso, de Aitor Iturriza y Bernat Gual (2013), una historia basada en hechos reales sobre la condición de los presos en cárceles egipcias, y cómo la primavera árabe ha afectado a esa realidad; igualmente, decidió conceder una mención especial al cortometraje La primavera rosa en el Kremlim, del español Mario de la Torre (2015), por su defensa de la comunidad LGTBI en Rusia.
En la sección Humans, además de distintos cortometrajes, se proyectaron dos películas. La primera, A escondidas, del español Mikel Rueda (2013/2014), es un drama de ficción que pretende recordar los pasos que todavía faltan por dar para equiparar al colectivo homosexual, no únicamente en derechos formales, sino en alejarlos realmente de la diana objetivo de perjuicios, abusos, persecuciones y malos tratos. Todo ello, agravado, al estar hablando de dos adolescentes, y uno de ellos de origen marroquí, sin papeles y a expensas de los vaivenes judiciales. Bella y dura historia de amor, que no entiende de raza, sexo o segregación. La segunda de ellas, se trata de un documental realizado en el 2013 y 2014 por Katherine Fairfax Wright y Malika Zouhali-Worrall, Call me Kuchu, de producción estadounidense, con una intención muy clara: denunciar una situación de homofobia, desigualdad y persecución en la Uganda de 2011, cuando se pretendía endurecer las penas contra el colectivo LGTBI, llegando incluso a la cadena perpetua o a la pena de muerte. La luminosidad del país se muestra con recato, combinando con luces y sombras las alegrías del momento, los agradables encuentros con los dramas y terrores que acechan y se incrementan en soledad y en la oscuridad.
En pase especial fuera de concurso, tuvimos la ocasión de presenciar Maidan, de Sergei Loznitsa (Ucrania y Países Bajos, 2014). En Ucrania, en noviembre de 2013, ante los escándalos de los políticos gobernantes, las veleidades pro-rusas, los saqueos a la población civil y el desencanto general por haberse detenido el acercamiento a la Unión Europea, la población abarrotó la Plaza de la Independencia de Kiev con la decisión de permanecer en la misma hasta que los gobernantes accedieran a sus peticiones. El director coloca su cámara en la plaza, que inmóvil, da testimonio del movimiento, de su lucha, organización y constancia. Seguimos las concentraciones ciudadanas, sus celebraciones festivas y religiosas, la colaboración en medios, alimentos o asistencia sanitaria; vemos también, como casi nunca hemos visto con tanta verosimilitud en el cine, una guerra en directo, una lucha desigual entre una policía sumisa con las órdenes de ataque con cualquier medio de sus superiores, a pesar de que al otro lado solo se dispone de piedras. La dignidad y el orgullo por pertenecer a un grupo, que es capaz de luchar hasta con su vida para alcanzar sus convicciones más intensas, son captados asombrosamente por ese único recurso de imágenes recogidas por una cámara que permanece en todo momento en el lugar de los hechos.
El Festival se cerró con otro pase especial, con la proyección del documental Silvered Water, Syria Self-Portrait (Ma’a Al-Fidda), de los realizadores sirios Ossama Mohammed y Wiam Simav Bedirxan (2014). Estamos ante una coproducción entre Siria y Francia, y describe con poesía y horror el drama que se vive diariamente en Siria, a través de mil y una voces, mil y un testimonios que se están colgando en Youtube desde el inicio de los conflictos. Tuvimos la suerte de contar con su director, Ossama Mohammed, afincado en Francia, pero no así con la codirectora, Wiam Simav Bedirxan, quien tras acudir a Cannes desde Siria para presentar el film, prefirió volver a su tierra y compartir el sufrimiento de sus gentes. La crítica completa del film se acompaña también a este número de la revista.
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