Críticas
La oportunidad para un intento
Vivir su vida
Vivre sa vie: Film en douze tableaux. Jean-Luc Godard. Francia, 1962.
Un juego de intermitencias entre lo íntimo y lo expresado, la palabra dice lo que no se sabe sin saberlo. Nana reniega de las dificultades del lenguaje, la cámara oscila en suaves travellings que muestran su rostro en alternancia con la nuca de un proxeneta que seduce a la necesidad sin mayor esfuerzo.
Es la historia de una chica de 22 años, que experimenta la vida sin cuestionamientos en medio de una ambigüedad laxa que se permite ser en la propia naturaleza humana.
Nana tiene dificultades económicas que la llevan al desalojo, busca soluciones que terminan desembocando en la prostitución como alternativa voluntaria. Una expectación que trasunta la ingenuidad como fiel reflejo de la falta de oportunidades por la inexperiencia de una corta vida.
Un filme consagratorio para un Godard comprometido con realidades psicológicas, tratamiento por momentos filosófico que articula a la perfección imagen y sonido. La música de Michel Legrand se asocia a situaciones específicas, en contraposición a la actitud de la protagonista, para desbaratar cualquier posibilidad de tratamiento melodramático. Nana asume su vida desde la propia responsabilidad, la tristeza se filtra, por momentos, desde la incomprensión y desconfianza de las propias palabras, en conjunción con la expresión momentánea de su rostro, mezcla de ingenuidad y coraje naturalizados por la ignorancia del riesgo latente. Logrará materializarse hacia el final, y delatará la falta de previsión. Drama trasmitido sin crudeza, aunque si con firmeza; estados de ánimo que delatan el desconocimiento de lo que se está viviendo. El efecto, en su posibilidad, será bloqueado por un final abrupto. Es la ausencia de un tiempo que nunca llega: la oportunidad no es tal.
El tema de la identidad está planteado desde primeros planos que capturan discursos de espaldas a la cámara y perfiles de Nana en penumbra. Está en construcción e intenta asociarse a un discurso que no es suficiente para situar y exponer lo que se es y lo que se quiere ser. La penúltima secuencia exhibe una conversación, el filósofo busca aportar elementos al descubrimiento del ser en proceso. Es el arquetipo del viejo sabio en acción, la experiencia que pretende la contribución a la humanidad por intermedio del diálogo. Utilizará el discurso en metáfora para clarificar la necesidad del hacer como dicotómico al pensar, aunque, y, paradójicamente, la catástrofe sobrevendrá por irreflexión. El tiempo no ayuda, la libertad flota en la inconsciencia, aun no existe la capacidad de reconocer el riesgo y, en ese sentido, la protagonista delata su lentitud en la maduración, se deja llevar por la vida, vive a través de la acción, la palabra se demuestra ausente en la significación de lo relevante. El punto ya no es discurso versus acción, sino discurso aclaratorio de consecuencias posibles para efectivizar una real elección responsable.
Y, otra vez, las palabras traicionan. La idea de responsabilidad de Nana se asocia a vivencias por elección inmediata, no hay proceso intermediario. Un alto en el camino para la reflexión y la evaluación de alternativas, todo fluye al momento para crear la ilusión de una libertad que no es tal, quizá, condicionada por una circunstancia social que no brinda muchas opciones. Casi todos los encuentros con hombres parecen reducirse a la obtención de dinero en un trasfondo sexual. Lo que queda claro es que nadie está dispuesto a prestar 2.000 francos para pagar el alquiler, nada es a cambio de nada.
La mujer como mercancía, la libertad se diluye ante la necesidad material que conduce a la explotación desde la inconsciencia del otro.
La muerte como liberación es anticipada por la escena del cine, donde la Juana de Arco de Carl Theodor Dreyer, asume, entre lágrimas, “su destino” sin cuestionamiento alguno. Nana puede empatizar, la reacción fisiológica automática evidencia ausencia de significado en palabras, se siente sin saber lo que se siente y por qué. Así funcionará el personaje de Godard; en primer plano alternado con la imagen de María Falconetti, su estado actual es así evidenciado.
Nos viene al recuerdo la máxima socrática: “solo sé que nada sé”. El lenguaje se manifiesta como posibilidad a la vez que obstáculo, esta es la única conciencia que prevalece y molesta, no hay registro de más nada, solo resta hacer dejándose llevar por la oportunidad.
El discurso final del viejo no tiene desperdicio: “De la vida cotidiana uno se eleva a una vida…, llamémosla superior. Es la vida con el pensamiento. Pero esta vida presupone que se ha matado la vida muy cotidiana, la vida demasiado elemental.”
El relato de Godard irradia pesimismo disfrazado de aceptación de condiciones vitales que, por ser tales, deben ser vividas porque para eso están. Una especie de destino a transitar desde la responsabilidad que aprovecha lo que hay sin ocuparse de crear nada. Juana de Arco se somete al rol que Dios le asignó, confía en lo determinante como ineludible, Nana captura la oportunidad de manera irreflexiva, a modo de destino natural incuestionable. Es la opción inalterable que la vida nos presenta. Una concepción que vive desde lo que surge, no crea, aprovecha lo que aparece sin intención de transformarlo en algo beneficioso porque, justamente, así es la vida, lo que se nos ofrece en presente como algo independiente de nosotros, nuestra responsabilidad consiste en elecciones de aceptación o descarte. Somos entidades que transitan por la vida, no seres creativos que transforman su destino según necesidades propias. Este enfoque fluye a partir de las acciones de Nana y marca un devenir con un final excluyente de comprensión, se terminará padeciendo.
La responsabilidad es elección sin intervención, no hay generación de alternativas sino aprovechamiento de oportunidades no creadas por el sujeto.
El filme anuncia dos caras de una misma moneda: la individual y la social. Lo macabro se naturaliza detrás de los “fallos” de una humanidad en dificultades. La comunicación es herramienta para la toma de conciencia, pensamos con un lenguaje hecho para entender, el discurso es de doble vía, con nosotros y los otros. Sin embargo, su utilización puede confundirnos por ineptitud personal y/o manipulación ajena. Ambas posibilidades pueden asociarse para conducirnos a un fracaso que, tal vez, ni siquiera seamos capaces de visualizar por falta de tiempo vital, experiencia o adecuadas condiciones sociales.
Ficha técnica:
Vivir su vida (Vivre sa vie: Film en douze tableaux), Francia, 1962.Dirección: Jean-Luc Godard
Duración: 83 minutos
Guion: Jean-Luc Godard
Producción: Les Films de la Pléiade, Pathé Consortium Cinéma (P.A.C.)
Fotografía: Raoul Coutard (B&W)
Música: Michel Legrand
Reparto: Anna Karina, Sady Rebbot, André S. Labarthe, Guylaine Schlumberger, Gérard Hoffman, Monique Messine