Reseñas de festivales
Volantín cortao
En Volantín cortao se percibe claramente la influencia del cine de Jean-Pierre y Luc Dardenne. Los planos en los que la cámara en mano sigue muy de cerca a la protagonista del filme de Diego Ayala y Aníbal Jofré recuerdan, por ejemplo, a Rosetta (1999), y más allá de eso el tema de cómo los problemas sociales repercuten en los jóvenes.
La película chilena, realizada por los dos estudiantes de la Universidad del Desarrollo, tiene como protagonista a una muchacha que estudia para ser asistente social, la cual establece una amistad con un joven del centro para delincuentes juveniles en el que hace su pasantía. Las presiones a las que ella está sometida, que incluyen la insistencia del padre en que haga conexiones para encontrar trabajo y el acoso sexual de un superior, la llevan a rebelarse contra la posición relativamente más cómoda que tiene en la sociedad y a identificarse con los marginados por ésta. Manifiesta simpatía por ellos desde el comienzo, mientras que los jóvenes de su misma condición social parecen aburrirla.
Un detalle es que la cámara, semisubjetiva al seguir el estilo de los Dardenne, no deviene en un documentalismo verdaderamente revelador de la ciudad ni del barrio marginal en el que vive el joven. En la última parte, además, la película se decanta decididamente por lo que el espectador desearía que ocurriera, en consonancia con la simpatía que podría despertar la protagonista y su deseo de revancha. Pero ese quedarse corto con respecto a las expectativas que crea el realismo social de Volantín cortao es compensado por las actuaciones de Loreto Velásquez y René Miranda, así como por la refrescante secuencia en un parque de diversiones, grabada con la cámara del celular que se roba el joven. También por el final abierto, que distancia el filme de las parábolas morales de los hermanos belgas y reinserta la historia en el devenir siempre inacabado de la vida.
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