Investigamos 

Volver a casa como recompensa del viaje. Los viajes de Gulliver

Los viajes de Gulliver

Viajar será siempre algo extraordinario para el ser humano. Desde los comienzos de su trajinar por el planeta han estado recorriendo las personas todos los senderos existentes y los nuevos caminos por descubrir, que son, en la práctica, infinitos. Resulta que cada jornada puede ser un viaje de descubrimiento, basta que la mirada y los sentidos adopten un nuevo punto de vista. Contamos para viajar con los extensos mares y sus islas, los grandes ríos, las altas montañas; los desiertos, las selvas, las estepas, los fríos confines de las tierras cercanas a los polos, las multitudinarias ciudades, los solitarios pueblos y las perdidas veredas del campo. Y como si esto fuera poco, contamos con nuestra mente, nuestra creatividad e imaginación, capaces de crear nuevos mundos y de viajar por ellos.

Gran viajero de la mente fue Jonathan Swift (Dublín, 1667- 1745), que viajó por tierras extraordinarias en su famosa novela, Los viajes de Gulliver. Su personaje y las circunstancias a las cuales se enfrenta, permiten a Swift, además de viajar, plantear agudas críticas a las tonterías tan frecuentes en la sociedad humana, sin dejar de poner presente el espíritu creativo, inquisitivo, científico y evolucionado de los seres humanos.

Cartel de Gulliver's TravelsMe voy a basar en mi análisis del tema de los viajes en la excelente serie de dos episodios británico-estadounidense Gulliver’s Travels (Charles Sturridge, 1996). Es una de las adaptaciones de la novela de Swift que presenta los cuatro viajes.  Fue armada con algunos actores muy conocidos, que en verdad asumen sus momentáneos roles con gusto y calidad (tales como Omar Sharif, Peter O’Toole o Geraldine Chaplin) y con Ted Danson, un Gulliver admirablemente divertido y sufrido y la notable Mary Steenburgen, como su esposa, que sufre su larga ausencia con amorosas paciencia y esperanza en compañía de su inteligente hijo, protagonizado por Tom Sturridge.

El primer aspecto del viaje que recojo al recorrer esta producción es el de la familia y el hogar. Creo que todo viajero sufre el impacto de dos opuestos, el deseo de nuevas experiencias y el deseo del regreso. Acá se presenta la historia de forma extraordinaria para mostrar estas tensiones, ya que se van tejiendo los increíbles viajes de Gulliver con la cotidiana realidad, siempre presente, representada por el hogar, por los que están a la espera, los que se encargan de que el mundo funcione y no se desbarajuste convertido en aventuras sin fin, carente de puntos de referencia y de retorno, que a la vez son la base para las nuevas despedidas. Se evidencia que si no hay equilibrio y fuerza familiar, el viajero puede ser presa de fantasías y locuras, que lo pueden incluso condenar a extraños síndromes de soledad y de incomunicación. Me permito recorrer acá los espacios de las ciudades y de las sociedades actuales, plagadas de viajeros sin hogar, algunos literalmente viviendo en medio de las drogas, de las materias fecales en las calles y parques de las ciudades, aparentemente sin remedio y sin razón. Solo que muchos de ellos han abandonado oficios, estatus, hogares y barrios, para viajar diariamente por esas extrañas islas del desorden social. Y planteo el mundo creciente de los jóvenes Gulliveres que se desplazan por el mundo, ensayando todo tipo de experiencias, cargados de mochilas y de expectativas, muchos de ellos seguramente conscientes de que, en algún punto del regreso, los espera la necesaria estabilidad hogareña; otros decididos a una libertad total, no exenta de los riesgos de la vejez, de la soledad y de la enfermedad.

Gulliver siempre quiso regresar, de hecho, cada una de sus excitantes jornadas se inició con ideas de retorno, un segundo aspecto que quiero resaltar en relación con los viajes. La idea del retorno se constituye en una fuente de conversaciones, de narraciones, de referencias, que viene acompañada de la conciencia de lo que se tiene, de la historia personal y social del viajero. Sus éxitos en los viajes, la forma en que logra vencer circunstancias, desafíos y peligros, tiene mucho que ver con esa sabiduría, con esos conocimientos que el viajero posee y que se convierten en atractivos para las personas y las comunidades con las cuales el viajero se relaciona.  Los conocimientos y la historia personal surgen como golpes de astucia que sorprenden al otro y que causan admiración y aceptación. De ahí la importancia de la capacidad del viajero para contar historias. Y no solamente durante el viaje, sino especialmente luego del retorno. Acá quiero resaltar las grandes dificultades que tienen los viajeros para conectar las hazañas, los momentos notables de sus viajes, con la realidad cotidiana de la vida normal. En la película esto es evidente, asunto central, que se entiende por la naturaleza fantástica de los viajes de Gulliver. Nadie escucha, nadie cree. Así que hay que hablar, insistir, contar la historia una y otra vez. No sobra escribir algún diario, ojalá ilustrado con dibujos y bocetos y llevarlo consigo. Así han hecho los grandes viajeros. Así lo hizo Gulliver. Una bella posibilidad es comunicarse con los hijos, siempre dispuestos a imaginar y a soñar.  En la modernidad, los viajeros toman fotos, suben videos e imágenes en las redes sociales siguiendo esas antiguas tradiciones de conectar el viaje y sus imágenes con el regreso y con algún punto de referencia. En este sentido me atrevo a pensar que hay que tener tanta energía como la de Gulliver para que no se pierdan las historias y las experiencias en la enorme y nimia vacuidad de los superficiales espacios de la nube y de las redes sociales.

Gulliver Travels, la serie

Vamos por un tercer aspecto del viaje, el de la aventura y la novedad. Recorre Gulliver en sus cuatro fantasías una serie de espacios caracterizados por sus grandes diferencias con la realidad normal, que experimenta luego de azarosas aventuras marinas. Se constituye el mar como el vehículo que lleva a la aventura. Está en nuestras herencias y en nuestros arquetipos la idea de ultramar, allende los mares, se encuentra la grande y definitiva aventura.  Mares que en medio de tempestades y calmas corren el telón de los dramas y las comedias viajeras.

Gulliver se encuentra, naturalmente después de una destructiva tempestad, con la nación de Lilliput, una tierra de seres pequeños en la cual él es un gigante fuerte y potente, causando admiración, por su presencia grande e inteligente, en los habitantes minúsculos, que no por pequeños, dejan de ser violentos y guerreros.

Huyendo por su vida, de nuevo en el mar, cae en Brobdingnag, una tierra totalmente opuesta, habitada por gigantes, en la cual él es una especie de curioso juguete, donde a base de astucia y de su capacidad para contar historias y hacer amigos, navega sus dificultades y amenazas de muerte. De allí sale en las garras de un pájaro gigante, para caer de nuevo al mar.

De él lo sacan los habitantes de Laputa, una isla flotante, sostenida por fuerzas magnéticas.  Es gente que se aprovecha de sus navegaciones para exigir tributos a las naciones sobre las que pasan, ocasionalmente dando esto lugar a ataques, en uno de los cuales cae Gulliver sobre la tierra de Glubbdubdrib, lugar de gente culta y orgullosa de sus ideas y sistemas, gobernado por su respectiva emperatriz Munodi, con la cual el viajero discute y conversa, cayendo luego en la Academia, un lugar de sabios orgullosos, pero en general carentes de sentido común y finalmente da con un mago,  que lo engatusa con promesas de retorno.  Astutamente se escapa de las patrañas del mago.

En su huida se encuentra los inmortales Struldbrugs, de quienes rechaza su oferta de ciega inmortalidad, embarcando y siendo víctima de motines, cayendo de nuevo al mar y a las extrañas tierras salvajes de los Yahoos, cubiertos de barro, vecinos de los Houyhnhnm y sus hermosos caballos. Acá se encanta con las nuevas culturas, pero debe abandonar la isla, siendo rescatado por un barco portugués de camino hacia el retorno final, no sin antes verse obligado a utilizar sus artes y su inteligencia.

¿Qué vemos acá? Nombres nuevos, extrañas formas de vida, culturas diferentes, aceptaciones y rechazos, habilidades para adaptarse y para escapar cuando es insostenible la situación. Acá podemos caer en cuenta del viaje de los migrantes, que tradicionalmente se han visto sujetos a todos estos avatares hasta encontrar finalmente un espacio seguro. A veces se los ve como grandes amenazas que, a modo de gigantes intrusos, ponen en riesgo las costumbres populares, hasta que eventualmente se los ve cercanos, útiles y semejantes. Otras veces, se ven a sí mismos como pequeños e insignificantes juguetes de las circunstancias, apabullados por la enormidad organizada y exigente que encuentran. No ha de faltar el engaño de abogados y asesores que extraen de ellos ventajas mientras pasa el tiempo. Tampoco la discusión cultural y la oportunidad para comparar, mejorar, aprender y enseñar.

Al final, no hay nada mejor que volver a casa y sentir los goces del viaje y los abrazos de los seres queridos. Naturalmente, venciendo, como hizo Gulliver, la necesidad de ajustar mente y cuerpo a la nueva realidad, menos llena de aventuras, pero más colmada de amor y confianza.

 

Comparte este contenido:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.