Críticas

Cuento de verano

Volveréis

Jonás Trueba. España, 2024.

Visionando cantidad de metraje de ficción ahora en soporte digital y sondeando el inmenso delirio creativo que se sigue produciendo a lo largo y ancho del universo, uno de los temas recurrentes que está presente en las películas de cualquier género es el amor y sus muchas ramificaciones. El romanticismo canónico y sus pautas para sublimar un encuentro entre dos seres que se aman diseñó en sus albores un paradigma sobre personajes que vivían con ardor situaciones que en pocas ocasiones replicaban en la realidad tangible del ser humano común. Una idea ensoñadora, más bien de intensa, con sus valles y cimas en la estructura constructiva de la historia, que ejerció de fascinación para ver y disfrutar en la pantalla grande pasiones de todo tipo, que en bastantes ocasiones se alejaban de la cercanía prosaica de la vida. Mientras las luces apagadas de la sala de proyección invitaban a los espectadores a quedar persuadidos por el hechizo y encanto del amor inventado como algo extraordinario, su arrebatada magia se desvanecía cuando las luces se encendían y la calle y su rutina imponía otras leyes a ras del suelo.

El resplandor de lo bello y perfecto, aupado por los destellos de relatos de fantasía romántica que se movía en un estado emocional glamoroso dio paso, poco a poco, a grietas que apuntaban maneras hacia el melodrama, donde la felicidad normalizada coincidía con las desdichas. El melodrama constató su vigor, y el mundo de ficción se hizo más rugoso y, a ratos, más perverso. Las pinceladas realistas, con el correr de los tiempos, la evolución del cinematógrafo y la retroalimentación de los movimientos estéticos, revolucionaron los contenidos y la materia fílmica de la que están hechos los sueños. El contenido se hizo más agudo, se contextualizó el aspecto físico de los largometrajes y los argumentos se actualizaron, con puntos de partidas más heterogéneos y afilados.

La variedad de propuestas aumentó y, en el terreno del amor, la amplitud de miras facilitó retratos atemperados, de corte clásico o rompedores, que penetraban con severidad en sus zonas oscuras y pesarosas. Las relaciones de pareja, en el sentido más grande del parámetro, ofreció premisas de todo tipo. Había cabida a fórmulas y tratamientos que pretendían abarcar todos los frentes posibles. Desde la calma asentada por la ilusión sin costuras a las medianías con sus claroscuros derivando a fracasos estrepitosos y a echarse los trastos a la cabeza. Por supuesto, en la cesta caben más opciones y entran otras variantes que refuerzan la veta que las historias de amor y sentimentales siguen dando mucho que hablar y son inagotables. Y no hay nada más terrenal y conflictivo cuando una familia o dos amantes tienen problemas.

Uno de los cineastas que sigue indagando y proponiendo cosas que rezuman viveza en un terreno que parece trillado y, sobre todo, sensaciones reformuladas con toque y chispa, es el realizador y guionista madrileño Jonás Trueba, hijo del director de cine español Fernando Trueba. Un muchacho, eterno joven e inquieto, muy bien adiestrado por un padre cinéfilo, imaginativo, con desinhibido sentido del humor y una visión internacional del cine, del que toma prestado, sin intenciones de copiar, el ajetreado avispero de la pareja. Una referencia que, en su camino artístico, Jonás maneja para crear ficciones contemporáneas de trazo singular y, sobre todo, personal.

Desde sus inicios, con la seminal Todas las canciones hablan de mí (España, 2010), ha forjado, con un estilo propio, fresco, con influencias de Truffaut, Garrel, algo de Rohmer, y acometiendo sus guiones desde un mundo propio, un ramillete de historias, cuyo atributo más significativo es su mirada en cómo ve y cómo hace que se muevan y funcionen sus ficciones. La verdad de sus imágenes, la claridad expositiva de su aspecto y sentido visual, la descripción de caracteres y la exultante ligereza de su tramoya argumental definen un cine que nos acerca con propiedad a lo que quiere contarnos, peripecias de aquí al lado. Un hilo narrativo sugerente y el tono entre agridulce y un poquito cínico en ocasiones, conforman cohesión y armonía, a veces experimental e hibridación (Quién lo impide, 2021), que provoca estar expectante ante cada película que rueda.

Un entusiasmo que se corrobora con el nuevo trabajo de Jonás, Volveréis (España, 2024), que participó en el festival de Cannes, en su sección Quincena de los Realizadores, y fue premiada como Mejor Película Europea. Un galardón que reconoce la franqueza del discurso y las transparentes y contagiosas claves formales para dotar de un enfoque ligeramente festivo a una crisis de pareja.

El matiz entre insólito y desconcertante que irrumpe, desde los primeros compases, en la disolución de una relación de más de trece años es la atrevida deconstrucción de una ruptura. La acción de la pieza se inicia con Ale (Itsaso Arana) y su compañero sentimental, Álex (Vito Sanz), en la cama, conviniendo, sin un ápice de resquemor, rabia o destemplanza el común acuerdo de disolver su unión. Una entente que, como descubriremos más adelante, era firme e inasequible al desaliento, pero tras etapas dichosas, el amor, por el motivo que fuere, se ha terminado. Nada nuevo en el texto. Salvo una novedad, vagamente conservadora en su tratamiento, pero idea de guion burbujeante, que empuja a Ale y Álex a convertir su desamor en un motivo de celebración. A tal fin, organizan, con los altibajos, según los estados de ánimo, una fiesta con su gente más allegada para declarar que la función se ha terminado.

A este fascinante pistoletazo de salida, que parece coger al espectador a contrapié, Jonás Trueba le mete una marcha de más para subvertir el esquema tradicional y trazar una ruta urbana y de interacción entre personajes en registro de comedia indie, un terreno en el que el autor de La virgen de agosto (España, 2019) se mueve con delicada personalidad, para insuflarle una impronta cotidiana de genuina reflexión.

Porque Volveréis es una comedia que desprende naturalidad, pero al mismo tiempo es un testimonio anticlimático y reflexivo sobre las dificultades y tribulaciones del amor y sus consecuencias. Una inventiva extraída de la chistera ocurrente de Fernando Trueba, que se la traslada a su hijo Jonás, y este suma cómplices con dos de sus actores fetiche, Itsaso Arana y Vito Sanz, que aportan sugerencias al libreto, y todos juntos construyen una de las películas más despampanantes del cine español.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Volveréis ,  España, 2024.

Dirección: Jonás Trueba
Duración: 114 minutos
Guion: Jonás Trueba, Itsaso Arana y Vito Sanz
Producción: Los Ilusos Films, Les Films du Worso, arte France Cinéma, RTVE
Fotografía: Santiago Racaj
Música: Iman Amar, Ana Valladares, Guillermo Briales
Reparto: Itsaso Arana, Vito Sanz, Fernando Trueba, Jon Viar, Andrés Gertrudix, Ana Risueño, Francesco Carril y Sigfrid Monleón

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