Críticas
Vicisitudes de un ego insatisfecho
Waterloo
Sergei Bondarchuk. Italia, 1970.
Relato de la epopeya que culmina con los propósitos del emperador francés, luego de haber recuperado el poder.
Napoleón se fuga de la Isla de Elba con mil soldados; es recibido por el pueblo de Francia; el rey Luis XVIII (Orson Welles) debe fugarse al perder el apoyo del ejército. Bonaparte se enfrentará al Duque de Wellington en Waterloo e intentará afianzar su hegemonía en Europa.
Un filme militar, que evita el tratamiento en profundidad de personajes y se centra en las vicisitudes de la guerra. La táctica y la estrategia se reafirman como apuntes privilegiados para el sentido de la obra. La cámara revela los momentos anteriores y de la batalla en sí, con un montaje que alterna el estado de cada uno de los líderes. Planos generales pictóricos nos develan un combate que jamás estuvo librado al azar; la planificación es mostrada desde un resultado previo al desenlace, con una estética que nos sitúa frente a un fresco de época. Resalta el orden en una batalla que nunca es ofrecida como algo caótico, ni siquiera en los prolijos planos que resaltan el contacto de los cuerpos. A pesar de la reyerta, siempre está presente esa idea de lo a-priori pensado, calculado; una lógica de guerra que sirve para expresar una visión sobre la derrota de Bonaparte en Waterloo.
La faceta de la personalidad que se aborda es la que está al servicio del éxito o fracaso bélico; esa voluntad que no claudica y está dispuesta a exponer la propia vida, al final lo llevará a un desenlace no esperado, aunque presente dentro del cálculo de probabilidades. Y es que, Napoleón es eximido de la mayor responsabilidad. Los sucesos adversos acaecen en su momentánea ausencia, que proporciona cierto margen de decisión a sus subalternos, desde un sentido común que demuestra ser esquivo cuando hay ausencia de criterio definido y hasta propio. La táctica, como conjunto de reglas y principios de combate, termina dejando en claro su estrecha dependencia de la seguridad y la inteligencia. Bonaparte se ausenta por razones de fuerza mayor, y el rumbo de la batalla cambia. La película nos dice que el líder no es responsable por el resultado final, un conjunto de circunstancias se combinan para que, en un instante, los sucesos sean revertidos: Ney ataca sin el respaldo de la infantería y Grouchy se atiene estrictamente a órdenes dadas bajo una circunstancia específica que ya cambió. Por algo, Napoleón está a cargo; es el responsable de los posibles éxitos que puedan sucederse. Es la demostración de los atributos necesarios para conducir una campaña militar hacia el éxito que, si bien debe sostenerse sobre firmes conocimientos de táctica y estrategia militar, también tiene que integrar la aplicación del sentido común en base a sólidos criterios y firme determinación. Es de lo que adolecen sus subalternos y de donde deviene el mérito.
Bonaparte es todo y dueño de todo, su control es absoluto, aunque observa la flexibilidad necesaria como para negociar y mantener a todos conformes. Sus subalternos no pierden prestigio tras haber servido al depuesto Luis XVIII, no son excluidos del nuevo régimen.
No obstante estas apreciaciones, hay lugar también para el ensalzamiento de un ansia de posesión que necesita ejercer dominio sobre los demás, en aras de asegurar un futuro donde solo cuenta el prestigio personal, incluso, más allá de la muerte. La trascendencia por el vástago debe ser satisfecha a cualquier precio, la ausencia del hijo, bajo influencia del enemigo, despierta su más hondo dolor.
Wellington, en la vereda de enfrente, es la alternativa que menosprecia a sus dirigidos, reclutas de condenables costumbres, cuya lealtad puede ser comprada por un trago de ginebra; no comparables a la dignidad de un noble.
Bondarchuk contrapone dos personalidades desde lo fílmico. El montaje alterna a ambas figuras en el padecimiento de una misma situación. Planos compartidos que, con frecuencia, terminan en la utilización del zoom. Son destacadas expresiones en primerísimo primer plano o plano detalle, de los ojos (en especial de Napoleón), como intento de escudriñar en el fiel pensar y sentir. Frente a la vivencia de la misma situación, aparecen Bonaparte y Wellington: verbalizan la interpretación de los hechos. Queda claro que el realizador gusta de contraponer, en lo inmediato, las reacciones de ambos para diferenciar sus maneras de comprender lo que está sucediendo, junto a sus modalidades decisorias.
Un filme que permanentemente articula el uso del zoom con movimientos de cámara que van llevando la acción, dentro del plano, hacia una diversidad de encuadres de manera suave y continuada. El resultado es una mayor integración, que dota a la acción de fluidez y propone varios pasajes donde los cortes se vuelven casi imperceptibles. Un juego de alternancia, donde puede pasarse de lo general a lo particular o viceversa, con suaves paneos e incluso con muy pequeños movimientos de travelling, delimitando varios encuadres en pequeñas variaciones y sin un solo corte. Planos que, sin ser demasiado largos, expresan varias ideas de una manera natural, que integra los cortes, para evitar saltos abruptos en la expresión de los contenidos. Una dinámica que hace gala de la presentación de diversas microsituaciones integradas en significados más globales. Pocos movimientos de cámara, el zoom es aprovechado al máximo.
Las escenas de batalla implicaron un despliegue tecnológico de suma exigencia: cinco cámaras panavisión fueron manipuladas desde camiones, helicópteros, grúas y hasta una locomotora.
Múltiples puestas en escena que denotan un cuidado extremo, no solo en la delimitación de diversos contextos, sino también, en referencia a sus transformaciones por los avatares del clima y el conflicto. Acertada reconstrucción de época, donde también destaca el vestuario.
El presupuesto total fue de 25 millones de dólares, de los cuales se recuperaron solo un 1,4 millones, todo un fracaso de taquilla.
El ejército ruso colaboró con 20.000 efectivos, que debieron instruirse en las modalidades de combate de la época (1815). El compromiso de la entonces Unión Soviética evitó la triplicación del presupuesto y aportó una mayor dosis de realismo a la campaña militar, con soldados que, si bien debieron atravesar un proceso de aprendizaje para adecuarse a las formas del períodos histórico, no eran del todo ajenos a la disciplina castrense, al menos, no tanto como podría haber significado para extras no vinculados al régimen militar.
También prestaron colaboración ingenieros y un equipo de trabajadores que, bajo la supervisión del director artístico Mario Garbuglia, acondicionaron el territorio a fin de imprimir un mayor realismo y credibilidad a la narración. Se removió tierra para crear un valle y dos colinas y, además, se construyeron algunos edificios históricos que emulaban la presencia de importantes granjas de la época. Todo esto fue solo parte de los trabajos realizados, en aras de obtener una adecuada reconstrucción histórica , que terminó siendo exquisita.
Ficha técnica:
Waterloo , Italia, 1970.Dirección: Sergei Bondarchuk
Duración: 132 min. minutos
Guion: H.A.L. Craig, Vittorio Bonicelli, Sergei Bondarchuk (Historia: H.A.L. Craig)
Producción: Co-production Italia-Unión Soviética (URSS)-Estados Unidos; Dino de Laurentiis Cinematographica, Mosfilm
Fotografía: Armando Nannuzzi
Música: Nino Rota
Reparto: Rod Steiger, Christopher Plummer, Orson Welles, Jack Hawkins, Virginia McKenna, Dan O'Herlihy, Rupert Davies, Philippe Forquet, Gianni Garko, Ivo Garrani, Ian Ogilvy