West Side Story

¿Por qué revivir una película que se hizo hace 60 años y se llevó 10 premios Oscar? Esa fue mi pregunta cuando me enteré que Hollywood había decidido volver a hacer uno de los musicales más clásicos, esta vez de la mano de Steven Spielberg. Después del ver West Side Story (2021) en cine, muchos críticos y expertos en cine seguían con esa pregunta. Para mí la respuesta fue clara: Spielberg lo hizo por amor, porque quiso y porque era lo que le hacía falta. Con esta cinta nos presenta su “tesis de grado” como uno de los mejores directores de la famosa meca del cine: es una repetición de la original pero totalmente diferente, e incluso, mejor.

La historia no cambia: la lucha por el territorio en la ciudad de Nueva York entre dos pandillas callejeras, los Sharks y los Jets. Los primeros son los típicos americanos blancos que quieren defender su barrio de la “invasión” de los puertorriqueños, quienes han llegado para quedarse. Ya sabemos que Puerto Rico hace parte de Estados Unidos y eso les da derecho a tener pasaporte americano, pero el resto de los 52 estados los miran como si no hicieran parte de la misma bandera. Tony (Ansel Elgort), antiguo líder de los Sharks, acaba de salir de la cárcel y quiere cambiar su vida, pero como el destino es caprichoso, se termina enamorando de María (Rachel Zegler), la hermana de Bernardo (David Alvarez), el líder de los Jets.

Es triste que después de 60 años las historias de inmigrantes y xenofobia sigan tan vigentes, quizás incluso más que antes. Esta vez es adaptada por Tony Kushner, el creador de Angels in America y el mismo que trabajó con Spielberg anteriormente en Lincoln (2012) y Munich (2005). Lo que logra diferente en esta adaptación es darle más tiempo al desarrollo de la historia, claramente inspirada por el clásico de Shakespeare, Romeo y Julieta. Tony y María ya no se enamoran como por arte de magia, hay un tiempo para conocerse, hablar y revelar sus sentimientos, lo que le da verosimilitud a la historia de amor e invita al espectador a entender los dilemas que se presentan.

Tony sigue siendo el héroe caído que tiene todo en sus manos y lo estropea, no aprende sus lecciones ni siquiera por el amor de María. La terquedad lleva a errores irreparables y la sangre se debe pagar con sangre. Una historia de amores imposibles, de profundos dolores, de los límites del orgullo y de lo que produce la falta de entendimiento entre las personas. Además, los diálogos son muy naturales, los personajes hablan uno sobre el otro, especialmente los puertorriqueños, que terminan hablando solos y lanzando groserías o bromas que le suben el humor a la historia, dándole frescura y autenticidad. Sus frases en spanglish son directas, cargadas de subtexto y significado, todo está fríamente calculado.

La escenografía y la fotografía son impecables. Planos amplios que recorren la ciudad de Nueva York mientras los Jets planean su primer ataque. Todos con su vestuario de la época caminan en planos secuencia que los va siguiendo y nos van mostrando todos los detalles muy bien cuidados, los edificios en construcción, los vehículos de la época y la gente en su día a día, llevando al espectador en un viaje en el tiempo que enamora y atrapa. Y además, está la iluminación. El juego de colores le da vida a cada escena, incluso a las nocturnas. Las luces puntuales hacen que las escenas cobren vida, así haya sido hecha en estudio. Una delicada luz en interiores que ilumina los ojos de los personajes y nos lleva la atención a su mirada,  recordando el estilo de realización de épocas de antaño e invitándonos a escuchar los diálogos, a entender la situación.

Y por supuesto, está la parte musical. El venezolano Gustavo Dudamel es el director musical, y creo que la música de Leonard Bernstein nunca había sonado tan imponente y grandiosa. Clásicos como I Feel Pretty y America crecen en esta versión, mejorando para volverse más brillantes y mágicos, tanto en la parte sonora como en la visual. Las secuencias de baile son alucinantes y no es una exageración. En planos amplios y con una cámara secuencial se muestra la delicada preparación de cada número, con coreografías precisas, cargadas de color y emoción. Y acá es donde todo el grupo de actores se luce, especialmente Anita, ese rol legendario que haría famosa a Rita Moreno y la llevaría ganarse el Oscar, acá es encarnado por Ariana DeBose, que no solo llena los zapatos de la original, sino que marca su propio estilo y se hace inolvidable.

Moreno vuelve a estar presente en esta versión, es una de las productoras ejecutivas y se estrena en un papel original para ella en el que brilla como antes, esta vez sin bailar, pero como la mentora de Tony y la voz de la conciencia, la traductora del amor entre el americano y la puertorriqueña. Además le da la voz a uno de los más grandes clásicos de la música de Broadway, Somewhere, famoso en la voz de Barbra Streisand. Moreno hace una versión corta pero entrañable, sentida, que resume el sentimiento de todas las parejas de la historia.

Una tragedia épica en las manos de Spielberg se vuelve un clásico instantáneo, una de las mejores películas de 2021 y de la extensa filmografía de uno de los más grandes directores de la historia. Era la obra que le faltaba en una lista de largometrajes que han deslumbrado la pantalla grande por años, esta es su pièce de résistance, su carta de amor al cine, su tesis de grado en la carrera de director cinematográfico. ¿Quién más puede tomar un exitoso clásico y hacerlo mejor?

Porque hay que recordar que esto es un remake, no una película original, así que los estereotipos puertorriqueños y los clichés no son su culpa. Sigue siendo la mirada del blanco sobre la cultura latina, pero, ¿cuándo NO lo ha sido? Hollywood ha sido durante años un privilegio para la mayoría blanca, que la realidad esté cambiando en este momento no quiere decir que las historia lo hagan, y menos aquellas basadas en un musical de Broadway que nació en 1957. La cinta es lo que es, y como entretenimiento, cumple.

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