Reseñas de festivales
White God
White God de Kornél Mundruczó fue la ganadora del premio del Jurado de la sección Un Certain Regard. Una decisión muy discutida, teniendo en cuenta el resto de films con los que competía. Si algo hay que reconocerle a White God es el buen resultado del trabajo técnico, por la dificultad que supone rodar con más de 200 perros y haber conseguido algunas escenas de gran complejidad y belleza. Como la secuencia inicial en la que la niña protagonista avanza con su bicicleta por una avenida. Detrás de ella, corren una banda de perros. Todo ralentizado o rodado a 70 fps, para mayor lucimiento, como si se tratase de un sueño premonitorio.
Lili, de 13 años, se muda a casa de su padre, ya que su madre, con la que vive habitualmente, debe irse a trabajar al extranjero. Pero Lili no está sola, siempre a su lado, le acompaña su perro. El animal le ocasionará grandes conflictos con su padre, lo que le llevará a una separación trágica de su mascota. A partir de aquí, la vida errática del perro, de un lado a otro, tendrá como consecuencia una transformación que le pondrá en contra de todo ser humano y su asociación con otros canes.
Lo peor de White God es lo que pretende ser y no es. Mundruczó explicó, en la presentación de la cinta, la alegoría que existe tras el film. Su intención de reflejar las desigualdades de clases dentro de la Europa de nuestros días. Los perros, las clases más bajas, que hartos de los abusos, se rebelan contra los hombres, los poderosos. Un sucedáneo barato de Rebelión en la granja (George Orwell, 1945) o un intento de El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1964) con perros. Pero dejando a un lado el forzadísimo símil, el film se presenta casi como un telefilm de Disney Channel para luego cambiar radicalmente de tono en un segundo bloque donde aparece la violencia canina cual Cujo (Lewis Teague, 1983). Pretende ser muchas cosas y se queda en una sucesión de momentos caninos muy llamativos y un relato demasiado largo, sin personalidad.