Críticas
Las semillas del odio
White God
Feher isten. Kornél Mundruczó. Hungria, 2014.
A Kornél Mundruczó le ha costado seis películas, pero parece que por fin ha encontrado la fórmula para llegar a espectadores y crítica. Su carrera ha sido un tanto insípida, y no pocas veces ha sido tachado de excesivo e, incluso, de pretencioso, aunque hay que decir que también ha sido una clara muestra de coherencia y posicionamiento. Su manera de entender el cine no ha contado con demasiados apoyos, pero ha mantenido una constante visual y estilística que define todas sus propuestas hasta el momento. Un cine engorroso, difícil, premeditadamente feo en ocasiones, aferrado a la naturaleza y la realidad para contar historias inverosímiles sobre personajes límite, que le ha valido para que un pequeño grupo de fieles defiendan a capa y espada un modelo cinematográfico tan valiente como polémico (no tanto en el contenido de sus películas como en las reacciones posteriores).
Mundruczó se jugó el todo por el todo en la que podría haber sido la sentencia de muerte de su particular carrera, pero, en esta ocasión, el triunfo en un festival tan exigente como Cannes ha rendido a una crítica que siempre se ha mostrado dispar en el juicio a las películas de este curioso director.
White God es una alegoría sin miramientos acerca de las miserias de las sociedades occidentales, de la inhumanidad de nuestro sistema, de la indiferencia absoluta con la que observamos la injusticia. La película aborda las semillas del odio, de la desesperación que explota en forma de disturbios o enfrentamientos raciales, convertidas las ciudades en auténticos campos de batalla. La imagen de nuestros fracasos es el fondo de una película que huye de manera radical de la realidad para, precisamente, transformarse en un espejo de nuestra indolencia.
White God parte de una premisa extraña, que corre el riesgo de resbalar hacia lo ridículo o paródico. Por suerte, todas las decisiones que el director toma a partir del minuto uno evitan con elegancia este peligro. Camina firme sobre unos presupuestos que siempre están en la cuerda floja, de los que sale airoso con una humanidad hiriente, capaz de enmudecer en algunos instantes al más beligerante de los críticos del cine de Mundruczó.
Tiene mucho de fábula, de cuento moral, de fantasía que deriva en pesadilla social, sobre unos pilares tremendamente sencillos, basados en las emociones y la empatía que la indiferencia primordial de nuestro día a día nos extirpa. Lo complicado de esta película es que la mayoría de esas emociones son presentadas al espectador por parte de los perros protagonistas de esta historia. Así es como gana enteros el director tras la cámara. La fe en las posibilidades de su historia transforma a estos animales en protagonistas con una entidad a prueba de críticas. Derriban barreras y emocionan a un nivel inesperado. Si White Dog te pilla con la guardia baja, te espera uno de los momentos más sobrecogedores que puedes pasar en una sala de cine.
La película nos cuenta el descenso a los infiernos de Hagen, un perro abandonado a pesar de Lili, su dueña. El gobierno ha impuesto un tributo a las razas mestizas, por lo que las calles se han llenado de perros despreciados por dueños que no quieren hacer frente a ese pago. En su viaje, Hagen descubre de la peor de las formas la crueldad del ser humano, mientras Lili se enfrenta por primera vez al mundo adulto y sus contradicciones. Hagen pasa del dócil perro movido por el amor hacia su dueña a líder de una explosión de ira contra los seres humanos, que asisten con espanto al odio que han sembrado en aquellos que fueron llamados el mejor amigo del hombre.
Mezcla imposible de El origen del Planeta de los Simios (Rupert Wyatt, 2011), Los Pájaros (Alfred Hitchcock, 1963) o la novela de George Orwell, Rebelión en la Granja, White Dog aporta a la mezcla una experiencia diferente y conmovedora. Nadie puede dudar de la eficacia de este película para llegar al corazón del espectador, al mismo tiempo que deja claras sus convicciones en un mensaje perfectamente entendible, a pesar del carácter alegórico de la propuesta de Mundruczó. El problema es que esos aciertos se convierten en sus imperfecciones más evidentes con poco que se analice la película fríamente, superado el impacto inicial.
White Dog es una película que tiene mucho de manipuladora, y hay momentos en su metraje construidos sin ningún tipo de pudor, como misiles a la línea de flotación del espectador. Es imposible no sentirse sobrecogido con escenas en las que el ser humano enseña su peor cara contra animales indefensos. Nos arrastra a su terreno y nos hace cómplices, con habilidad, sí, pero no deja de ser un tanto evidente en sus intenciones, hasta el punto de hacer alguna que otra trampa para marcar el tanto.
Por otro lado, el mensaje de la película es reiterativo, casi único. A veces, el caracter panfletario de lo que White Dog nos está contando hace demasiado ruido, y en ocasiones tiene más de doctrina que de reflexión. Por mucho que estés de acuerdo en sus planteamientos, la moraleja de la historia resulta demasiado evidente. Como espectador, pido un poco menos de condescendencia en ese sentido. Prefiero un director que me obligue a sacar conclusiones, a uno que me incruste el mensaje de su película a cañonazos.
Por otro lado, White Dog es demasiadas cosas en diferentes partes de su película. El punto de partida es un drama generacional entre padre e hija, continúa con el doloroso viaje paralelo de Hagen y Lili en su entrada en la adolescencia, y termina con un ejercicio de atrevimiento entre el género de terror y el cine político. La mezcla funciona en sus propios términos, cosa sorprendente, pero no deja de resultar confusa en según qué tramos de la película.
Aún así, es una película valiente, honesta, delirante, dolorosa, sobrecogedora, tensa, con momentos que rozan de manera auténtica la poesía. Además, tiene una escena inicial que deja mudo por su extraña mezcla entre lirismo y salvajismo. Una gran película, a pesar de ese empeño filosófico en que entendamos una metáfora, por otra parte tan clara. Junto con Corn Island, la película que más me ha tocado la fibra en este 2015.
Vais a ver películas mejores este año, y una cantidad ingente de películas peores, pero no me equivoco si digo que no vais a ver ninguna como White Dog.
Tráiler
Ficha técnica:
White God (Feher isten), Hungria, 2014.Dirección: Kornél Mundruczó
Guion: Kornél Mundruczó, Viktória Petrányi, Kata Wéber
Producción: Coproducción Hungría-Alemania-Suecia
Fotografía: Marcell Rév
Música: Asher Goldschmidt
Reparto: Zsófia Psotta, Sándor Zsótér, Lili Horváth, Szabolcs Thuróczy, Lili Monori, Gergely Bánki
Santiago, tienes mucha razón en cuanto a las debilidades de la película, pero consigue impactar realmente (a la mitad casi me resultó insoportable el sufrimiento). Y menuda escena final, maravillosa, para no olvidar.
Saludos.