Críticas
Trucos de salón
Winchester: la casa que construyeron los espíritus
Winchester. Michael y Peter Spierig. Australia, 2018.
El miedo existe en los seres humanos desde que empezó a dar los primeros pasos como especie. Es quizás el sentimiento e instinto más primitivo y enraizado de nuestra psique. Todos combatimos contra él, unos intentan huir y otros lo aceptan, pero siempre está con nosotros como compañero inseparable en este viaje que es la vida. Es por ello que el género de terror en el cine no es indiferente a nadie. Muchos lo detestan y otros lo ansían, pero no hay duda de que es uno de los más reconocibles y seguidos por el gran público. Desde esa primera pieza de los hermanos Lumière , que hizo saltar a la gente de pavor por el temor a ser arrollados por un tren en la mítica Llegada del tren a la estación de La Ciotat (L’Arrivée dùn train à La Ciotat, 1895), el cine de terror ha ido moldeando distintas formas de explotar el miedo en los espectadores. Desgraciadamente, el éxito masivo de este tipo de películas hace que la producción aumente y disminuya la calidad global del género. Son demasiados los largometrajes, salvo en contadas ocasiones, que abusan de la simplicidad del susto y de los clichés mas manidos sin llegar a explotar la complejidad inherente al terror. Una de las últimas en intentarlo es Winchester: La casa que construyeron los espíritus (The Spierig Brothers, 2018). El largometraje está basado en la historia de una mansión en California. Fue construida por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah, y su convicción de que los fantasmas la acosaban la llevó a diseñar un sinfín de habitaciones, escaleras que no llevaban a ninguna parte y puertas que al abrirse descubrían un muro. Todo con la intención de esquivar a los seres del otro mundo.
Los hermanos Spierig son los encargados de llevar a la gran pantalla uno de los relatos más escalofriantes de la historia de los Estados Unidos. Una mansión laberíntica gigantesca en constante construcción y una propietaria acosada por los espíritus de los asesinados por el famoso rifle de su empresa, son unos ingredientes excelentes para unos directores con experiencia en crear suspense y terror como en sus películas Predestination(2014) o Saw VIII (Jigsaw, 2017). El largometraje comienza de forma esperanzadora, cautivadora y atractiva aunque quizás un poco apresurada. La gran ambientación del oeste de los Estados Unidos a principios del Siglo XX y una introducción intrigante de los personajes, consigue que el espectador, poco a poco, se involucre dentro de la trama. Sin pretender arriesgar, Michael y Peter Spierig, construyen un relato lineal clásico salpicado de flashbacks, mostrando una narración simple, confeccionada alrededor de la tenebrosa leyenda de una casa tan particular que nos perturba y hace que nos planteemos, más de una vez, si cruzar el umbral de su puerta.
Una vez dentro de la enigmática mansión, una tímida angustia invade al espectador. Pronto, ese embriagador comienzo se diluye con el paso del tiempo y antes de llegar ni tan si quiera al nudo, el largometraje ya ha perdido todo ese ímpetu que presuponía. El suspense creado, de forma quizás apresurada, y la intriga quedan sepultados en minutos de relleno triviales que ahogan una historia con potencial. Winchester canaliza el relato a través de un médico, el Dr Price, interpretado por Jason Clarke. Pese al intento de la película de sustentarse en el actor, no logra nunca conectar con el espectador. Su actuación es tan simple e insustancial que hace imposible empatizar con el personaje. Es muy poco creíble y, desgraciadamente, arranca de la historia a las personas captadas en un principio. Como contrapunto, la viuda Winchester es interpretada con garra, fuerza y mucho carisma por Hellen Mirren, y esta vez, la actriz si logra mantener en pie una película que se tambalea en su malograda trama a medida que transcurre el tiempo.
Pese a un comienzo positivo y a las esperanzas del espectador, los Spierig dejan de lado cualquier dificultad narrativa y visual y se apoyan en previsibles y anodinos jumps scares con el fin de conseguir generar un miedo que son incapaces de conseguir de manera inteligente. Aunque cuentan con un escenario espléndido, los directores lo reducen a muchos planos generales y a unos cuantos pasillos y habitaciones de la mansión. En ningún momento sentimos la complejidad arquitectónica o el estrés y el agobio del Dr Price que debería generarle deambular por una mansión enmarañada llena de puertas falsas y de pasillos sin salida. Pareciera que es la película la que se pierde en el laberinto de sus propias pretensiones insulsas. No consiguen nunca llegar a un nivel de verosimilitud aceptable, la engorrosa arquitectura de la mansión resalta, aún más, la simplicidad del guion y la historia carece de emoción y simpatía. Winchester: La casa que construyeron los espíritus es un producto pobre, básico y plano.
Es una pena que, desde el momento en que la película entra en la mansión, se despoje de todo lo bueno que venía proponiendo en sus comienzos. De manera zafia se lanza a los brazos del cine de terror más cutre que nos atormenta en los últimos tiempos. Movimientos de cámara acelerados, estúpidos sustos de apariciones repentinas, estridencia en la música, clichés desgastados, personajes acartonados, etc. Ya es hora de que el buen cine de terror dé un paso adelante y fagocite a este tipo de producto absurdo cargado de banalidad y mediocridad que explota la incultura humana. Como dice el personaje de Sarah Winchester en la película: “Ya basta de estos trucos de salón”.
Trailer:
Ficha técnica:
Winchester: la casa que construyeron los espíritus (Winchester), Australia, 2018.Dirección: Michael y Peter Spierig
Duración: 99 minutos
Guion: Tom Vaughan, Michael y Peter Spierig
Producción: Bullitt Entertainment, Blacklab Entertainment, Diamond Pictures, Imagination Design Works
Fotografía: Ben Nott
Música: Peter Spierig
Reparto: Hellen Mirren, Jason Clarke, Sarah Snook, Angus Sampson, Emily Wiseman, Laura Brent, Tyler Coppin, Dawayne Jordan, Jeffrey W. Jenkins, Thor Carlsson, John Lobato, Xavier Gouault, Jeff Lipary, Finn Scicluna-O’Prey, Homero López