Investigamos
Woody Allen’s New York
Pocos cineastas hay tan vinculados a la ciudad de Nueva York como Woody Allen, que ha convertido la Gran Manzana en uno de los escenarios más recurrentes de toda su filmografía. Y no solo eso, sino que en sus películas ha reflejado tanto la gran ciudad que lo vio nacer como sus gentes, su forma de vida, su pasado, sus escenarios, sus paradojas… su espíritu, en definitiva.
En cierto modo, Nueva York ha sido, junto a París, Londres y Roma, el decorado urbano por excelencia. Todo el mundo tiene una imagen de esas ciudades aunque nunca haya estado en ellas, y esa imagen cada cual la ha construido a partir de las lecturas y películas que ha ido conociendo a lo largo de su vida. Woody Allen, que se llamaba Allen Stewart Konigsberg, nació en Brooklyn en 1935, y en buena parte de su cine podemos ver reflejado, sobre todo, el Upper East Side, la zona más liberal y neurótica de la ciudad, el lugar en el que encontramos a la clase a la que pertenece Woody Allen y sus personajes: profesionales liberales, artistas, escritores, profesores, filósofos, cómicos, cineastas… En ese espectro social se mueven personajes como Alvy Singer, protagonista de Annie Hall (1977), el cómico Isaac Davis en Manhattan (1979), o el realizador de documentales de corte social Cliff Stern en Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors, 1989).
Las grandes películas de Woody Allen que tienen como escenario Nueva York son Annie Hall, Manhattan y Hannah y sus hermanas (Hannah and Her Sisters, 1986), pero lo cierto es que muchas de las películas de Allen se encuentran total o parcialmente ambientadas en Nueva York, empezando por Toma el dinero y corre (Take the Money and Run, 1969), Bananas (1971) y El dormilón (Sleeper, 1973). Con todo, hay una, además, que supone una auténtica declaración de amor a la Gran Manzana. Se trata, claro, de Manhattan, la que para muchos críticos es la obra maestra de Woody Allen, con la que concluiremos este breve repaso por los escenarios neoyorquinos de Woody Allen. Sin embargo, antes de rodar Manhattan, Allen consiguió dar una visión muy distinta de Nueva York a la que ofrecía el cine de la época en Annie Hall, película que obtuvo cuatro Oscars, el de mejor película, director, actriz (Diane Keaton) y guion.
La visión que ofrece de Nueva York en Annie Hall es la de una ciudad cosmopolita, amante del arte y de la literatura. Es, en general, el Nueva York del Upper East Side, como ya se ha dicho. Solo cuando Allen recrea el Nueva York de su infancia refleja clases más populares, lo que ocurre, por ejemplo, en ese magnífico homenaje a los cines de barrio que es La rosa púrpura de El Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985), en la que Cecilia (Mia Farrow), una mujer desgraciada que vive una relación tormentosa con su marido (Danny Aiello), se refugia en un modesto cine de barrio, el Jewel, pero también en Días de radio (Radio Days, 1987), ambientada en Queens. Más elevado es el ambiente de Balas sobre Broadway (Bullets Over Broadway, 1994), que se remonta, no al Nueva York de los años cuarenta, sino al de los años veinte, la misma época en la que debemos ubicar a Leonard Zelig (Woody Allen), el extraño protagonista de Zelig (1983), una pequeña obra maestra no suficientemente conocida por el gran público. Zelig supone un auténtico reto desde el punto de la fotografía y el montaje, y lleva hasta límites desconocidos en la época lo que Robert Zemeckis haría diez años después en Forrest Gump (1994).
De alguna manera, Zelig dialoga, por un lado, con Toma el dinero y corre por su formato de falso documental o mockumentary, pero, por otro, con Manhattan por el uso de la fotografía en blanco y negro. Precisamente ese uso de la fotografía en blanco y negro nos lleva hasta otra de las películas más personales de un director tan personal como Woody Allen, Broadway Danny Rose (1984), en la que Allen encarna a un desastroso representante de artistas de tercera categoría de Broadway.
No resulta fácil encontrar películas de Allen que no estén ambientadas en Nueva York. Así, desde Zelig, de 1983, hasta Sombras y niebla (Shadows and Fog, 1991), todas sus películas, salvo Septiembre (September, 1987), tienen como escenario Nueva York. La aristocracia neoyorquina está representada (y satirizada) en muchas de sus obras de los ochenta y de los noventa, como Delitos y faltas, Alice (1990), Maridos y mujeres (Husbands and Wives, 1992) o Celebrity (1998), por citar solo algunas, ya que títulos como Poderosa Afrodita (Mighty Aphrodite, 1995), Desmontando a Harry (Deconstructing Harry, 1997) o La maldición del escorpión de jade (The Curse of the Jade Scorpion, 2001), entre otras, se ambientan en Nueva York.
Otra referencia, acaso más anecdótica, sea la del mediometraje Edipo reprimido (Oedipus Wrecks), uno de los tres episodios que componen la película colectiva Historias de Nueva York (New York Stories, 1989), concretamente el tercero, tras Apuntes al natural (Life Lessons), dirigida por Martin Scorsese, y Vida sin Zoe (Life without Zoe), de Francis Ford Coppola. En Edipo reprimido, el abogado Sheldon Mills (Woody Allen) contempla cómo su controladora madre (Mae Questel) desaparece tras un truco de magia y reaparece en el cielo de Manhattan y comienza a contarle a todo el mundo detalles humillantes de la vida de su hijo.
Ahora bien, si hay cuatro películas que resumen perfectamente la visión que Woody Allen tiene de su propia ciudad y del ambiente en el que él mismo se mueve, esas son Annie Hall, Manhattan, Hannah y sus hermanas y Misterioso asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mystery, 1993). Además, las cuatro dialogan entre ellas por parejas, de modo que Misterioso asesinato en Manhattan es una suerte de continuación de Annie Hall en tanto que Hannah y sus hermanas parece recuperar el mismo ambiente que encontrábamos en Manhattan, esa gran declaración de amor de Woody Allen a la ciudad de Nueva York.
En Manhattan, la ciudad está fotografiada de una forma magistral por Gordon Willis (fue el director de fotografía de Allen entre Annie Hall y La rosa púrpura de El Cairo), y vamos del Museo Americano de Historia Natural al Museo Guggenheim, de Central Park a Bloomingdale’s, aunque la escena más conocida es aquella en que los personajes interpretados por Diane Keaton y Woody Allen contemplan cómo amanece sentados en un banco frente al puente de Queensboro. La escena se rodó en la terraza Riverview, en Sutton Square. Al principio de la película, vemos cómo la cámara presenta un Nueva York en blanco y negro al ritmo de “Rhapsody in Blue”, de Gershwin, que pondrá la banda sonora a todo el metraje.
Lo cierto es que no se puede hablar de Woody Allen sin hablar de Nueva York, pero tampoco se puede hacer una aproximación a la presencia de la Gran Manzana en el séptimo arte sin tener en cuenta a Woody Allen. Aunque es verdad que en los últimos años ha rodado algunas películas en Europa, este judío de Brooklyn permanecerá unido para siempre al skyline de Nueva York. De hecho, al hablar de Manhattan, afirmaba lo siguiente: “Me gusta pensar que dentro de cien años, si la gente ve la película, puede aprender algo sobre cómo era la ciudad en la década del setenta”.
«Sombras y niebla» no está para nada ambientada en Nueva York. Más bien es una ciudad centro europea.
Totalmente cierto. Acabo de darme cuenta de que la redacción parece incluirla, cuando mi intención había sido precisamente excluirla. Mis disculpas.