Críticas

Empecinamiento

Yo no soy Madame Bovary

Wo bu shi Pan Jinlian / I Am Not Madame Bovary. Feng Xiaogang. China, 2016.

Yo no soy Madame Bovary. CartelAcaba de estrenarse comercialmente en nuestras pantallas el último filme ganador de la Concha de Oro de la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, el largometraje chino Yo no soy Madame Bovary, del realizador Feng Xiaogang, que además consiguió alzarse con el premio de Mejor Actriz para su protagonista, Fan Binbing, intérprete que cuenta con un reconocimiento extenso en su país.

La película parte y se desarrolla desde un incidente muy concreto: una mujer, Li Xuelian, pretende que la justicia declare falso su divorcio, alegando que su marido, Qin Yuhe, y ella misma engañaron en su momento a los tribunales para obtener ese estado civil que les facilitaba el acceso a un nuevo apartamento. Con ello, una vez obtenido el piso, su pretensión consistía en volver a contraer matrimonio. La petición por la mujer de la declaración de falsedad del divorcio conseguido tenía como origen una causa muy explícita: ínterin, tras el fallo judicial y antes de haberse casado nuevamente, su marido, o exmarido, como prefieran, aprovechó su nuevo estado civil para contraer matrimonio con otra joven.

El derecho español, y suponemos que cualquiera que se precie, cuenta entre sus máximas fundamentales el principio de que en ningún caso debe amparar el abuso de derecho o el fraude de ley, esto es, utilizar a beneficio propio las normas legales para obtener un resultado no permitido o perseguido por el ordenamiento jurídico. Y desgraciadamente, la película pretende sustentarse en todo su metraje con la búsqueda de nuestra protagonista de la instancia, funcionario u organismo, que crea en su historia, y tomándola como fundamento, resuelva conforme a sus pretensiones. Pero en ningún momento, a pesar de los intensos y variados registros fílmicos utilizados por el director, consigue que nos olvidemos de ese inicio, de esa tomadura de pelo por parte del matrimonio a la justicia, que además de haberse reído de ella, pretende posteriormente, cuando ya no viene bien el montaje, volverla a utilizar para que se desdiga y actúe de conformidad con nuevos propósitos. Se aspira a manejar otra vez por Li Xuelian, a su mera conveniencia, a las mismas instituciones que ya ha utilizado torticeramente cuando le ha venido en gana para lograr determinadas prebendas a las que no debería haber tenido acceso. Y si todo ello no fuera poco, se persigue además darle carácter público a circunstancias que únicamente pertenecen al mundo privado (un adulterio, una infidelidad, o como quiera llamarse). Y ahondando en el fraude, incluso el guion y el desarrollo del filme se atreve a llegar más lejos: intentar los objetivos por medios o cauces que no son los legalmente establecidos para su reivindicación.

Yo no soy Madame Bovary. Foto 1

La obra hace que transitemos por un camino que se alarga en un periodo diegético temporalmente enorme, en un sinsentido que se estira como un chicle, y que consigue que no interese desde el principio hasta el fin. Y a la conclusión, entre los reales motivos que siguen moviendo a la actriz protagonista, y el cacao mental que nos produce el cambio del original en la traducción del título, para intentar occidentalizarlo, modificación que posteriormente explicaremos, terminamos con unas ganas desesperadas de que aparezcan los títulos de créditos finales.

En cuanto a los reales motivos que mueven a Li Xuelian para no desfallecer en ese recorrido de desatinos, nos vamos deslizando desde la venganza, el odio, el intento de restablecer la propia reputación (puro machismo en definitiva), o la búsqueda del castigo para quien creemos que nos ha estafado. En definitiva, una duplicidad de móviles que se enlazan o entrecruzan, mareando más si cabe la perdiz.

En cuanto al título original, se refiere a una antigua leyenda china que se explica al inicio de la película, a través de una serie de lienzos circulares: la de una mujer llamada Pan Jinlian, que junto con su amante hace planes para asesinar a su marido. No se corresponde ni remotamente con el argumento de la excelente novela de Gustave Flaubert, ni con las inquietudes de su protagonista, Emma. No llegamos a entender la necesidad de ese cambio, cuando además, como ya se ha indicado, la leyenda oriental de Pan Jinlian se explicita gráficamente en los primeros momentos.

Todo ello, eso sí, está envuelto en una excelente fotografía, unos colores contrastados que resaltan por su estética. Y también, en la puesta en escena, se recurre a la modalidad de cambios de formato de pantalla, según el momento del filme en el que nos encontremos, para mostrar o enclaustrar a las imágenes. Con ello, pasamos del círculo, al formato cuadrado, o a la pantalla total, según el sentimiento de opresión y el lugar en donde se encuentra Li Xuelian. Nos movemos desde un circulo agobiante, hasta la cuadrícula en donde parece que se toman ciertas resoluciones que afectan y desbloquean el asunto, o, por ejemplo, ya al final, se nos permite acercarnos a las imágenes en toda su amplitud, cuando el pasado parece haberse quedado en “puro humo”. El recurso, en cualquier caso, si bien se observa con curiosidad, no nos ha parecido nada novedoso. Sin ir más lejos, nos acordamos de la reciente película del canadiense Xavier Dolan, Mommy (2014), que ya utilizó la expansión del formato cuadrado al panorámico, cuando su protagonista, Steve, atraviesa momentos en los que siente su propia libertad.

Yo no soy Madame Bovary. Foto 2

Con Yo no soy Madame Bovary, se nos ha despertado la misma impresión que nos causó el inicio de dos películas recientes y muy personales: la húngara El hijo de Saúl (Saul fia, 2015), de László Nemes, y La chica desconocida (La Fille Inconnue, 2016), de los hermanos Dardenne. Ambos filmes, como la obra de Feng Xiaogang, arrancan de unos acontecimientos que personalmente nos cuesta que lleguen a crear la obsesión y reacciones que provocan en sus protagonistas. Pero si en los dos primeros largometrajes, ese inicial inconveniente se solventa con maestría y habilidad, en el filme del realizador chino no sucede lo mismo, y la insustancialidad de la anécdota inicial, en este caso diríamos suceso que produce un intenso rechazo, no consigue superarse y elevarse sobre sí misma, ofreciendo una película que termina por no interesar en su conjunto.

En cualquier caso, el director Xiaogang no desaprovecha la ocasión para llevarnos por un recorrido de la burocracia china, su partido único, el servilismo de los propios ciudadanos que lleva consigo una dictadura, a la que el resto del planeta permite abominables abusos, no vaya a ser que se deterioren relaciones comerciales.

Lo más destacable del filme lo encontramos en una escena concreta, irónica y muy acertada, cuando, ya casi en su final, Li Xuelian, la “mujer coraje” de turno, decide tomar una decisión definitiva o inalterable, pero se le invita a que cambie el lugar del suceso, por razones económicas y rencillas vecinales.
En definitiva, en nuestra opinión, saldrían ganando si dedicaran las casi dos horas y media que dura el largometraje, en otras ocupaciones que puedan resultar más enriquecedoras. Nosotros, al menos, así se lo recomendamos.

Tráiler:

 

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Ficha técnica:

Yo no soy Madame Bovary (Wo bu shi Pan Jinlian / I Am Not Madame Bovary),  China, 2016.

Dirección: Feng Xiaogang
Duración: 128 minutos
Guion: Liu Zhenyun (Novela: Liu Zhenyun)
Producción: Sparkle Media / Huayi Brothers
Fotografía: Luo Pan
Música: Wei Du
Reparto: Fan Bingbing, Dong Chengpeng, Fan Wei, Guo Tao, Li Zonghan, Zhang Yi, Liu Hua, Zhang Jiayi, Yu Hewei, Zhao Lixin

Una respuesta a «Yo no soy Madame Bovary»

  1. Creo que es correcta la crítica.Creo que son dos horas y media que hemos perdido en un asunto que no es interesante para nadie.La fotografía si es espléndida.Pero la película es un aburrimiento supino.

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