Reseñas de festivales
Zombeavers
Zombeavers ha sido uno de los films más solicitados en este Sitges 2014, algo que puede deberse al parentesco que esta guarda con Sharknado y su secuela (Anthony C. Ferrante, 2013-2014). Una mezcla absurda de tornados y tiburones que dinamitaron las expectativas de sus creadores y que arrasaron las redes sociales, revitalizado un cine de serie B, cuya máxima ambición siempre ha estado en el video doméstico o emisiones televisivas en canales especializados en el fantástico como Syfy. Zombeavers ha llegado en el mejor momento de este auge y ha tenido el recibimiento esperado. La cinta cumple con ese perfil de cine de mala calidad que ofrece argumentos llenos de agujeros, personajes con todos los estereotipos, cargados siempre de una buena dosis sexista. Un cine que se disfruta en compañía, cuyo divertimento radica en la risa fácil de la parodia deliberadamente descuidada que representa, que toma como base grandes clásicos del cine de terror de los años setenta y ochenta. En ese sentido, Zombeavers bebe de las cabañas en mitad del bosque de The Evil Dead (Sam Raimi, 1981). Los amenazantes castores que aguardan en la oscuridad de la noche, rinden homenaje, a su manera, a las marionetas animatrónicas de películas como Gremlins (Joe Dante, 1984).
Tres amigas deciden pasar el fin de semana en una casa de campo familiar. La idea de disfrutar unos días sin chicos se ve truncada cuando sus parejas aparecen en la cabaña. Unos días antes, unos trabajadores que transportaban unos bidones con material tóxico tienen un pequeño incidente en la carretera y pierden uno. La corriente del río aledaño se lo lleva hasta que queda retenido en una construcción de castores. El resto del argumento se puede deducir fácilmente.