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Drácula
Su cara era fuerte, muy fuerte, aguileña, con un puente muy marcado sobre la fina nariz y las ventanas de ella peculiarmente arqueadas; con una frente alta y despejada, y el pelo gris que le crecía escasamente alrededor de las sienes, pero profusamente en otras partes. Sus cejas eran muy espesas, casi se encontraban en el entrecejo, y con un pelo tan abundante que parecía encresparse por su misma profusión. La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior; el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas firmes, aunque delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.
Del Diario de Jonathan Harker
Drácula, Bram Stoker
Nosferatu, vampiro, Vlad el empalador, el no-muerto, príncipe Drácula…, como todos los personajes que tienen alta popularidad, se los nombra de varias maneras. En este artículo vamos a llamarlo simplemente Drácula y me gustaría que aceptemos que su padre es Bram Stoker, un pequeño regalo de homenaje en el año del centenario de la muerte del escritor.
Bram (Abraham) Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, un barrio de Dublín, Irlanda. Por haber sido un niño bastante enfermo, los primeros siete años de vida transcurrieron en cama escuchando historias fantásticas contadas por su madre. De joven superó la enfermedad y fue un excelente atleta. Interesándose siempre por el teatro, comenzó su labor de crítico. Luego de conocer al actor Henry Irving, se convirtió en su asistente personal, para luego dirigir el teatro Lyceum de Londres (propiedad de Irving).
Unas vacaciones familiares en la ciudad portuaria de Whitby, North Yorkshire, Inglaterra, fueron el momento decisivo para la creación de la novela Drácula. Stoker realizó investigaciones locales, dándole espacio geográfico a su obra, y allí también encontró un volumen sobre estudios regionales europeos que dio origen al título.
El libro fue publicado en mayo de 1897, y al momento el mito del vampiro (proveniente del folklore de Europa oriental) ya había tenido como adeptos varios escritores ilustres: Goethe, Coleridge, Gogol, Dumas, Baudelaire y Poe. La forma en que está escrito es bastante particular, compuesto por extractos de diarios de los personajes y de cartas entre ellos. Pese a que tuvo éxito constante desde su aparición hasta la muerte de su autor en 1912, el mayor renombre se dio luego, gracias al séptimo arte.
La historia comienza con las desventuras de Jonathan Harker, un joven abogado que viaja desde Londres hacia los montes Cárpatos para encontrarse con el Conde Drácula, al cual le proveerá soporte para una transacción inmobiliaria en Inglaterra. En el castillo del Conde, Jonathan cae prisionero bajo el hechizo de tres mujeres que lo debilitan, succionándole la sangre. Mientras tanto Drácula viaja en condiciones bastante particulares hacia la ciudad costera de Whitby, Inglaterra, donde irrumpe en las vidas de Wilhelmina “Mina” Murray (prometida de Jonathan Harker) y su amiga Lucy Westenra. Además de los pretendientes de Lucy: Dr. John Seward, Quincey Morris y Arthur Holmwood, es importante en la historia un paciente psiquiátrico llamado Renfield, quien ha tenido contacto con el Conde Drácula antes que Jonathan. Por último, otro personaje muy relevante: Abraham Van Helsing, un profesor experto en vampirismo, quien conduce con éxito la cruzada hacia la destrucción de Drácula.
El primer film adaptado de la novela fue el clásico del cine silente Nosferatu el vampiro (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, F.W. Murnau, 1922). El director alemán realizó la película sin el reconocimiento de la familia Stoker y la viuda Florence ganó el caso luego de llevarlo a la corte. Se ordenó que todas las copias del film se destruyeran, pero afortunadamente el veredicto no se pudo llevar a cabo porque ya era tarde, las copias se encontraban demasiado dispersas.
En Nosferatu, la historia tiene algunas modificaciones menores, y como es una versión no autorizada, todos los nombres de los personajes están cambiados. Drácula es personificado por Max Schreck y se llama Conde Orlok. En esta primera versión cinematográfica, el conde tiene una apariencia animal y muy desagradable, no tiene el atractivo ni el encanto que tendrán sus sucesores.
La primera versión autorizada fue Drácula (Dracula, Tod Browning, 1931), interpretada por Bela Lugosi. El film comienza con la historia de Renfield, siendo muy similar a la de Johnatan Harker. Una vez que el conde viaja a Londres, conoce y convive con Mina, Lucy y Johnatan. En Bela Lugosi se ven las características de Drácula como un conde aristocrático, extranjero (su acento es bien marcado) y atractivo, en especial para las mujeres jóvenes y soñadoras, como Lucy y Mina. Van Helsing tiene casi exactamente el mismo rol y responsabilidades que los de la novela.
Luego vino Drácula (Dracula, Terence Fisher, 1958), interpretada por Christopher Lee y Peter Cushing como Van Helsing. Este Drácula sigue siendo elegante y atractivo, pero no parece ser extranjero. Es el primero que no es un hombre raro, por ejemplo, cuando se presenta ante su huésped. En esta versión se utilizan los mismos nombres, pero los personajes tienen distintas relaciones entre sí y ocupaciones. Harker muere muy al principio, convirtiéndose en vampiro, y es liberado por su amigo Van Helsig que le clava una estaca en el corazón. Su fiancée es Lucy, y no Mina. Lucy es cuñada de Mina, esposa de su hermano Arthur.
Es una versión bastante sangrienta, donde se nota la novedad del color. Hay sangre roja fluorescente por doquier, hasta en los títulos. El castillo también está decorado con pinturas, alfombras y adornos de colores, muy diferente a los castillos medievales, sucios y llenos de telarañas de las versiones anteriores y también posteriores. La historia está ubicada en otro lugar geográfico. Esta versión es la única en la cual Drácula no se convierte en algo más: murciélago, lobo, animal salvaje, etcétera. La música es estridente, abundan los vientos agresivos.
John Badham, el director de Fiebre de sábado por la noche (Saturday Night Fever, 1977) estrena en 1979 Dracula, protagonizada por Frank Langella. Aquí también los nombres se mantienen, pero las relaciones cambian mucho, por ejemplo Mina es hija de Van Helsing. Este Drácula, una versión vampiresca de John Travolta, es el primero en ser un romántico. Ya en una época donde el color y los efectos especiales se dominan muy bien, hay escenas bastante terroríficas.
En Drácula de Bram Stoker (Dracula, Francis Ford Coppola, 1992), Gary Oldman marcará la década de los noventa. Esta versión se podría considerar la más fiel a la novela, porque todos los personajes están presentes, la secuencia de hechos es la misma y las relaciones entre los personajes también.
Pero hay un detalle agregado que no se encuentra en el libro, el objetivo de todo lo que realiza Drácula es recuperar al amor de su vida, la princesa Elisabeta rencarnada en Mina Murray (la prometida de Johnatan Harker). Esto, agregado a la personificación brillante de Gary Oldman, compone un Drácula muy diferente del que imaginamos al leer a Stoker. Conquista al espectador y provoca adhesión total. Es la primera versión en la que queremos que Drácula triunfe, y ese sentimiento se encuentra agravado porque su enemigo Jonathan Harker está interpretado por Keanu Reeves, cuando por lo general se hace bastante difícil que sus personajes logren encantarnos. Me atrevo a decir que es un efecto conocido y explotado por los buenos directores, ¿quién puede negar que Al Pacino nos encanta y atrae más en Pactar con el diablo (The Devil’s Advocate, Taylor Hackford, 1997) por estar al lado de Keanu Reeves?
Esta historia de amor está acompañada de una música que atrapa y emociona hasta las lágrimas, y unos efectos especiales de fotografía bastante originales para el principio de los noventa. Entre otros, la composición de tomas del vagón de tren donde se encuentra Jonathan leyendo la carta de Drácula, los ojos acechantes de fondo, la carta en detalle mostrando la firma y luego la foto de Mina.
Un film más que interesante relacionado con Drácula: La sombra del vampiro (Shadow of the Vampire, E. Elias Merhige, 2000). Cuenta sobre la filmación de Nosferatu de Murnau y formula la tesis que Max Schreck era un vampiro que habitaba en los alrededores de los lugares donde se filmó la película. La actuación de Willem Dafoe interpretando a Max Schreck es inolvidable.
A partir de la versión de Coppola se realizaron infinidad de films y series de TV de vampiros. Desde la lucha entre vampiros y hombres lobo de la saga Underworld hasta los vampiros adolescentes de Crepúsculo (Twilight, Catherine Hardwicke, 2008). En este último festival de Cannes 2012 se estrenó Dracula 3D de Darío Argento, otra versión de la novela de Stoker. Drácula no cesa de aparecer en el cine, a 115 años de la publicación de la novela, su participación se incrementa.
Uno de los pocos personajes literarios que nació casi al mismo tiempo que el cine y brindó material cinematográfico para contar su historia: desde el cine silente hasta la aparición del sonido en Hollywood, luego el color y todos los avances en efectos especiales hasta llegar a nuestros días.
Es una historia atemporal que nos habla del bien y del mal, de la ciencia y la superstición, de la amistad, del amor, y eso le brinda atractivo para llevarla al cine. Pero lo mejor es que cada adaptación le puede estampar su sello propio dándole un motivo a Drácula, ya que ese punto es un poco ambiguo en la novela. La pura maldad, la venganza, el amor, querer abrirse al nuevo mundo, etc., son los distintos móviles de Drácula en cada uno de los films.
Otro aspecto que se aprovecha en las películas es la sensualidad de la historia. Las mujeres protagonistas, que son correctas y recatadas, se convierten bajo la influencia de Drácula. Se liberan, se desinhiben, se vuelven sensuales y pícaras, les cambia la mirada y en varios casos lo muestran explícitamente soltándose el pelo y aflojándose las vestiduras.
Una característica uniforme en las versiones de la novela de Stoker es el final. Estoy segura que no voy a arruinarle la sorpresa a absolutamente a nadie si les digo que Drácula muere. En cuanto a la forma de la muerte, un vampiro sólo puede morir si alguien le clava una estaca en el corazón. Pero hay versiones donde Drácula muere simplemente por exponerse a la luz del día, no me parece justo para un personaje que sobrevivió al menos cuatrocientos años que muera de una forma tan básica.
Drácula es casi único en su género, porque personas que no tienen particular interés por los films de terror ni por los personajes fantásticos, no pueden permanecer ajenas a él. Todos tenemos un Drácula favorito, ya sea por afinidades con el actor, características de la adaptación o móviles que lo hacen actuar.
En este año en especial te queremos agradecer Bram Stoker por tantos films inolvidables derivados de tu genialidad. Me atrevo a decir que antes de tu muerte no imaginabas esta repercusión, ojalá que desde algún lado la hayas podido ver y disfrutar, y que sigas haciéndolo hasta el fin de los tiempos.
Estimada Soledad, deja usted de lado la ambiciosa «Drácula de Bram Stoker» dirigida por Jesús Franco (una coproducción germano-hispano-italiana) protagonizada por el mismo Christopher Lee en una performance que permite apreciar mejor sus cualidades histriónicas. Se trata de un intento de ser fiel al texto y en el que las apariciones de los personajes trata de ser equilibrada. Aunque un poco inconexa a ratos y algo lenta a la mitad del metraje, no deja de ser un referente fílmico que merece mencionarse ya que algunas de sus aportaciones serán revisitadas por Coppola décadas después (la humanidad del conde, por ejemplo)… La caracterización de un Drácula con bigote críspado por la soledad y el olvido no deja de ser memorable, en contrapartida a la versión sanguinaria (cansina a la larga) que el mismo Lee había patentado.
Muy buena la nota. Quiero agregar solamente que existe una versión de la película de Tod Browning (1931) musicalizada por Philip Glass. La banda de sonido se mantiene pero continuamente la música de Philip Glass acompaña la imagen. La interpretación es del Kronos Quartet.