Investigamos
Asalto a la filmografía del último rebelde. John Carpenter
En una época en la que los grandes estudios cinematográficos han modificado considerablemente sus mecanismos de producción acaso ya no sea pertinente hablar de Serie B en sentido estricto –que existió, aproximadamente, entre 1930 y 1960–, pero lo curioso es que han pervivido los modos, los medios y, sobre todo, el tono de la Serie B, si bien sus presupuestos se han ido abultando paulatinamente. Hoy en día, más que un tipo de producción, la Serie B es casi un género, y a los directores clásicos, como Edgar G. Ulmer, inolvidable director de Detour (1945), o Jack Arnold, artífice de joyas como La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, 1954) o El increíble hombre menguante (The Incredible Shrinking Man, 1957), debemos incorporar nombres como Larry Cohen, John Waters o John Carpenter. El último de ellos será el invitado de honor en estas líneas.
Si hay algo que caracteriza la filmografía de Carpenter es su amor al cine, especialmente al género fantástico y de terror. Asociamos su nombre a títulos míticos de los años ochenta y noventa, pero lo cierto es que este director –además de productor, actor, guionista y compositor– nacido en Carthage (Nueva York) en 1948 todavía es un realizador en activo, si bien ha estado varios años sin estrenar un nuevo título, concretamente los que median entre Fantasmas de Marte (Ghosts of Mars, 2001) y The Ward (2010). Desde 1976, cuando estrenó su primera película comercial, Asalto a la comisaría del Distrito 13 (Assault on Precinct 13) hasta 2010, Carpenter siempre ha logrado mantener un estilo y en muy pocas ocasiones ha renunciado a ser él mismo, y daba igual que se enfrentara a un presupuesto más o menos holgado, que rodara con estrellas o con actores de segunda –e incluso tercera– categoría.
Al igual que Woody Allen, John Carpenter siempre ha sido mejor valorado en Europa que en Estados Unidos. En una entrevista, el propio director llegó a afirmar que “en Francia soy un autor; en Alemania, un filmmaker; en Gran Bretaña, un director de filmes de horror, y en Estados Unidos, estoy quemado”. Un recorrido por su filmografía no haría más que corroborar el hecho de que Carpenter es un “autor” en el sentido cahierista, pero lo que llama la atención es su fidelidad a unos determinados géneros y a una forma de manufacturar cada película, preocupándose de cuestiones como la producción, el guion, la dirección e incluso la música. Como afirma Quim Casas en su monografía John Carpenter. Horror en B mayor (San Sebastián, Semana de Cine Fantástico y de Terror, 2003), “Carpenter es un superviviente a destiempo de una forma de entender y practicar el cine, la del Hollywood del sistema de los estudios”. Entre sus influencias más directas, siempre se ha citado a Howard Hawks y a Alfred Hitchcock, así como la literatura de H. P. Lovecraft, pero tampoco habría que olvidar nombres como los de William Castle, Orson Welles, Roman Polanski e incluso Luis Buñuel.
Su primer trabajo de cierta relevancia en el cine es The Resurrection of Broncho Billy (1970), cortometraje dirigido por James R. Rokos galardonado con un Oscar, y en el que Carpenter participa como coguionista, músico y montador. También es fruto de sus años en la University of Southern California (USC) el largometraje Dark Star (1974), que escribió con Dan O’Bannon, guionista, entre otras, de Alien (Ridley Scott, 1979) y Desafío total (Total Recall, Paul Verhoeven, 1990). Dark Star nace como proyecto fin de carrera pero llega a estrenarse en salas comerciales, si bien su primera película comercial es Asalto a la comisaría del Distrito 13 (1976), una propuesta genial que pretendía reescribir algunos de los títulos clásicos de Howard Hawks, especialmente Río Bravo (1959) y El Dorado (1966). De hecho, aunque Carpenter no haya dirigido ningún western propiamente dicho, muchas de sus películas beben directamente del esquema argumental del género. Es el caso de 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981), Vampiros (Vampires, 1998) o la ya citada Fantasmas de Marte. Asalto a la comisaría del Distrito 13 fue muy bien recibida en el Festival de Cine de Londres, que valoró la capacidad del director de Carthage de crear una atmósfera claustrofóbica en la que enemigos naturales decidían unirse para enfrentarse a una amenaza exterior, los atacantes de las bandas callejeras que tanto recuerdan a los zombies de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1968).
Ahora bien, la película que lo consagró definitivamente fue La noche de Halloween (Halloween, 1978), una pequeña producción de 320.000 dólares que se ha convertido en el título más rentable de la historia del cine. No solo ha generado una extensa franquicia, sino que puso definitivamente de moda el género del slasher (asesino con cuchillo carnicero). En realidad, La noche de Halloween se encuentra repleta de homenajes más o menos explícitos al giallo y al Hitchcock de Psicosis (Psycho, 1960) y presenta uno de los asesinos en serie más incombustibles, el enmascarado Michael Myers, que, en palabras del Doctor Loomis (Donald Pleasence), encarna al mal absoluto y se dedica a apuñalar a todas aquellas niñeras adolescentes de Haddonfield que se dedican a retozar con sus novios, lo que, en su momento, motivó una lectura moral, ya que la única que se salvaba era Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), que había decidido salvaguardar su virginidad.
Aunque la saga de Halloween ha llegado hasta nuestros días, lo cierto es que la participación de Carpenter en ella no ha sido más que episódica, limitándose, en ocasiones, a los créditos del tema principal de la banda sonora. Tras este éxito, Carpenter dirigió dos películas para televisión: Alguien me está espiando (Someone’s Watching Me!, 1978), una mezcla entre La ventana indiscreta (Rear Window, Alfred Hitchcock, 1954) y Crimen perfecto (Dial M for Murder, Alfred Hitchcock, 1954), y el biopic Elvis (1979), que supone su primera colaboración con Kurt Russell, su auténtico actor fetiche, con el que colaborará en cuatro ocasiones más, en 1997: Rescate en Nueva York, La cosa (The Thing, 1982), Golpe en la Pequeña China (Big Trouble in Little China, 1986) y 2013: Rescate en L.A. (Escape from L.A., 1996).
Carpenter regresa al cine con La niebla (The Fog, 1980), un relato clásico de fantasmas ambientado en un lugar llamado Antonio Bay, cuyo nombre recuerda, ya desde el principio, a otro de los films de referencia de Hitchcock, Los pájaros (The Birds, 1963). Al ir sumando éxito de taquilla tras éxito de taquilla, cuenta con un presupuesto de siete millones de dólares para 1997: Rescate en Nueva York, un relato postapocalíptico que supone su segunda colaboración con Kurt Russell, que interpreta a Serpiente Plissken, uno de los personajes más famosos creados por Carpenter. La película cuenta con el mejor reparto con el que ha trabajado Carpenter: Lee Van Cleef, Ernest Borgnine, Donald Pleasence, Isaac Hayes, Harry Dean Stanton y Addrienne Barbeau.
Hasta este momento, todas las películas dirigidas por Carpenter, excepto Elvis, cuentan con guion del propio director, pero eso va a cambiar hasta que dirija El príncipe de las tinieblas (Prince of Darkness, 1987), su regreso a la serie B. En 1982 estrena La cosa, su primer film con presupuesto A, que protagoniza nuevamente Russell y que es un remake de un clásico de la ciencia‑ficción, El enigma de otro mundo (The Thing from Another World, Christian Nyby y Howard Hawks, 1951), basado, a su vez, en un relato de John W. Campbell titulado Who Goes There? Posteriormente, La cosa ha sido interpretada en clave casi profética, ya que anticipa, en cierto modo, una de las plagas de nuestra sociedad, el SIDA, algo que no le ha pasado inadvertido a la crítica. Aunque hoy en día La cosa es una de las películas mejor valoradas de Carpenter, entonces sufrió un revés en taquilla –el primero en su filmografía–, quizás porque coincidió en las salas cinematográficas con el estreno de E.T. (E.T.: The Extra‑Terrestrial, Steven Spielberg, 1982), una visión mucho más amable de los extraterrestres.
Carpenter no tuvo más remedio que dirigir Christine (1983), una pequeña joya que adaptaba una historia de Stephen King en la que un joven (Keith Gordon) mantenía una extraña relación con su coche, un flamante Plymouth Fury del 58 que parecía estar poseído. Nunca se le ha prestado demasiada atención a esta película, que, sin embargo, tuvo un gran éxito de taquilla, pero debo reconocer que siento cierta debilidad por ella, al igual que por Starman (1984), acaso su película más convencional, rodada según la visión amable de los extraterrestres impuesta por E.T., y que suponía algo así como una reinterpretación en clave alienígena de un clásico de la comedia romántica como Sucedió una noche (It Happened One Night, Frank Capra, 1934). Jeff Bridges, protagonista de la cinta, recibió nominaciones a los Oscar y a los Globos de Oro como mejor actor principal, y aunque la película recibió buenas críticas, tuvo un éxito discreto en taquilla.
De todas maneras, donde la filmografía de Carpenter alcanzó un punto de no retorno fue en Golpe en la Pequeña China (1986), una película hoy revalorizada, pero que, en su momento, supuso un enorme fracaso en taquilla, y eso a pesar de que costó veinticinco millones de dólares –el presupuesto más abultado que había manejado Carpenter hasta la fecha–. Resulta curioso, porque se pueden ver en este título muchas de las características que después poblarían el cine de Quentin Tarantino, pero acaso la propuesta de Carpenter llegó demasiado pronto y el público, en general, no estaba preparado para recibir todavía el cine de Hong Kong, a pesar de que Golpe en la Pequeña China estaba protagonizada por una estrella ascendente como Kurt Russell y era una magnífica comedia de acción y fantasía de estilo pulp.
Este duro revés obligó a Carpenter a regresar a películas de bajo presupuesto en las que, sin embargo, disfrutaba de una mayor libertad creativa. De esta época son títulos como El Príncipe de las Tinieblas (Prince of Darkness, 1987), un film que, por su ambientación, recordaba mucho a Asalto a la comisaría del Distrito 13, y Están vivos (They Live, 1988), un nuevo relato sobre alienígenas. En los dos casos, dirige, escribe el guion y compone la música; es, por tanto, una vuelta a los orígenes. Tras unos años sin dirigir, consigue estrenar Memorias de un hombre invisible (Memoirs of an Invisible Man, 1992), un trabajo de encargo al servicio de Chevy Chase, y realiza para la televisión un film de episodios titulado Body Bags (1993).
La década del noventa, en general, no es generosa con Carpenter, y sus películas son recibidas con indiferencia por parte de crítica y público, a pesar de que en esos años estrena algunas propuestas muy interesantes. Así, su gusto por H. P. Lovecraft se hace evidente en un título como En la boca del miedo (In the Mouth of Madness, 1994), donde explora los límites entre la realidad y la ficción. Además, se atreve con un remake de El pueblo de los malditos (Village of the Damned, Wolf Rilla, 1960), que estrena en 1995 y que cuenta con un reparto encabezado por Christopher Reeve, Mark Hamill y Michael Paré, entre otros. Kurt Russell, por su parte, consiguió embarcar a Carpenter en la continuación de 1997: Rescate en Nueva York, titulada 2013: Rescate en L.A. (Escape from L.A., 1996), una película con estética B pero con presupuesto A –cincuenta millones de dólares, el presupuesto más grande del que ha dispuesto el director–, que supuso un desastre económico de grandes proporciones y la última colaboración, por ahora, entre Russell y Carpenter. Sin embargo, la década concluye con el estreno de Vampiros en 1998, una película de estética western en la que James Woods es un moderno Van Helsing, un cazavampiros que lidera una banda de forajidos al servicio de la Iglesia Católica, ya que la cinta da a entender que el primer vampiro se creó a partir de un exorcismo. Es, desde luego, un regreso al John Carpenter más puro, y su película más interesante de los últimos años, a pesar de la discreción con que fue recibida.
Y si los años noventa no fueron muy generosos con Carpenter, la primera década del siglo XXI lo ha hecho desaparecer casi por completo, lo que supone una lástima, ya que los dos únicos films estrenados por Carpenter entre el año 2000 y el año 2010 están muy por encima de la media, si bien es cierto que siguen siendo fieles a un sistema de producción que prácticamente se ha extinguido. Así, Fantasmas de Marte (2001), con guion del propio director, no es más que una historia de indios y vaqueros ambientada en Marte en el año 2176. En realidad, es una actualización de Asalto a la comisaría del Distrito 13, quizás la película que ha marcado de una forma más determinante toda su filmografía. Más impersonal es su última película, The Ward (2010), en cuyo guion no ha participado, que guarda similitudes con La noche de Halloween y cuya acción transcurre en el interior de un hospital psiquiátrico de Oregón, en 1966, y gira en torno a un grupo de jóvenes internas encabezado por la actriz Amber Heard. La película esconde una magnífica sorpresa final y guarda muchas similitudes temáticas, pero no estéticas, con Sucker Punch (Zack Snyder, 2011).
Afortunadamente, parece que Carpenter vuelve a tener algunos proyectos en marcha y confiamos en que no volverán a pasar otros diez años hasta su próximo estreno en cines. El fracaso de Fantasmas de Marte ya queda lejos y a Carpenter todavía le quedan muchas historias que contar, muchos guiones que escribir, muchas partituras que componer. Y no puedo acabar sin decirlo: ¿cuándo podremos ver por fin un western de John Carpenter? No es un mal momento para el género.