Críticas
La crisis llama dos veces (a la puerta del obrero)
Las nieves del Kilimanjaro
Les neiges du Kilimandjaro. Robert Guédiguian. Francia, 2011.
Una de las razones que me han animado a hacer la crítica de la inadvertida -en la cartelera española- Las nieves del Kilimanjaro, es que apenas se trata de mi segundo acercamiento a la filmografía de Robert Guédiguian, tras el buen sabor de boca que me dejó la muy estimable Marius y Jeannette (Marius et Jeannette, 1998). Y he de confesar que la verdadera motivación del análisis procede del descubrimiento de ciertos rasgos comunes en ambas que invitan a intuir el boceto de un estilo de cine social trágico y conmovedor a partes iguales -de estampa marsellesa-, pero sobre todo, apartado de convencionalismos (o lo que es lo mismo, resistente a esas plantillas que parecen circular por una red de manos vagamente comprometidas).
Sin embargo, no es difícil hallar en la nueva cinta del director francés, si no referencias, sí exhortaciones más o menos directas a los últimos grandes trabajos del cine más reivindicativo del panorama internacional. Atendiendo a este parámetro, podemos entroncarla sin rebuscamientos con dos primas hermanas, la línea temática de El niño de la bicicleta (Le gamin au vélo, Jean-Pierre y Luc Dardenne, 2011) y el conflicto ético (desde el sutil tratamiento humorístico que se le dedica a aquello que no tiene ninguna gracia) de El Havre (Le Havre, Aki Kaurismäki, 2011) y, por supuesto, con el mejor supuesto actual de desencadenante del drama social, Nader y Simin, una separación (Jodaeiye Nader az Simin, Asghar Farhadi, 2011). Las referencias no tienen aquí la función de servir de guía de recomendaciones al lector (aunque los tres títulos merezcan aparecer en cualquier top con un mínimo de gusto), sino de dar cuenta de una globalización positiva, la de la unificación de voces cualificadas para la denuncia en los turbulentos tiempos que corren.
Y califico esta suerte de globalización como positiva porque, pese a que este pequeño movimiento indignado del audiovisual (cada vez son más ricos sus mecanismos de expresión) se pudiera entender como una peligrosa aproximación a la banalización de un discurso redundante, su talentosa y atractiva baza trasciende la pantalla para apelar al compromiso ineludible del espectador, una exigencia formal que le fuerza a tomar cartas en el asunto para, al menos, estimular una autocrítica en el regreso a casa. El combate de la indiferencia es el síntoma más claro de la aptitud de estas propuestas.
Las nieves del Kilimanjaro está basada en el poema Les pauvres gens, de Victor Hugo (y no en el relato homónimo de Ernest Hemingway, como lo estaba la cinta de Henry King de 1952), título del que, incluso, ya se infiere el dilema que dispondrá la base de la deliberación del respetable, desencadenado desde una visceralidad turbadora, muy propia del drama europeo posmoderno. El pobre puede llegar a ser un pequeño burgués para según quién y, aunque dependa del caso, «el fin justifica los medios» nunca podrá ser considerado un axioma o, por lo menos, nunca tan palmario como la sentencia de que nadie merece sufrir.
Así, Guédiguian hace progresar a sus personajes a través de sus relaciones íntimas. Tanto protagonistas como antagonista desprenden un amor que el imaginario del cine ha convenido en atribuir a la sencilla y desprejuiciada clase obrera. Por ello, Michel, su mujer, Marie-Claire, y sus cuñados responden al diseño de lo que ya son arquetipos universales del cine social. Incluso, esos hijos, padres jóvenes, inmersos en las vicisitudes de sus progenitores pero deudores de sus bondades, criados en la cultura del egoísmo normalizado e imperativo, no imaginan el remordimiento y la condescendencia bien entendida donde ellos solo encuentran sinsentido.
Es lógico que Guédiguian, consciente del esfuerzo que pide, trate de conectar con el público hablándole de tú a tú ya desde la secuencia inicial: las expresiones abatidas de un grupo de trabajadores, mientras se lee la lista de los caídos en desgracia; un drama cotidiano, hoy más que nunca. Por eso mismo, es de agradecer que alguien trate de invocar el entusiasmo, que clame a la esperanza, por más que ese bienintencionado criterio torne en hiperrealista la verosimilitud que cunde en el relato: el desenlace tiene demasiada azúcar. Si bien, su ñoñería no hace sino responder a la conclusión natural de una acción gobernada por los dechados caracteres a los que antes aludía. Al fin y al cabo, al cine no le suele gustar traicionarse en cuanto al instrumento de ilusión que se le supone.
Ficha técnica:
Las nieves del Kilimanjaro (Les neiges du Kilimandjaro), Francia, 2011.Dirección: Robert Guédiguian
Guion: Robert Guédiguian y Jean Louis Milesi, según el poema de Victor Hugo
Fotografía: Pierre Milon
Música: Pascal Mayer
Reparto: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Marilyne Canto, Grégoire Leprince-Ringuet, Anaïs Demoustier, Adrien Jolivet, Julie-Marie Parmentier, Karole Rocher, Robinson Stévenin, Yann Loubatière
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