Críticas
No es Las Vegas, es Torrelodones
The Pelayos
Eduard Cortés. España, 2012.
En el cine español de los últimos años, se puede observar una tendencia casi obsesiva por hacer películas de corte anglosajón. Y no me refiero a la adopción de una temática de género (que, por supuesto, también influye), sino a la copia descarada de un estilo, eterno referente, al que algunos de nuestros directores profesan una ferviente devoción. El ejemplo más reciente se halla en la fallida No habrá paz para los malvados (Enrique Urbizu, 2011), que acertaba de lleno en el diseño de uno de los personajes más carismáticos que se recuerdan de nuestro cine, pero que quedaba totalmente descontextualizado al ser sumergido en un entorno de lo más castizo y rematado por la vulgaridad de una trama con resonancias del 11-M. Modelos mucho más dignos fueron Carne de neón (Paco Cabezas, 2010), en tal caso basada en los enredos preciosistas del británico Guy Ritchie, y sobre todo, Celda 211 (Daniel Monzón, 2009), que se favorecía de la distracción espacial que proporciona el ambiente carcelario. No reprocho el placer encontrado en replicar un estilo o una cultura. Es más, lo aplaudo cuando se orienta bien, en una senda que no ha sabido encaminar, más allá del título, Eduard Cortés en The Pelayos.
El director de la inteligentísima La vida de nadie (2002), ha jugado a emular una idiosincrasia de dudosa correspondencia en nuestras latitudes. Aunque, la cinta se basa en la experiencia real del experto en probabilidades Gonzalo García-Pelayo, el glamoroso empaque con el que se detalla la treta de una familia media española no cuela. Es ya un tópico obvio el desequilibrado paralelismo con Ocean’s Eleven (Steven Soderbergh, 2001), pero es que la inspiración se acerca tanto al plagio que hasta resulta fácil identificar la correlación entre algunos de los personajes. Incluso, el detalle que alimenta la épica de la última jugada de Cortés parece extraído directamente del guión de Ted Griffin: el reto no es vencer al casino sino a la persona que hay detrás.
Ya que hablamos de personajes, es justo mencionar la innegable capacidad del director catalán para definir un grupo amplio con apenas un par de pinceladas. Sin embargo, se echa en falta un prefacio o similar que certifique ese sentimiento de clan (de gran tradición española, además), necesario en la estructura narrativa de la gran pantalla, aún si se tratara de un elemento puramente ficticio, algo que un cineasta de su experiencia debiera haber cuidado. Como también tendría que haber eliminado el ruido permanente en el tira y afloja entre Iván, que sigue a ciegas a un padre del que desconfía, y éste, un loco apostador con problemas de salud cuya única motivación registrada es la demostración de la validez un método.
Pese a un reparto compuesto por lo más granado del panorama televisivo patrio, ya fuera por la mencionada imprecisión que conlleva castellanizar un guión de imaginería yanqui, ya por una deficiente dirección de actores (y eso que fue el propio Cortés el horrorizado en el primer ensayo con los intérpretes), casi nadie da la talla. Ni siquiera el todopoderoso Lluís Homar, que queda a caballo entre registros. Solo se salvan el siempre correcto Eduard Fernández y un Daniel Brühl que impregna tal carisma a su personaje que desluce lo que habría sido una memorable historia de amor, de no haber contado con el fuerte contraste de sosería que aporta el papel de la taiwanesa Huichi Chiu.
The Pelayos no es más que una desafortunada declaración de intenciones; un quiero y no puedo colorista que solo llega a ilusión frustrada de un realizador que quedó prendado de grandes películas de apuestas y timadores y que no supo imitar su mecanismo de acción primario: el giro de guión. Es de agradecer que no se profundice en el intrincado funcionamiento del método para no enmarañar al espectador, mas, entiendo tal omisión como otro síntoma de falta de ideas. Así, el desenlace es, paradójicamente, un as sacado de la manga, pero a punta de pistola. No solo no sorprende, sino que provoca el sentimiento de ser víctima de una mala inocentada que se asienta sobre el lugar común del chino apostador.
Por otra parte, Cortés ha sabido materializar (pocos) detalles a partir de la idea cool que de ellos dibujara en su mente, como son el juego visual que ayuda a los apostadores a detectar la nueva posición de las mesas del casino o algunos de los escasos gags con gracia, casi siempre a cargo de Miguel Ángel Silvestre (quién lo diría). Es difícil encontrar más cosas que ayuden a que una gran idea sobre estafas a casinos no termine siendo vista como la película sobre la cuenta de la vieja en la ruleta.
Tráiler:
Ficha técnica:
The Pelayos , España, 2012.Dirección: Eduard Cortés
Guion: Eduard Cortés y Piti Español
Producción: Daniel Hernández, Loris Omedes
Fotografía: David Omedes
Música: Micka Luna
Reparto: Daniel Brühl, Lluís Homar, Miguel Ángel Silvestre, Eduard Fernández, Oriol Vila, Vicente Romero, Blanca Suárez, Marina Salas, Hui Chi Chiu