Quien piense que Californication es una comedia superficial centrada exclusivamente en el sexo y en su adicto protagonista, o no la ha visto, o no se ha enterado de nada. Criticada por unos, alabada por muchos otros, la verdad es que esta serie -de la que nadie esperaba más de una temporada, y ya lleva tres- es toda una revelación... toda una provocación. Y sí, es adictiva.
Hace un par de años David Duchovny consiguió que nos olvidásemos de su papel en Expediente X, el del famoso agente la-verdad-está-ahí-fuera Fox Mulder. Y todo gracias a Hank Moody...
Hank es un novelista de capa caída que no ha vuelto a poder escribir ni una sola línea desde el éxito conseguido con "God hates us all" (Dios nos odia a todos). Desde entonces su vida se ha convertido en una vorágine de alcohol, drogas y, sobre todo, sexo. Mucho sexo. Sus adicciones le han hecho perder a la madre de su hija adolescente, a punto de casarse con un hombre serio, amable y complaciente. Muy diferente a él, por supuesto... Hank hará todo lo posible por recuperarla, pero, inexplicablemente, acaba siempre perdiéndose entre sus "aficiones"... Le acompañan en su personal odisea su agente editorial (y amigo) y la esposa de éste, la hija menor de edad del futuro marido de su ex novia (con la que se acuesta sin saber ni que es menor, ni que va a formar parte activa de su vida...) y, cómo no, su ex pareja y su hija, a la que se entiende debería dar una educación siguiendo unos mínimos valores... Así, pronto veremos que los problemas de Hank con el sexo no son nada comparados con el entorno que le rodea. De hecho, el sexo es, simplemente, un elemento más de su desorganizada vida.
Californication es la historia de toda una generación de cuarentones que sigue pensando que son veinteañeros. Ricos, snobs, drogadictos, adictos al sexo. Pero, por encima de todo, adictos al amor. Porque, tras toda esa capa de superficialidad lo que encontramos es, básicamente, la búsqueda del amor verdadero, de su recuperación, de su consolidación... nada fácil.
Con un guión inteligente y unos personajes exagerados pero muy bien definidos (no hay más que ver las nominaciones y premios Emmys y Globos de Oro que ha cosechado en sus escasas tres temporadas), la serie nos presenta situaciones cotidianas enmarcadas en un halo de excentricidad tal que las convierte en pura extravagancia y, por supuesto, diversión. Los realizadores han conseguido una comedia a veces entrañable, a veces sorprendente (incluso escandalizadora), que en escasos treinta minutos de cada capítulo -más ya sería sobredosis- nos ayuda a reírnos de cualquier tema, eliminando todo resquicio de pudor que pudiese quedar en nosotros, los espectadores. Igual que A dos metros bajo tierra será recordada por hacer común y cercano un tema tan reservado como la muerte (en sus aspectos más escatológicos), Californication servirá para que el sexo aparezca como lo que es: un elemento más de nuestra vida cotidiana.
Californication es uno de los mejores regalos de los últimos años para cualquier adicto a las buenas series. Olvidaos de House o Mujeres Desesperadas, y conoced las aventuras y desventuras de Hank Moody. Vale la pena, de verdad.
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